martes, 16 de septiembre de 2008

EL SISTEMA

Son las 00.00 horas del dieciseis de septiembre y el silencio nocturno es un buen aliado de la reflexión. El sistema financiero internacional hace aguas por todas partes y en el telediario de la noche he escuchado palabras muy claras y duras sobre la situación.

Algunos han dicho que los gobiernos democráticos se están convirtiendo en muros de contención de las iras de las gentes. Los expertos consultados están de acuerdo en que lo que sucede se deriva de la falta de regulación de las actividades en los mercados financieros, pero cuando se han hecho la pregunta de quien será capaz de regular eso, no han encontrado respuesta.

La economía financiera se ha separado en los últimos años de la economía real, y lo ha hecho sin ningún control democrático que pudiera frenar los excesos cometidos.

Hasta aquí, mas o menos, todo el mundo estará de acuerdo en el análisis de la situación. La pregunta es, ¿porque ha sucedido tal cosa?

Seguramente no hay una sola respuesta, pero yo ensayaré la mía haciendo referencia a las limitaciones de la concepción clásica del Estado a partir de Montesquieu. Cuando se establece la separación de poderes, se deja fuera el poder del dinero que, como estamos viendo, es el poder mas influyente en la vida de las gentes.

La concepción del Estado como un conglomerado de legisladores, poder ejecutivo y jueces, no incluye una representación física del poder del dinero, que queda fuera, a extramuros del sistema político y parlamentario, lo que explica la incapacidad de los aparatos de gobierno para intervenir de una manera preventiva en el ejercicio de ese poder que, desde las desregulaciones neoliberales de Regan y Tatcher, se inventó la globalización como un modelo nuevo que les permitía hacer su sacrosanta voluntad, y desde entonces han vivido en un mundo aparte, a extramuros de cualquier fórmula de control democrático.

En mi opinión, la respuesta a la pregunta de ¿quien será capaz de regular eso?, pasa por alguna forma de articulación del poder del dinero en los sistemas democráticos, de modo que no sean solo los diputados y los gobiernos quienes rindan cuentas en los parlamentos, sino que alguna forma de representación de quienes constituyen el sistema financiero debe poder ser interpelada periódica y regularmente en los parlamentos nacionales y en los órganos de representación supranacionales, y sus acciones, y sus omisiones, deben poder ser valoradas, censuradas, si es el caso, porque el dinero no puede estar al margen de un mínimo de responsabilidad social por lo que hace, o por lo que no hace.

La importancia de la crisis galopante de los sistemas financieros en la economía mundial, comienza a tener el alcance de una mutación profunda del mundo de los últimos quince años. Es necesario aprovechar esta situación para crear unas nuevas reglas del juego, donde los poderes democráticos institucionales puedan exigir un mínimo de ética social que asegure el funcionamiento productivo de los sistemas políticos, económicos y financieros.

El neoliberalismo económico y financiero está agotado, pero no se trata de regresar a un sistema intervencionista que frene el crecimiento económico, sino de inventar mecanismos, formas de relaciones institucionales nuevas, que incorporen el dinero como parte de los poderes del sistema, porque solo con esa inclusión, se les podrán imponer límites éticos y controles democráticos cuya ausencia, como ha quedado ámpliamente demostrado, está en la raíz de las tremendas convulsiones que agitan cada día la economía de las naciones, supuestamente libres y soberanas, pero inermes, completamente ineficientes, para resolver los problemas causados por los excesos de ese poder, el del dinero, que ha rebasado todos los límites éticos, racionales, de responsabilidad social, sin que ninguno de los supuestos mecanismos de protección contra sus abusos haya funcionado.

En el final de la década de los sesenta, muchos hablábamos de “El Sistema”, como si fuera una abstracción, algo sin rostro, imposible de personalizar. Es hora de reconocer al dinero como una parte visible del sistema, darle rostro, identificarlo, para incorporar su representación como un poder mas a los aparatos institucionales, y así poder exigirle la cuota de responsabilidad social que le corresponde en la vida de las gentes.

Si lo dejamos fuera otra vez, si no aprendemos de los errores, esta no será la última crisis financiera que pondrá en riesgo los equilibrios mundiales. O eso, o los metemos a todos en la cárcel cuando se pasen. Yo les preguntaría antes, que es lo que prefieren.

Lohengrin. 16-09-08.

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