viernes, 15 de mayo de 2009

CUATREROS Y CORSARIOS

El imaginario cinematográfico y literario de cada uno suele estar habitado por materiales diversos de la memoria, influido por aspectos generacionales, sociales y culturales que determinan, en alguna medida, que ese sea un espacio propio, con contenidos comunes a todos quienes han pasado por las mismas experiencias de visionado de determinadas películas y de lectura de ciertos autores,pero el modo de combinarlos, almacenarlos y evocarlos es algo tan personal como los rasgos que nos diferencian como individuos.

Mi infancia y primera juventud fueron, en el aspecto cinematográfico, etapas devoradoras de centenares de Westhern, en los que John Wayne, casi siempre haciendo de sheriff con una carabina y un caballo reducidos de tamaño para destacar su envergadura de personaje mítico, se enfrentaba a los ladrones de caballos, en los horizontes abiertos que John Ford fotografiaba como nadie.

Aquellos filmes daban cuenta del conflicto permanente entre ovejeros y rancheros, de cómo esos conflictos se traducían en peleas sangrientas cuando los rancheros cercaban sus latifundios, para impedir el paso de ganado por sus tierras y del desprecio que suscitaban los pastores de ovejas cuando entraban al bar del pueblo en zonas no ovejeras, porque los rancheros percibían que olían mal, algo parecido a lo que nos ocurre a los fumadores –incluso a los que estamos en proceso de dejar el tabaco. Ayer le pedí fuego en un bar a una mujer, y percibí su mueca de disgusto, porque mi boca, aunque menos, aún huele a cenizas.

Pensaba yo que eso de los cuatreros era solo parte de mi memoria mas antigua, pero el Levante de hoy cuenta que la Guardia Civil de Burriana ha detenido a un ciudadano danés por un delito de robo con fuerza de ocho caballos. Un cuatrero. Yo creía que los daneses eran gente seria, por aquello de que solo permiten a sus políticos aceptar una tableta de chocolate, o algo similar, como regalo, pero ya se ve que una cosa es la nacionalidad y otra las opciones personales de cada uno. Hay mas. La policía judicial de Orpesa ha detenido a un vecino de Nules por apropiarse, después de forzar un corral en Vilafamés, de diversas cabras y ovejas, que no eran suyas, hasta un número de diez. Un cuatrero, aunque no se dedica al caballo, sino al ganado menor.

Los cuatreros han vuelto, quizás para certificar que vivimos un tiempo raro. Javier Cuervo dedica su columna de hoy en Levante a la piratería, que también ha vuelto.

Mi memoria de la piratería no solo está habitada, en particular, por Stevenson, Defoe y Salgari, por Viernes de Robinson, John Silver, de La isla del Tesoro, y Sandokán, de Salgari, sino por Garfio, porque durante un tiempo mas dilatado de lo normal quise ser Peter Pan.

También conservo muy frescas las imágenes de Jean Peters –una actriz olvidada-- porque la visión de su película –también olvidada-- La Mujer Pirata, debió producir un impacto indeleble en mi incipiente sexualidad, pues aun recuerdo sus pechos aprisionados en una blusa de talla menor que la suya, pugnando por salir de su encierro, mientras combatía con su sable con sus homólogos masculinos. A mi me parece que Jean fue una pionera del feminismo, pues medio siglo antes de que se aplicaran las cuotas de paridad en la política, ella ya mandaba un barco, lo que parece insólito para aquella época.

Aquellos libros y películas me ayudaron a distinguir, en la categoría filibustera, a los corsarios, de los piratas comunes. Los corsarios, como su nombre indica, disponían de una patente, generalmente otorgada por la corona inglesa, que les autorizaba a apropiarse del oro que transportaban los galeones españoles, a cambio de una sustanciosa comisión para la corona. Los piratas, en cambio, iban por libre, sin papeles, y trapicheaban lo que podían. Sus barcos no siempre tenían la envergadura ni la artillería suficientes para abordar los galeones españoles, así que se dedicaban a la caza de presas menores. Eran, por así decirlo, los delincuentes comunes del filibusterismo.

Javier Cuervo, con su precisión habitual, distingue hoy, en relación con la nueva piratería en el Índico, entre quienes son contratados por peonadas, los proletarios que integran las tripulaciones de las diversas embarcaciones que se dedican al saqueo y secuestro cerca de las costas de Somalía, de quienes, desde oficinas y bufetes, dirigen ese lucrativo negocio, y usan a esos tripulantes para sus fines, solo porque no han encontrado todavía un mecanismo robótico electrónico para sustituirlos.

Son tiempos muy raros estos, en los que vuelven a aparecer en las noticias cotidianas cuatreros y piratas, que creíamos que eran personajes de ficción que habitaban solo los espacios evocados por nuestra memoria mas antigua. Tal vez, nunca se fueron, en realidad. Vivían emboscados en bufetes,en despachos ubicados en las plantas mas altas de los rascacielos de los centros financieros de Londres y N. York, en los salones anejos a las cámaras parlamentarias, en los viejos y nobles edificios de los palacios de gobierno, y ahora, el estallido de la crisis les ha hecho abandonar su disfraz y los ha dejado a la intemperie.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 15-05-09.

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