viernes, 5 de junio de 2009

INCONSECUENCIA

Hoy me he levantado con la viva conciencia de mi inconsecuencia. La inconsecuencia pasa por ser la falta de una correspondencia lógica entre la conducta de un individuo y los principios que profesa. Se espera de una persona que es consecuente, que proceda con orden y conformidad en lo dicho y en lo hecho.

Ayer me llamó la chamán para saber como me iba después de haber dejado el tabaco, y cuando le contesté que todavía estaba echando mano de los últimos cigarrillos de un paquete sobrado que guardé en un bote de cristal, después de mi solemne declaración del día 3, que acompañó la acción de tirar al retrete el supuesto último cigarrillo de mi larga historia de fumador compulsivo, me dijo, en un tono de voz que reflejaba una cierta alarma,

--¡Considera que solo has aplazado un día tu decisión irrevocable de dejar el tabaco, y procede como te indiqué! Espero, estoy segura, que en la próxima sesión podré constatar que lo has dejado del todo. Tu puedes. Debes ser congruente, consecuente con lo que has aprendido en el mes que llevas con nosotros. Hasta el martes.

No me dijo qué les estaba ocurriendo a los demás colegas del grupo de aspirantes a no fumadores
perpetuos, aunque yo no le pregunté.

Lo cierto es que, en la entrada de ayer, me mostré muy exigente con los políticos, demandando que fueran mas congruentes, mas consecuentes con sus palabras y actos, para merecer la credibilidad de los votantes, con una exigencia ajena entre principios y conductas que implica una demanda de ética universal que esta mañana, al mirarme en el espejo, no he visto reflejada en mi propio rostro transgresor.

Y es que, si el reproche que le hice en la página Torquemada a Rajoy, en el sentido de que las taras que reprochaba en los otros, solo eran el reflejo de su propia imagen en el espejo al que evita mirar,
tiene algo de verdadero, mi exigencia ética hacia las conductas políticas se rebaja mucho cuando se trata de mi mismo, de practicar la congruencia entre las solemnes declaraciones, incluso refrendadas con mi firma, sobre mis nuevos principios de no fumador, y mi conducta escandalosamente transgresora de esta mañana, cuando he sacado un paquete de Ducados y, después de fumarme un par de cigarrillos prohibidos, le he dado el paquete a Tony para que lo esconda en un cajón ignorado por mi.

--Total, por unos cigarrillos, te autoabsuelves. --Total por unos trajes, piensan otros. No vale cambiar la vara de medir, según seas tu el transgresor, o sean otros. No es consecuente.

--Todavía te quedan ocho días. Ha dicho la chamán. Es el margen que tengo para hacer congruentes mis nuevos principios de no fumador y mi conducta de fumador transgresor clandestino y vergonzante.

“¿Me contradigo? Pues si, me contradigo.” Entre la tolerancia de Whitman con sus propias contradicciones, y la íntima necesidad de congruencia entre mis principios y mis actos que me demanda vivamente mi conciencia en esta mañana lluviosa de junio, solo puedo decir que voy a seguir intentando vencer mis contradicciones, aunque sea alejándome de ellas.

En busca de un cambio en mis rutinas mientras transcurre el periodo de dura abstinencia, para alejarme de la cálida seducción del Maravillas que invita a repetir los hábitos mas arraigados, estoy planeando un viaje a Madrid para ver la exposición temporal de Joaquín Sorolla en el Museo del Prado.

Felipe Garín, un experto en arte que dirigió el Museo del Prado, y ha dirigido en Heliópolis el Museo de San Pío V, lleva a cabo, desde hace tiempo, una ingente y consecuente labor de promoción y proselitismo, para conseguir que en el mundo del arte se acepte, de una vez por todas, que Sorolla es uno de los grandes.

Relegado durante un siglo en el nicho de pintor menor, con reconocimiento mas regional que universal, lo cierto es que su formación artística, su paso por París, a pesar de su condición de pintor figurativo, dotó a su paleta de la misma pulsión impresionista que a los demás grandes de su tiempo, pero su origen periférico, pese a que ganó una gran fortuna con sus retratos, le alejó de las cotizaciones de las grandes subastas, mas centradas en Manet, Renoir, Monet, Degas, Cezzan o Gauguin, aunque los murales de la Hispanic Society traídos a Heliópolis con ayuda de Garín, y la extensa exposición ahora ofrecida en el Prado, están cambiando esa vieja consideración de pintor periférico que acompañó a Sorolla, por el renacimiento de su nueva figura de pintor universal aclamado por los críticos y por el público.

Garín lo ha conseguido. Su conducta ha sido consecuente con sus principios sorollistas.

Urgido a abandonar este escenario convulso de no fumador inconsistente, en el que aún permanezco, dispuesto a acuchillar por la espalda a cualquiera que entre aquí con una cajetilla de cigarros en el bolsillo, sin ningún remordimiento, me fui a una agencia de viajes con nombre de pájaro de cetrería, en busca de otros horizontes mas sosegados.

La nena de la agencia pretendía cobrarme no se cuanto de mas por cada billete del Alaris. Como vamos a viajar cuatro, le dije que lo pensaría, después de que me informara de que su agencia no trabaja habitualmente con el Museo del Prado y me recomendara un hotel cerca de Atocha.

Después de dos horas de navegación por Internet he conseguido, por fin, concretar el viaje. Primero fueron las entradas. Ya las tenemos cargadas en cuenta y conocemos el localizador. Nos han salido, dos de ellas, a mitad de precio, por el privilegio de la edad. Hemos buscado en la web el hotel que nos recomendó la nena de la agencia.

Una habitación cojonuda. Al ampliar el zoom, hemos activado el detector electrónico de polvo. Ni rastro de polvo en las cortinas de color oro viejo que decoran la amplia habitación, pero cuando hemos ido al mapa, --el hotel está cerca de Atocha, nos dijeron-- hemos visualizado que hay por lo menos seis cuadras desde la estación hasta el hotel. La verdad, no somos de coger taxis. Seis cuadras cargados con las maletas, aunque sean de ruedas, bajo el sol inclemente de la meseta, nos han desanimado.

Vuelta a buscar en la web hasta encontrar otro hotel, que está en Atocha, 83. Dos habitaciones dobles, dos noches, por un precio razonable, ciento cincuenta pavos por pareja. Te hacen el cargo en la cuenta el día que entras. Bien, no?

Lo peor ha sido lo de Renfe. Aclararse con las tarifas especiales de Renfe para el Alaris, “No es fásil .....” como decía un amigo latino. De entrada no sabes si te conviene la tarjeta oro o la tarifa estrella. Al final decides que, para un solo uso, la tarjeta oro no vale la pena, pero cuando te metes en la tarifa estrella, cada que vez que cambias una fecha, un horario, o el número de billetes, no quedan billetes para el día y hora que demandas, o las ofertas de la tarifa estrella, cambian, aparecen y desaparecen a una velocidad de vértigo. Al final, cuando crees que lo tienes todo cerrado al mejor precio, adviertes que te has equivocado en la fecha de regreso.

Cuando lo intentas corregir, como ya te han hecho el cargo en cuenta, necesitas una llamada telefónica para salir del fiasco. Al final consigues cambiar a la fecha que te conviene, pero de los ocho billetes que has comprado, solo seis alcanzan la tarifa reducida y dos van a precio normal. Da igual. Lo dejas así. Aun te sale a cuenta.
Ahora entiendes porque la nena de la agencia te pedía un suplemento por gestionar tus billetes.
“No es fásil...no es fásil”, ya lo decía mi amigo el latino.

En fin, pronto, a su debido tiempo, me largaré, abandono este ámbito cotidiano, el escenario de rutinas y hábitos vinculados a la compulsión de fumar, en busca de la serenidad del arte. De paso visitaremos algún garito de jazz, tomaremos algún daiquiri, comeremos en Chueca, esas cosas.......
Lo contaré, oportunamente.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 5-06-09.

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