domingo, 21 de septiembre de 2008

LA FELICIDAD

La felicidad, en el supuesto de que exista, debe ser una sensación fugaz, transitoria, que requiere una disposición previa del ánimo para percibirla y, en mi opinión, para que sea completa, dentro de su fugacidad, debe ser compartida.

Anoche tuve esa rara sensación, que compartí con mi mujer. Tenemos una casa de esas que ahora se llaman sostenibles, cerca de una aldea algo remota, alejada de los núcleos de población, y no doy mas señas. Es sostenible económica y medioambientalmente, porque ninguna compañía, monopolio o corporación energética sabe de su existencia y por consiguiente, no facturan nada. Dispone de instalación de agua y luz, pero el agua la suministra un aljibe y al alumbrado un acumulador. Cuando falla el acumulador, recurrimos a las velas. El único inconveniente es que es una casa tan vieja que su mantenimiento la convierte, a veces, en insostenible.

Pero yo quería hablar de la felicidad, no de los inmuebles diseminados en parajes rurales. Esa sensación huídiza la compartimos anoche mi mujer y yo sentados bajo el porche de la casa, frente al paisaje de colinas arboladas que rodea el lugar donde está ubicada la casa, orientada hacia poniente, mientras Radio Clásica emitía una ópera que, al principio, pensé que era de Mozart, y resultó ser de Hendel. Casi tres horas de retransmisión operística en directo, una historia basada en Orlando Furioso, llena de conspiraciones y dramatismo, pero con una música que, en ocasiones, te llevaba a percibir, alíada con el entorno, la vela encendida sobre la mesa, y un cielo aún sin luna, en el que aparecía Venus desde el Sur, esa placentera suspensión del ánimo que a veces acompaña las experiencias contemplativas.

A medida que la historia operística avanzaba, el cielo se cubría de masas de gases estelares salpicadas por un gran número de estrellas, solo visibles en lugares como este, de cierta altitud, alejados de la contaminación luminosa de los núcleos urbanos. Además de la música, el paisaje, la oportunidad contemplativa de la soledad compartida, la temperatura en ese lugar serrano y en esa noche, era de unos veintidós grados y no había viento. La constelación de elementos era tan favorable, que habría sido un delito no percibir ese momento fugaz como una expresión de lo que los humanos buscamos a veces sin encontrarlo.

Al día siguiente, he tenido la confirmación mas prosaica de que lo que define la felicidad es su carácter fugaz. Mi mujer tiene un desmedido amor por la logística de los trastos y por las tareas de mantenimiento. En lugar de satisfacerlo, haciéndose Jefa de Logística y Mantenimiento de alguna instalación portuaría, vuelca esa vocación en la casa insostenible que compartimos en el medio rural, y hoy me he desayunado con una larga lista de chapuzas, en las que me he visto obligado a colaborar de manera activa.

Reproduzco la lista, para que no crean que exagero. Aligerar de trastos el desván. Hacer un agujero en una pared de ladrillo, poner una rejilla y pintar los bajos del comedor. Hacer otro agujero en la pared del dormitorio –como es de piedra, ha habido que pedir una herramienta y una extensión eléctrica desde casa de un vecino-- poner otra rejilla. Llevar las esterillas del coche al lavadero, lavarlas y tenderlas. Poner dos tacos en la pared de piedra, del dormitorio de invitados, para sujetar el cabezal. Aserrar dos cuñas de madera y pegarlas, para asegurar la cama. Llevar al taller la bomba de agua del aljibe, para repararla (lo único imprescindible).

Cuando me he podido escaquear, con la excusa de preparar el estofado de garbanzos, mientras el ramito de romero, los ajos, la cebolla picada, las rodajas de chorizo y los taquitos de jamón, rehogados en el aceite de oliva, emitían un aroma que me reconciliaba con el mundo, evocando la perfección del momento de la noche anterior, he concluido, con toda claridad, que la felicidad, si existe, es una sensación fugaz, transitoria, que requiere una disposición previa del ánimo, que debe ser compartida para ser completa y, desde mi punto de vista, no tiene nada que ver con el bricolage, la logística ni el mantenimiento.

Lohengrin. 21-09-08.

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