jueves, 7 de mayo de 2009

AMAZONÍA

He bajado al Maravillas y, mientras desayunaba por segunda vez, el vendedor de pilas eléctricas voceaba su mercancía. ¡Ponte las pilas! ¡Ponte las pilas! Pilas a un euro. Pilas a un euro. Quieres pilas? Un tipo enorme, de dos metros, embutido en una camiseta amarilla, vaqueros, con un gorrita de visera y aire de tener una fuerza física fuera de lo común, volvía a aparecer, por segundo día, en el pequeño mundo del Maravillas –iba a escribir microcosmos, pero me he contenido. Nunca, antes de ayer, lo había visto por allí. Me pregunté de donde había salido este nuevo personaje, incorporado sin mi intervención al elenco de ficción de esta narración hostelera que me sirve de introducción, a veces, a las entradas del Blog, y concluí que esa imponente humanidad debía de cobijar algún misterio patibulario. ¡Ponte las pilas! ¡Ponte las pilas!

Después, mientras leía el periódico esperando que se hicieran las diez, la hora en que un amigo debía recogerme para ir en su coche a dar un paseo por El Saler, tomar un café, y pasar la mañana en amigable conversación, me ha llamado la atención una noticia local que informaba de que algunos jefes indígenas de la Amazonía habían suspendido su viaje hasta Heliópolis, por precaución sanitaria en relación con la epidemia, o lo que sea, de gripe A, que comienza a sentirse aquí también entre la población, pues su condición de miembros de un grupo étnico que vive en una región aislada del planeta, los hace especialmente vulnerables al contagio, debido a su ausencia de defensas biológicas contra enfermedades de tipo infeccioso que no existen en su entorno.

No debemos olvidar que fueron precisamente las enfermedades infecciosas transmitidas por los españoles, las que diezmaron a las poblaciones aborígenes de América hacia los siglos quince y dieciséis. Ahora la gripe llamada A, que vino de México, parece una venganza vírica que los descendientes de Moctezuma infligen al mundo en una especie de reparación histórica diferida.

Al parecer, los paleontólogos, antropólogos, geólogos y los demás especialistas que se ocupan de la datación, el origen y la localización de los restos humanos, están de acuerdo en que la vida humana mas antigua conocida surgió por primera vez en Africa, según las pruebas óseas primigenias femeninas que fueron encontradas allí.

En correlación con ese descubrimiento, sostienen que los primeros humanos se extendieron después, por los distintos lugares de la tierra, a través de procesos migratorios vinculados a cambios geológicos dramáticos que impulsaron esa dispersión, hasta los tiempos mas recientes, en que la globalización ha cambiado esa relación dispersa entre los hombres por una interacción facilitada por las comunicaciones simultáneas, los vuelos transocéanicos y los intercambios mercantiles y turísticos, que han transformado el planeta, antes disperso, en la aldea global a la que se refería Mc Luhan hace unas décadas.

Cada vez parece mas probable que, si la humanidad se extingue alguna vez, sin que esto signifique un argumento profético a corto plazo, sino una reflexión sobre la finitud de todo lo humano, con un horizonte temporal de dimensión geológica, dicha extinción ocurra por causas biológicas derivadas de alguna resistente cepa de virus que la tecnología sanitaria no sea capaz de controlar.

Aún así, cuesta pensar que esa hipotética extinción sea total. Por muy interrelacionado que esté el espacio global de nuestros avatares, siempre quedaran grupos como nuestros amigos aborígenes de la Amazonía que han declinado visitarnos en una situación de riesgo sanitario, que vivirán al margen de esa extinción, por el aislamiento de su entorno medio ambiental.

Si tal cosa ocurriera, todo volvería a empezar y, probablemente, la humanidad volvería a cometer los mismos errores colectivos, el maltrato del medio ambiente, la introducción de decenas de miles de sustancias químicas cuyos efectos no conocemos del todo en la cadena de intercambios, y al reproducirse el mismo proceso de dispersión migratoria que se supone ocurrió en los tiempos mas remotos, tal vez, dentro de algunos miles de años, los hombres que entonces vivan volverán a preguntarse, nuevamente, sobre los efectos de los procesos de la globalización económica, aunque tal vez los nombren de distinta manera, en sus vidas cotidianas.

Mientras tanto, saludo desde aquí el buen sentido de los jefes indígenas de la Amazonía, que han tenido la prudencia de mantenerse alejados de la civilización mientras la epidemia, o como se llame la gripe A, escampa. Ellos son la reserva de la especie humana, en caso de que alguna vez un virus intratable nos diezme y debemos celebrar que se queden a salvo.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 7-05-09.

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