jueves, 11 de junio de 2009

COMISIONES

Comisión, según mi viejo Espasa, es un conjunto de personas encargadas por una corporación o autoridad para entender de algún asunto. En cuanto a la comisión mercantil, según la misma fuente,
se trata de la retribución al comisionista o mandatario que la realiza. Extraordinariamente pobres son estas definiciones, pues no contemplan la riqueza en la práctica de este vocablo. Para empezar,
hay Comisiones, personas designadas por otras para representarlas, que no reúnen la condición de autoridad, sino que han sido, precisamente, comisionadas para personarse ante esas autoridades en reclamación de determinados intereses ciudadanos.

Este tipo de Comisiones, están presentes en la vida ciudadana de Heliópolis con una intensidad sorprendente. Basta dar un vistazo al periódico para constatarlo. La Plataforma vecinal del Cabañal, por ejemplo, ha debido recurrir a sus comisionados, en reiteradas ocasiones, para conseguir que el Tribunal Supremo estudie su demanda por expolio, derivada de la política urbanística oficial en ese barrio.

U.G.T. y CC.OO., que se van a concentrar mañana en el Palau de la Generalitat, se verán obligados a recurrir a una delegación reducida (una Comisión) si quieren ser recibidos en el venerable edificio, (todos no cabrán) para que sean escuchadas sus demandas en relación con la execrable política de “Bienestar” Social, que practica el Conseller Cotino.

Luego hay otro tipo de Comisiones, mas semejantes a las que describe el diccionario, aunque su función teórica, resolver asuntos, a veces se pervierte, porque lo que se desea por quienes las nombran es “congelarlos”. Me explico. Hubo un tiempo en este país, en que el modo de desactivar una protesta popular, era a bastonazos. La maquiavelización de la política ha impuesto, con el tiempo, otras modalidades. Se crea una Comisión, nombrada por la autoridad, con la finalidad declarada de atender las peticiones de los ciudadanos representados por los comisionados populares y estudiar el modo de resolverlas que, normalmente, suele derivar en dos tipos de desenlace.

O bien, se dictamina en veinticuatro horas lo que sea, con tal de echar tierra al asunto, como mas o menos sucedió aquí con el accidente del metro, o se deja languidecer el asunto en una comisión que no se reúne, hasta que las telarañas del olvido cubren por completo el ímpetu reivindicativo que obligó al simulacro de su constitución.

Un ejemplo de estos grupos de participación ciudadana, aunque se trata en este caso de algo mas institucional y numeroso que una simple Comisión, es el Consejo Escolar Valenciano, con cientos de miembros, que incorpora todos los estamentos interesados en la educación. En este caso, por parte de la administración, se ha utilizado el modelo telaraña, pues en el año mas conflictivo de la vida escolar, repleto de manifestaciones, protestas, decisiones polémicas, controvertidas, algunas ilegales como han dictaminado los tribunales a su tiempo, el C.E.V. solo ha sido convocado UNA VEZ, en todo el curso escolar.

Creo haber demostrado, pues, sin necesidad de recurrir al ejemplo de las Comisiones falleras, que la figura de la Comisión, con mayúsculas, en la vida colectiva, es mucho mas rica y variada de lo que supusieron los lingüistas que redactaron las viejas definiciones pre democráticas.

Luego están las comisiones, así, sin mayúsculas, que tampoco son mancas. También aquí, la definición teórica se queda corta, pues solo contempla la comisión mercantil, mientras que las hemerotecas y el Levante de hoy mismo, hacen aflorar una riqueza faunística incluso aún mas variada.

No voy a fatigar a nadie con las comisiones urbanísticas, que tienden a ser sureñas, pero no en exclusiva. Me viene a la memoria, al leer hoy en Levante las dificultades del Consell para encontrar concesionarios que quieran hacerse cargo del sueño algo surrealista de las autovías de peaje a Requena y Caudete?, con origen en Heliópolis y Albacete? (ruego disculpen los interrogantes, pero pueden eliminarlos leyendo la versión digital del periódico citado, a mi, ahora, no me apetece), cierto asunto turbio en relación con las contrataciones primeras de la Alta Velocidad en España.

Así como el Consell no encuentra a nadie que haga sus autopistas, porque les propone que paguen primero y ya cobrarán, si lo hiciera al revés, cobren primero y ya lo harán, tendría un ejército de concesionarios en competencia salvaje por obtener los contratos, incluso algunos dispuestos a usar los procedimientos que al parecer, no se si presunta, o efectivamente, utilizó Siemens para conseguir que se germanizara la Alta Velocidad. Claro, como el Consell no tiene un duro, y su solvencia no se como está, pues no puede aspirar a ese modelo de obra pública, aunque en otros contratos menores, al parecer si lo ha practicado.

No estoy afirmando que la única razón para germanizar la Alta Velocidad, fueran las comisiones.
Igual influyeron factores estratégicos. Los germanos no son vecinos, mientras que los franceses, que también concurrieron, si lo son. Pudo pesar, en la decisión final, el temor de que los franceses nos invadieran, como hicieron en 1.808 o por ahí, con la excusa de la Alta Velocidad.

Con esto solo quiero demostrar, la ridícula estrechez de las definiciones formales del concepto de comisión, con minúsculas. De lo dicho hasta aquí se desprende que, además de la comisión mercantil, están las urbanísticas, las ferroviarias, las de las obras públicas que dependen de la D.G.T. o de las Consejerías de Obras Públicas de los distintos gobiernos autonómicos, y las mas románticas y etéreas presuntamente relacionadas con eventos efímeros, por no hablar de las retribuciones en especie británicas, pero no solo de allí.

Citaré, ademas, sin ánimo de ser exhaustivo, solo a título anecdótico, las comisiones bancarias.

Hace días recibí un papel del banco en el que decía que me habían quitado de la cuenta siete pavos por no se que concepto, y que ese gravamen tenía carácter periódico y mensual. Me personé en el banco, aprovechando que tenía que sacar pasta, --lo que mi mujer llama, con mucha guasa, la limosna semanal-- y le dejé dicho al de la ventanilla –el apoderado estaba atosigado de empresarios que querían renegociar su deuda y no era posible abordarlo-- 'dile al jefe que no pienso pagar los siete pavos. Chao'

Por la tarde, me llamó el director. --Perdona que te moleste, no estarás haciendo la siesta. --No, estoy en el ordenador, -–contesté yo-- busco un banco para llevarle las cuentas. Con unos reflejos envidiables, el tío contestó, --Eso está bien, hay que estar bien informado.

Al final resultó que la comisión, me dijo, se derivaba de que la cuenta se abrió con un carácter profesional y el uso del talonario era lo que generaba el gravamen. ¿Para que quieres el talonario?
--¿Yo?, pa´na, si me dais la pasta con el D.N.I. Pues todo arreglado, te quitamos el talonario y la comisión.

No estoy seguro de que esté arreglado. Seguro que el mes que viene, lo que no me cobren por el talonario, me lo querrán cobrar por el correo. Son así.

(Por cierto, esta es la Entrada número 600, pero no me parece que eso merezca ningún tipo de celebración)

LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 11-06-09.

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