Antes de invocar a Torquemada como la personificación de sus enemigos políticos, Rajoy debería haber considerado, en mi opinión, varias cosas. La primera de ellas que, cuando visualizas un conjunto de defectos en el adversario y le pones nombre, si estuvieras frente a un espejo te horrorizaría el parecido entre las figuras que intentas desautorizar y la tuya propia.
Asumido que somos, en alguna medida, el reflejo de las taras que pretendemos personalizar en los oponentes, la segunda cosa, no menos importante, es conocer que los papas impusieron moderación
al ímpetu excesivo de Torquemada y acabó por ser relevado del cargo. Torquemada fue inquisidor general, confesor de los Reyes Católicos y la pasión con la que ejerció su odio se tradujo en la expulsión de los judíos. Finalmente, cuando se le depuso de su cargo de inquisidor general, renunció a los arzobispados de Sevilla y Toledo y se retiró a un convento en Ávila. (Espasa)
La figura actual mas semejante a Torquemada, si atendemos a lo que cuenta Emilio Menéndez, embajador de España, en las páginas de opinión de El País de hoy, no está en este país. Se trata de John Yoo, quien, en 2.006, cuando era consejero del Ministerio de Justicia en USA, al preguntarle el republicano Mora, “¿Está usted afirmando que el presidente dispone de autoridad para ordenar la tortura?”, contestó, “Sí”.
Rajoy no ha precisado a que Torquemada se refería, y en esto hay que censurar, además, su falta de rigor. Además del inquisidor, hubo, al parecer, otros Torquemada. Uno de ellos, de mediados del s.XVI, fue un escritor conocido por “Los coloquios satíricos” en cuya obra, de forma amena y culta, fustigaba los vicios y flaquezas de la sociedad de su tiempo, y por extensión, de la humanidad. A esta estirpe de Torquemada podría apuntarse, sin desdoro, el diario El País, de quien una mala bestia de la política popular alicantina ha dicho que “esos, --quienes denuncian los escándalos-- deberían estar en la cárcel”.
Hubo otro Torquemada, Cardenal, que se distinguió en el Concilio de Constanza –no el de Trento, de cuyas fuentes, al parecer, beben algunos políticos Populares, como Aguirre y Trillo, para desgracia de sus colegas mas liberales-- por su ciencia y energía y enriqueció con sus obras la historia eclesiástica.
Hasta que llegó Tomás, que nació en Valladolid, en 1.420, Torquemada no fue sinónimo de inquisición y tortura, de genocidio, crueldad y expulsión. Así pues, ¿A que Torquemada se refiere el señor Rajoy? ¿ Al escritor brillante, crítico, que fustigaba las flaquezas de los poderosos de su tiempo? ¿Al cardenal e historiador? ¿Al John Yoo del siglo XXI, consejero de Bush, de quien su jefe de filas fue tan íntimo?
Retomando mi argumento de que uno es el reflejo de las taras que ve en los demás, aunque raras veces mire hacia el espejo, todos tendríamos algo de Torquemada. Si fuera así, el señor Rajoy, un poco Torquemada como todos, no debería perder de vista lo que le pasó a Tomás –y eso que tuvo en sus manos el mayor poder después del Rey, mientras que Rajoy no ha ganado una sola elección.
Es bueno que recuerde que los papas impusieron moderación a su ímpetu excesivo, que acabaron por relevarlo del cargo y se retiró a un convento en Ávila.
Si Rajoy sigue por el mismo camino que lleva hace ya tiempo, lo veo, no retirado en un convento, pero si jugando al dominó en Perbes, con Manuel Fraga. Seguramente, volverá a perder. Al dominó, digo.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 26-05-09.
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