domingo, 3 de mayo de 2009

EL TORBELLINO

Acabo de regresar de mi casa campesina de la sierra, dejo atrás un cielo límpido de un azul casi cegador para mis ojos gastados. La primavera, por fin, en una tregua de las veleidades que nos han acompañado desde su aparición, en forma de variaciones imprevisibles del clima, en las que han estado presentes todos los meteoros imaginables, se expresa hoy en la naturaleza en apariencia deshabitada de la sierra, a través de las múltiples presencias animales que hoy se muestran en toda su abigarrada plenitud.

Enjambres de abejas se lanzan en tropel sobre las flores azuladas del romero, sobre el amarillo brillante, impúdico, de las aliagas, mientras los cantos de las variadas especies de pájaros, aún vivos porque los campesinos todavía no han emponzoñado sus campos de veneno, se enredan en las hojas de los árboles en una delicada armonía de llamadas sexuales, en la mañana sin viento, de la que cuesta separarse para volver a la ciudad.

Apenas desembarcado el ligero equipaje, me asomo al balcón y veo, en la lejanía, tras las grúas del puerto, un torbellino que se mueve sobre la superficie del mar, una especie de tornado que contiene las noticias de primera página del periódico recogido en el kiosco, con la tinta aún fresca.

La economía alemana, agitada por el violento tornado de la crisis internacional, cae un seis por ciento. Pese a que se ha mantenido al margen de los excesos especulativos de otros países, el agitado vendaval que todo lo trastoca, ha terminado por derribar lo que se creía el baluarte mas sólido de las economías europeas. El éxito de la economía alemana, su capacidad exportadora, se revela ahora como su fragilidad, pues la debilidad de la demanda de los países a los que exportaba tiene un peso de tres cuartas partes en el batacazo que ha sufrido su producción.

La contracción del comercio internacional que acompaña la crisis sobrevenida está en el origen de la debilidad económica del país al que se califica como la locomotora de la economía europea.

Los políticos que gobiernan actualmente ciertos países, como Gran Bretaña, España o Alemania, también parecen ser víctimas de ese tornado que se lo lleva todo por delante, y las encuestas de opinión que se publican hoy en la prensa, parecen indicar que están en trance de perder las próximas elecciones. Entre ellos, el que peor parece estar es Gordon Brown, pero el PSOE ya aparece en las encuestas en España por debajo del PP., y el futuro de Merkel en Alemania parece depender de la violencia y persistencia de esa perturbación que, por ahora, no amaina.

La violencia y profundidad de la crisis económica que se extiende por Europa, entre otros lugares,parece poner a prueba la solidez de los sistemas democráticos asentados sobre los pactos geo- estratégicos posteriores a la segunda guerra mundial. Por el momento, no parece que esos sistemas se debiliten. Al contrario, su fortaleza consolidada permite suponer que los resultados políticos de los estragos de la crisis se van a limitar a los relevos ordenados de aquellos partidos que se han visto sorprendidos en su acción de gobierno por unas fuerzas económicas a las que no se pueden oponer con sus recursos habituales, y seguramente, pagarán un precio político por ello.

Los partidos en la oposición tendrán acceso a las tareas de gobierno y, con independencia de lo eficaces que puedan ser esos cambios para afrontar la crisis, esa será la prueba irrefutable de que las democracias europeas funcionan con un razonable grado de solidez.

Ni unos, ni otros, podrán dejar de satisfacer las necesidades sociales mas perentorias generadas por la profundidad de la crisis. España, que probablemente alcanzará las cinco millones de parados, pero también Alemania, en la que se pronostican cifras semejantes, tendrán que adoptar medidas excepcionales de protección social para aquellas personas que agoten las prestaciones, promover la formación profesional de las personas menos cualificadas para prepararlas para el empleo futuro, y tendrán que adoptar medidas dirigidas a las familias mas vulnerables.

Esas políticas de redes de protección social, combinadas con las medidas de refuerzo, sostenimiento y garantía del sector financiero, y de ciertos sectores industriales, son las que separan una situación de crisis económica y financiera, de una catástrofe social y política, como las que en el pasado acabaron por vulnerar y destruir los sistemas democráticos, en favor de las formas totalitarias que aparecieron entre las dos guerras mundiales.

Los agoreros que comparan con demasiada frivolidad la situación actual con la Europa de entre guerras y lanzan oscuras advertencias sobre posibles tentaciones totalitarias, en mi opinión, se equivocan en sus augurios. Sesenta años de consolidación de los gobiernos democráticos europeos son un capital civil y político con suficiente solidez para aguantar los embates de un tornado, del torbellino de cifras estadísticas negativas –y de sus consecuencias-- con el que nos desayunamos cada día, con la prensa preferida por cada uno.

Ni la crisis económica y financiera, ni el histérico tratamiento que algunos hacen de las cuestiones de salud pública, deben considerarse una amenaza a los consolidados sistemas de las democracias europeas. Son, desde luego, cuestiones que merecen la máxima atención y dedicación para reducir sus daños sociales, que son bien reales, sobre todo para los segmentos mas vulnerables de la sociedad, al tiempo que se refuerzan las instituciones y sectores de cuya solidez dependen, en buena medida, los equilibrios sociales, pero de eso a extender una especie de pánico milenarista, hay la misma distancia que separa la información responsable
de la emulación de Nostradamus.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 3-05-09.

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