Anoche asistí a un concierto de Jazz al aire libre. Junto a la fachada del Ivam, en unas sillas improvisadas, unos centenares de personas esperamos el comienzo del acto. Sobre la tarima, un piano Yamaha, unos bafles que, en principio, por su tamaño, no parecían demasiado amenazantes.
Nos sentamos en la fila tres, sin ser conscientes de que la electrónica ha reducido de tamaño sus cachivaches, pero sin merma de su potencia.
El concierto fue tan cañero, pero cañero, cañero, que mi mujer, cuando terminó, tenía una jaqueca considerable, por la cercanía en demasía –siento el pareado-- de los amplificadores de sonido. Por lo demás, el concierto resultó memorable, con un ritmo salvaje sostenido desde el principio por Lluís Coloma, que hizo una demostración totalmente efectista, pero virtuosa, de su dominio pianístico, acompañado por un bajo eléctrico sensacional y un batería con uno de los sonidos mas limpios que he escuchado nunca en ninguno de los tugurios, de aquí y de fuera, dedicados al jazz, a los que he tenido la fortuna de acudir.
Recuerdo la buena impresión que me dejó el pianista del tugurio de Rony, en el Soho londinense, durante el viaje que perpetré a esa ciudad en una fecha que no recuerdo, pero que conté en la página del Blog, Londres, 13-17, también la curiosidad del anciano porrero de color a quien observé en un local de la madrileña calle Huertas, mientras esperaba su actuación, en otro viaje para visitar el Reina Sofía y el museo Thyssen. Son recuerdos gratos de buen Jazz, de jam sesion, pero nada tan salvaje como la audición que nos ofrecieron, anoche, Coloma y sus chicos, a unos espectadores que no dejamos de movernos durante toda la sesión y que, después de los consabidos aplausos que subrayaban los momentos puntuales del concierto, nos pusimos de pie al final del acto para dar una ovación estruendosa a los chicos que, la verdad, no se como pudieron imprimir un ritmo tan incansable a su música, sin la ayuda, por lo menos, de una raya.
Blues, Booguis, Fox trots, una mezcla ecléctica de música americana, pero donde primaban arreglos de composiciones de los años treinta, los años locos, salvajes, en los que la música americana tenía un componente y una vocación, sobre todo, anti crisis, aderezados con la versión de un arreglo de 'El vuelo del moscardón', de Rimsky Korsakov, en la que Lluís insistió hasta el límite en su virtuosismo efectista, entre la reacción divertida del público.
No descarto que el número de espectadores escuchantes se incrementara sensiblemente a lo largo de la actuación, porque los vecinos de la calle próxima al Ivam, cuyos dormitorios dan a la parte posterior del escenario improvisado, es imposible que pudieran dormir con la potencia del sonido que llenaba la noche de junio. Sea como fuere, lo cierto es que la gente se lo pasó bomba y al final del acto hacían cola para comprar el CD que contenía las interpretaciones que Coloma y sus chicos nos regalaron, y que, según dijeron, habían grabado en el Café Central de Madrid.
No compro música enlatada. Mis limitados ingresos no me lo permiten. Mi hijo me baja alguna vez de Internet, tangos, cha cha cha, salsa, fox trot, para que no se nos olviden las prácticas de baile de salón que realizamos en época escolar, pero los amigos que nos acompañaban compensaron esa débil capacidad adquisitiva nuestra, con su propia adquisición del disco de Coloma.
Coloma parece uno de esos músicos jóvenes, con formación clásica, que han optado por el atajo del jazz, en lugar de esperar un turno improbable en los circuitos de la mal llamada música seria. Si a la música algunos le exigen seriedad, hay que decirles que el éxito popular del concierto de anoche dado por Coloma y sus chicos junto a la fachada del Ivam, en la noche mas calurosa de lo que ya ha transcurrido del mes de junio, fue un éxito realmente serio, muy serio. Clamoroso.
Ahora, a esperar el festival de jazz en Heliópolis. Suelen incluir en el programa una sesión por el morro. A esa, asistiremos.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 19-06-09.
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