jueves, 18 de junio de 2009

EMPRENDEDORES Y RESIGNADOS

Entre los muchos modos posibles de observar el hervidero humano que nos rodea, hay una taxonomía que me fascina especialmente, Emprendedores y Resignados, pese a sus muchas limitaciones, en primer lugar lingüísticas, porque, por mucho que busco, no encuentro una palabra que describa con precisión el contrario de emprendedor.

¿Conformista, pasivo, resignado, indiferente? No sé. Me decanto por resignado, porque implica una actitud, mas que una determinación, genética o no. Tal como yo la veo, la resignación es una actitud estratégica de quienes, conociendo sus limitaciones, su falta de crueldad para sobrevivir entre la categoría de los emprendedores, depredadores superiores, prefieren optar por una especie de inhibición que les permite pasar desapercibidos, a condición de que se dejen chupar un poco la sangre, a cambio de su supervivencia.

Otra limitación de este par, que me gusta porque da mucho juego, es que tiene un aire de reminiscencia marxiana, por aquello de los explotadores y explotados, pero no es este tufo político historicista el que me impulsa a buscar en sus posibilidades explicativas, sino el hecho de que permite, sorpresivamente, explicar cosas de rabiosa actualidad.

Visto el mundo como una combinación variable de emprendedores y resignados, podemos aventurar la hipótesis de que es el delicado equilibrio entre ambas categorías lo que permite sostener en el tiempo el progreso humano. Si todos nos comportáramos con resignación, el mundo no progresaría.
Si todos fuéramos emprendedores, la destrucción de la especie estaría asegurada en un tiempo breve, en términos geológicos.

Vean lo que ha sucedido en los últimos años, al comenzar a deshacerse ese equilibrio sostenido durante milenios entre emprendedores y resignados. La libre competencia, ese paradigma de la eficiencia social y económica puesto de moda no hace tanto por Ricardo y Smith, atrajo en los últimos siglos tal cantidad de nuevos emprendedores al sistema, que ese desequilibrio ha devenido al final en la incompetencia del propio sistema basado en ese paradigma, amenazando la supervivencia, tanto de los emprendedores, como de los resignados. Dejando aparte cuestiones biológicas menores, este podría ser un buen punto de partida para ensayar la comprensión del entorno económico que nos rodea, que los economistas se muestran cada vez menos capaces de explicar.

Con esto no quiero defender que las formas de monopolio y oligopolio, sean del Estado o de la economía privada, sean preferibles a un grado sensato de libre competencia. Solo llamo la atención sobre el hecho, observable en otras especies presentes en la naturaleza, de que cuando el número de individuos de una determinada subespecie crece de un modo abrupto, incontrolado, todo el eco sistema que las acoge puede entrar en crisis, amenazando, sin distinción, a todos los individuos que lo habitan.

Estas distorsiones de la vida natural suelen presentar distintos desenlaces. Bien la especie o especies que han generado el desequilibrio se extinguen, o el número de sus individuos se reduce hasta encontrar, de nuevo, un punto de equilibrio. Es lo que podría estar sucediendo ahora mismo, con la mortalidad de empresas que aparece, de modo cotidiano, en la prensa diaria.

No hay intención sectaria, por mi parte, en esta clasificación dicotómica, pues en mi propia familia hay ejemplos, mas o menos gloriosos, de ambas categorías. La bisabuela Flora se buscaba la vida por el barrio con una cesta llena de huevos frescos, y los dulces que elaboraba con esos maravillosos productos unicelulares, protegidos en el caldo gelatinoso de sus claras, después de mezclarlos y batirlos hasta que alcanzaban la excelencia que daba justa fama a sus productos artesanales, era, precisamente, una emprendedora.

Uno de sus nietos, después de ser excarcelado tras una larga temporada a la sombra por su sola condición de anarquista militante, luego de una experiencia fallida traficando con material de carpintería para un constructor amigo, compró una máquina de timbrar cuero, pero su condición de anarquista, acompañada de su excesiva soberbia, que es un rasgo familiar presente en las sucesivas generaciones, le llevó a una discusión encendida con su único cliente, al que perdió.

Esas experiencias emprendedoras fallidas le llevaron a una cierta resignación, no solo contemplativa, pues en esa etapa se interesó por la política nacional, y hasta llegó a ser recibido por Fraga, quien le regaló un libro sobre su proyecto de reforma política, lo que no es ningún mérito, pues el entonces ministro de Franco, le colocaba un ejemplar a todo el que se aventuraba en su despacho.

La contemplación, no es exactamente resignación, aunque algo se le parece. De los sucesores de aquellos emprendedores, creo que solo yo he optado por la contemplación, en su sentido mas vividor, es decir, verlas venir, desde una postura prudente, por no decir miedosa, sin llegar a involucrarse directamente en los hechos observados. Es lo que suelen hacer algunos analistas, algo cínicos, que miran desde la distancia.

Esa estrategia se corresponde, en biología, con la inhibición, ese curioso proceso por el que algunos individuos de determinadas especies, cambian su coloración y se mimetizan con el entorno, como un modo de eludir a los grandes depredadores.

Pero los hechos, cualquiera que sea la opinión de quienes los observan, suelen manifestarse, tozudos, y sus variables objetivas, cuantificables, presentes en el entorno, no me parece a mi que desmientan la oportunidad actual del análisis basado en el equilibro, o desequilibrio, de la proporción relativa de emprendedores y resignados, como una explicación adicional de los hechos económicos acaecidos y que tanto influyen en nuestra vida cotidiana.

Otra cosa es demostrar la racionalidad de esa hipótesis. Para eso están los científicos. Yo solo soy un bloguero, contemplativo, mas que resignado.

En fin.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 18-06-09.

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