lunes, 15 de junio de 2009

VERANO III

“El verano es una época maravillosa. Propicia para la violación de correspondencia, también para ser correspondido tras esa violación. Verán. Introduje los dedos índice y medio, haciendo pinza, en el buzón de Lovelace, puerta 28, y ¡bingo!, carta del Banco.

Con ese tesoro que me abriría su puerta –estaba en mi buzón, por error, casi lo abro, pero me he dado cuenta de que era para ti. Toma-- pulsé el botón de la planta séptima severa, la llamo así, porque otra vecina de esa planta tiene un aire severo amenazante, no como Lovelace que no puede disimular que es de cepa dulce. Llamé al timbre de la veintiocho, con el sobre en una mano, y cuando ella me abrió, todo el esplendor del verano habitaba su cuerpo, apenas velado/desvelado tras una bata casi traslúcida que revelaba el vórtice oscuro de su vello púbico y la turgencia de sus senos perennemente erectos, como permanentemente empalmado estaba yo todo el día esperando ese momento.

El sobre fue a parar al suelo casi de inmediato, pues apenas balbuceada la pueril excusa de la carta, ambos nos miramos sin hablar, y de esa mirada con acuse de recibo,--olvidaba decir que soy cartero, y solo suelo llamar una vez-- surgió un silencioso consenso venéreo, que dio con nosotros sobre la pared del vestíbulo, ella firmemente apoyada en el muro y yo firmemente metido dentro de su entrepierna, con mi polla dura entre sus muslos, mientras mis manos acariciaban la turgencia de sus senos y mis labios recorrían, delicados, su frente, sus párpados, la punta de su nariz, sus labios aún no separados, hasta que enseguida nuestras bocas se abrieron y nos devoramos con fiereza mientras los muslos de Lovelace atrapaban mi miembro entre sus carnes prietas.

No hizo falta, --gracias, verano-- realizar esas tediosas manipulaciones textiles propias de la estación fría, cuando todos nos ponemos varias pieles encima, porque la piel de Lovelace estaba tan accesible, que solo con un movimiento de separación del tenue velamen en el que se envolvía, el aroma marino de su cuerpo, con cuerpo y todo, apareció en su lujoso esplendor ofrecido, y por su parte, Lovelace, solo tuvo que insinuar un ligero tirón hacia abajo del pantalón blando mal atado con un cordón que yo llevaba puesto, para liberar el mástil que hizo juego con su aroma marinero, y entre los dos, inspirados por una misma pulsión, compusimos una escena típica, como esas marinas en las que aparecen pescados completamente desnudos, brillando al sol de junio, ese mes, este mes, en el que en el valle del Guadalquivir se alcanzan los cuarenta grados.

Pero en la planta séptima severa, mas en concreto tras la puerta veintiocho, la temperatura era de veintidós grados –milagros de la tecnología moderna-- y Lovelace y yo nos movíamos, --sobre todo, yo, la cola-- como pez en el agua.

Coincidimos ayer, Lovelace y yo, en una exposición colectiva de artistas locales, pintores y escultores, que abundaba en desnudos masculinos y femeninos, además de las consabidas flores y paisajes marineros. Volvimos juntos, para eso somos vecinos, y al pasar por el puente ese donde hay unas gárgolas de bronce que rematan el acceso a las aceras, con una expresión terrorífica, y unos genitales aún mas terroríficos, ella no pudo evitar fijar su vista, obsesiva, sobre tamaños motivos escultóricos. Fuese por la influencia canicular del verano, por la temperatura y humedad concreta de ese lugar singular, percibí que el ánimo de Lovelace, mi vecina de la veintiocho, era propicio para intentar un consenso venéreo. Me acordé entonces de El cartero siempre llama dos veces, de la tórrida escena que componen Nicholson y Lange sobre la mesa enharinada de la cocina, y enseguida me vino a la mente la idea de violar su correspondencia, con la esperanza de que ella me correspondiera.

Su modo de tirar de mis ligeros pantalones sin cinturón hacia abajo, para descubrir mi miembro empalmado apuntando en la dirección exacta, y la manera en que lo atrapó enseguida para no dejarlo salir hasta que consumó su función, se pareció bastante a mi método de violación de correspondencia, fue, en realidad, por ambas partes, una violación correspondida.”

Ignoro si esta entrada cumple, o no, las condiciones de política de contenido del Blog. Por esta vez, sin que sirva de precedente, me da lo mismo.

En fin. Ya está aquí el largo y tórrido verano. Que ustedes lo disfruten. Un saludo cibernauta.
De nada.


LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 15-06-09.

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