Elegir suele ser un acto volitivo, consciente, en el que entran en juego nuestras capacidades intelectuales y emocionales, si se trata de escoger a una persona en vez de otra, a las que se añaden las sensoriales, cuando se trata de escoger entre dos productos, por ejemplo alimentarios, alternativos.
En el proceso de elección, uno trata de elegir lo mejor, y suele sopesar las virtudes, las calidades y cualidades, los precios –económicos o políticos-- que se derivan de escoger uno u otro candidato político, una u otra botella de vino. Se trata de un proceso, esencialmente, positivo, aunque, inevitablemente, al realizar de modo responsable ese proceso de elección, otro producto,otro candidato, otro partido, distintos del elegido, resulten relegados.
La publicidad, cuando no es engañosa, nos ayuda, incluida la propaganda política, a conocer la existencia del producto, o del candidato, de modo que cuando vamos a adquirir la botella de vino, o a depositar nuestro voto, ya tenemos una información previa de su naturaleza, de sus supuestas cualidades.
En política no es habitual que confíes tu voto a un partido desconocido, pero si puede ocurrir, y ocurre con frecuencia, que no tengas ni idea de las cualidades personales de quien lo representa, pues las listas cerradas ponen el énfasis mas en las organizaciones que en quienes las representan, que suelen ser designados por órganos ajenos y lejanos al concepto de cercanía electoral.
La botella de vino también suele ser una desconocida, salvo para los iniciados, perdida en la maraña de etiquetas que llenan los anaqueles de los supermercados. Tu experiencia de consumidor suple, hasta cierto punto, ese desconocimiento. Quien mas, quien menos, ha probado diversos vinos, se acomoda a una gama de precios coherente con sus posibilidades. En ocasiones excepcionales, como me ocurrió a mi ayer, conoces personalmente al enólogo responsable de su elaboración, y eso añade un plus de confianza a la elección.
Compré una botella de Barón de Turís, rosado, en el supermercado. Lo elegí por varias razones. El rosado se obtiene de la primera prensada. Es decir, estamos hablando de una variedad de uva tinta, en este caso Tempranillo, a la que no se exprime el color del hollejo, por lo que el resultado es un vino ligero y brillante, con un color de fresa y un aroma intensamente frutal, cualidades que satisfacen a quienes, como yo, por un defecto de mi paladar, supongo, reniegan de la excesiva potencia de los taninos que acompañan a los tintos tintos.
En ese proceso de elección , intervinieron factores sensoriales, porque yo ya había experimentado antes las cualidades de color, sabor y aroma, de ese vino, también intelectuales y emocionales porque yo conozco personalmente al enólogo que lo elabora, y le tengo cierto afecto. También intervino en la elección el cálculo económico, porque aunque conocía el producto, su precio no es el mismo en los distintos establecimientos. En unos cuesta 1,09 E. la unidad, mientras que en otro, la misma unidad cuesta 1,29E. Tomé una decisión racional, conociendo el producto lo compré en un establecimiento que lo ofrecía veinte céntimos, --mas de treinta de las antiguas pelas-- mas barato,
que era la mejor oferta dentro del barrio en el que me muevo.
Finalmente, anoche abrí la botella y mis amigos y yo nos la bebimos. Solo entonces pude comprobar que el resultado de mi elección se correspondía con mis expectativas. El vino podía haber estado perjudicado por un defecto del corcho, o por un mal encapsulado, o por una deficiente elaboración con respecto a otras cosechas. No sucedió así. Culminó así un proceso de decisión voluntaria, informada, de carácter positivo, en el que yo había valorado las cualidades de las diversas botellas de los anaqueles, hasta elegir la que consideraba la mejor, en relación con mis gustos, necesidades y capacidades, y en ese proceso, no se me ocurrió pensar que las otras botellas, las desechadas, fueran inferiores a la elegida, ni motivo de desprecio, simplemente la que yo había elegido se ajustaba mas a mis preferencias.
Es lamentable que las elecciones europeas no se hayan planteado como si de elegir una botella de vino se tratara. He visto un spot por televisión, que, desde mi punto de vista, nunca debería haberse emitido, en el que aparecen distintos y supuestos votantes del partido popular dando un mensaje de lo mas ultraderechista sobre aspectos de la política nacional, que culmina reconociendo su derecho a pensar así, pero recomendando que no le des tu voto a un partido que así piensa.
Me parece una triple manipulación intolerable el contenido de ese Spot. Primero, los millones de votantes del partido popular no están en posiciones tan reaccionarias y extremas como muestra el anuncio. Segundo, las elecciones son europeas, no nacionales, ni locales. Tercero, no es ético, ni responsable, inducir a votar contra el otro, en lugar de exhibir las supuestas cualidades del vino propio para que cada uno elija libremente.
Aclaro, aunque no hay necesidad, que jamás, desde que, gozosamente, podemos ejercer el derecho al voto, he votado al partido popular. También, que el discurso del líder de ese partido aprecio que está en la misma línea descalificadora. Pero, esto último, no justifica que los socialistas se pongan al mismo nivel.
Plantear una campaña electoral para votar contra el otro, solo es otra forma de degradación de la política, es caer en la espiral de la acción-reacción, carente de argumentos positivos y esta actitud, en mi opinión, solo se explica porque en los partidos los responsables de marketing tienen demasiado peso en las estrategias de campaña, en detrimento de los límites que deberían operar para no alejarse dramáticamente de los componentes éticos que son exigibles a cualquier organización, en especial a las que se reconocen “socialistas”.
Lo patético de esta situación es que, muchos, arrastrados por esta forma de lenguaje propagandístico anti ético, acabaremos votando contra el otro, en lugar de sopesar las distintas botellas del anaquel, ponerlas al trasluz, observar su color, leer la etiqueta para conocer la variedad de uva con la que se han elaborado, qué bodega las manufactura, que precio habremos de pagar por cada una de ellas.
Solo cuando abramos la botella, terminadas las elecciones europeas, después de esta absurda y poco democrática pelea para votar contra el otro, sabremos si el aroma, el color, el sabor del caldo que nos ofrezca el partido ganador, son los que se acomodan a nuestro paladar, porque nadie, a lo largo de la campaña, nos habrá explicado las virtudes de su oferta. Solo que el vino del contrario está picado.
Absurdo, además de degradante.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 24-05-09.
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