lunes, 18 de mayo de 2009

SECRETOS Y MENTIRAS

Rosa Montero se ocupa, en El País semanal, de la mentira. Parece que una cierta contención de la sinceridad tiene la virtud de hacer que las relaciones sociales sean mas fluidas, que estén menos marcadas por el conflicto. Si anduviéramos diciendo todo el rato a los demás lo que pensamos, tal como lo pensamos, el arte de la convivencia social civilizada podría desaparecer

Quiere esto decir que, en alguna medida, todos mentimos, pero la realidad cotidiana también indica que los políticos mienten mas. En ocasiones, la fotografía se convierte en un testimonio inequívoco
de la tendencia de los políticos –por exigencias del guión, supongo-- a usar de la mentira, de la falsedad o el disimulo, un poco mas que las gentes de a pie.

He visto una foto de Zapatero con un niño en brazos, en Alfaz del Pí, junto al presidente noruego. La expresión de Zapatero no deja lugar a dudas. La del niño tampoco. El niño muestra un gesto de incomodidad y cabreo que viene a expresar algo así, --Este tio, al que no conozco de nada, porqué me coge en brazos, me está molestando, ¿es que no se da cuenta? Zapatero, por el contrario, muestra la misma mueca beatífica que pone siempre para salir en la foto, y su sonrisa mofletuda evoca un viejo anuncio de Netol, un limpiador de metales que se anunciaba con una efigie que mostraba el mismo careto.

La expresión del niño es sincera. La de Zapatero, aunque no dudo que incluya rasgos de su carácter, se percibe como falsa, por lo forzado de la situación. Estoy empezando a dudar de que los políticos tengan el sentido común suficiente para entender que no deben hacerse nunca fotos con un niño en brazos. Es demasiado provocador mezclar la política con la inocencia.

No me puedo creer que Camps, -todavía- presidente de Heliópolis, esté contento porque le haya llamado un juez para declarar como imputado en el sumario del caso Gürtel, o como se llame. Es evidente, de toda evidencia, que miente. Vamos, a mi me llama un juez, aunque sea mi primo hermano, porque tiene indicios documentales fundados de que puedo haber cometido un delito en el ejercicio de mi cargo público, y seguro que no estaría contento. Mas bien, estaría lleno de dudas y zozobras. Como soy algo cobarde, no me llegaría la camisa al cuerpo.

No puedo creer en la sinceridad de las palmaditas en la espalda y los apoyos incondicionales que muestran públicamente los correligionarios de Camps en los sucesivos homenajes que le dispensan para exhibir una solidaridad de grupo que tiene todos los aires de la provisionalidad. En este país, cuando a uno le tributan tantos homenajes y tan efusivos, una de dos, o tiene una enfermedad incurable, o está a punto de dejar el cargo que motiva las adhesiones.

No (es el tercer no, joder, se ve que hoy estoy algo negativo) quiero hacer leña del árbol caído, sobre todo porque apenas está comenzando a caer. Además, yo tuve una mejor opinión de Camps, cuando tuvo las narices de sacudirse el abrazo del oso que le dio Zaplana. Incluso me pareció menos meapilas de lo que se veía en las fotos, en una ocasión en que le vi de cerca, en la calle de San Vicente. Parecía un tipo enérgico, con su bronceado tenístico, pero distinto del de Zaplana, como diferente era su aire, no parecía un trilero como el murciano, sino una persona mas consistente, menos dada a la trampa y el engaño.

Ahora estoy un tanto decepcionado. Que Camps lleve meses diciendo que está deseando decir la verdad, pero no la diga, a pesar de las muchas preguntas que se le han dirigido, que en las cortes a las que no suele acudir cuando se le requiere por su condición de presidente del gobierno autonómico, para que diga esa verdad que tanto está deseando decir, se haga objeto de secreto la información sobre los contratos de sus Consellerías con determinadas empresas, excede la proporción de secretos y mentiras a los que recurre la gente corriente en aras de una convivencia fluida y menos conflictiva.

Nada de esto debe sorprendernos. En el guión de la alta, pero sobre todo de la baja política, hay una exigencia hacia los actores, en todo tiempo y lugar, que tiene el carácter de prioridad absoluta. La primera condición para ejercer la política es alcanzar el poder. Una vez alcanzado, esa prioridad pasa a la exigencia de mantenerlo. Si para alcanzar esos objetivos hay que recurrir a secretos y mentiras, lo que los políticos suelen llamar el pragmatismo, se recurre a esos medios con la intensidad que haga falta. Si además, eres un político de la derecha, puedes usar ese recurso sin complejos, esa expresión tan bien vista en esos ámbitos.

Tenemos un problema. En el difícil equilibrio entre ética y pragmatismo, la política de campanario que se ha practicado aquí, pero no solo aquí, ni siquiera ha intentado acercarse a una combinación de esos dos valores –el pragmatismo también es un valor, cuando no va solo. Las tribulaciones de Camps que se tratan de esconder bajo secretos y mentiras, no son una cuestión personal, sino una malformación ética que afecta a casi todos los parlamentos del mundo, como nos cuentan los diarios.

¿Tan difícil es que en las organizaciones partidarias, en los gobiernos, haya una combinación saludable de personas con preferencias, unos por el pragmatismo, otros por la ética, y que de esa combinación se derive un ejercicio de la política mas equilibrado, que conjugue valores y necesidades? Pues, al parecer, si. Es difícil.

No parece fácil, con las actuales composiciones de las cámaras, atacar la raíz del problema. Tal vez una parte de la solución futura podría consistir en que en las nuevas generaciones de políticos, hubiera mas filósofos y menos abogados (sin ánimo de provocar a ese gremio).

En fin. Secretos y mentiras.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 18-05-09.

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