viernes, 12 de junio de 2009

COCÓ CHANEL

Ayer fui a ver una versión libre de 'Cocó Chanel'. En el transcurso de la proyección, mi mujer me soplaba al oído las afinidades y diferencias del film con otra 'Cocó' que había visto en el cable, mas extensa y fiel a la biografía de la que fue, primero, huérfana, luego mantenida, y por fin, celebridad de la moda.

Al entrar en la sala, me fijé en la profusión de carteles, señales y advertencias que trataban de reforzar la propiedad intelectual de la película. Solo faltó que, en mitad de la proyección, sonara una sirena, se encendieran las luces de la sala y entraran un par de tipos con gabardina y brazaletes de las S.S. a pedirnos la documentación.

¿Para qué toda esa parafernalia, si en la sala solo éramos cuatro?

Al carajo la propiedad intelectual. Si las películas son robadas de otras películas, y las palabras de esas películas robadas, son robadas de otras palabras, ¿Que propiedad?

Al carajo las mafias monopolistas del cine y las palabras. A ver. Qué tiene de malo que yo haya robado dos palabras de Caballero Bonald, terrizo y azulenco, de su libro 'Dos días de Septiembre', para incluirlas en la página del Blog 'El analista de costes', la segunda mas visitada desde sesenta ciudades de dieciséis países, añadiendo así a los lectores de su libro un universo nuevo de lectura.

¿Que es eso de la propiedad intelectual? Desde que cambiamos los gritos guturales por las palabras amables y añadimos al coito vaginal desde atrás –aquí te pillo, aquí te mato-- el descubrimiento del amor frontal, mas sensible y delicado, sin excluir a nadie de la práctica de la vieja costumbre ancestral, las mujeres y los hombres nos hicimos mas libres y afectuosos, sin que ninguna policía de la SGAE, que se sepa, interviniera en ese progreso humano.

Puedo entender que se defienda la industria cultural, confundida con la cultura, como se protege la del automóvil, por la inmensa cantidad de puestos de trabajo, inversiones y capitales que moviliza, pero no tanto la posición de algunos autores, que a veces se comportan, en sus manifestaciones públicas sobre este espinoso asunto, como los primeros latifundistas que inventaron las vallas excluyentes.

¿Para que tantas barreras, academias, premios, copyright de negocios raros, expolios editoriales de autores muertos, del trabajo de negros, o meros aprovechamientos mercantilistas de nombres que salen mucho en la tele, si el mundo creativo no se divide en profesionales y amateurs, sino en talentosos, torpes y críticos a sueldo, que son –es una opinión personal-- el estamento mas bajo y mezquino de la industria cultural?

¿Que tiene de malo cargarse las estructuras de la industria cinematográfica que, con tanto denuedo, defiende González Sinde, a pesar de los muchos bodrios que produce? ¿Es que el talentoso Amenábar dejaría de hacer cine? Solo tendría que pedirlo en su página Web, y quienes amamos el buen cine le mandaríamos la pasta para que hiciera su próxima película, con un presupuesto al menos tan cuantioso como el de 'Ágora'.

En un mundo sin copyright, si todos nos robamos, todos salen ganando. ¿Una Utopía? Pues, si, una Utopía. ¿Y qué?

Al salir del cine, mi mujer me dio detalles de la versión extendida de 'Cocó'. Cuando llega el perfumista con su maleta de aromas, la abre, y Chanel, después de oler las muestras, escoge una botella. ¿Que nombre le ponemos?, pregunta el perfumista. Cocó, cuenta el orden de las muestras para identificar la que ha elegido. A ver, una, dos, tres, cuatro.... Chanel número 5. Así quedó nombrado, y luego registrado con el copyright, el perfume que luego, gracias al cine, muchos identificamos como el 'pijama' de Marilyn Monroe.

Tengo una duda. ¿Si un perfume ajeno, puede ser registrado con el nombre propio, con que lógica puedo criticar la protección intelectual de películas y palabras, que se dicen originales, aunque en buena medida sean tan robadas como las que persigue la SGAE? No se. Ustedes ¿que opinan?

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 12-06-09.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios