jueves, 4 de junio de 2009

CREDIBILIDAD

Los políticos mas visibles de los principales partidos en el gobierno y en la oposición, al menos en ciertos países europeos, están pasando por su nivel mas bajo de credibilidad desde que las instituciones europeas se fortalecieron con la consiguiente estabilidad política continental que ha durado décadas y ha dejado frutos tan importantes como la ausencia de conflictos bélicos entre las naciones que protagonizaron los enfrentamientos violentos en la segunda guerra mundial.

En España, en particular, los debates en televisión para las elecciones europeas alcanzan récords de desinterés, de desatención entre la ciudadanía, porque cada vez mas ciudadanos perciben que los argumentos escuchados no les interesan, bien porque los consideran mendaces, o perciben que incluyen mensajes sesgados, que poco tienen que ver con sus intereses del día a día.

En Gran Bretaña, la falta de credibilidad de Gordon Brown se extiende ya a sus compañeros de partido, y en esas condiciones es complicado que sus mensajes a los ciudadanos, sean creíbles.

En Italia, parece que la credibilidad gana terreno, pues el desprestigio público de Berlusconi es tal que muchos italianos que negaban haberle votado, comienzan a reconocer haberlo hecho, y ese parece ser el primer paso para que el país, en su conjunto, comience a ser mas creíble, asuma la responsabilidad política exigible a sus ciudadanos, y obre en consecuencia.

El papel de Putin en Rusia, fortalecido después de los excesos de Yeltsin a los que puso fin en beneficio de su propio sistema oligárquico, sin desconocer que pueda haber producido alguna mejora entre la ciudadanía, no puede tener mas credibilidad que la que se puede atribuir a un ex jefe del KGB metido a político democrático.

Estos cuatro ejemplos bastan por si mismos, en mi opinión, para reconocer que la política europea está necesitada de una urgente regeneración, para tratar de recuperar, al menos en parte, un cierto nivel de credibilidad, compatible con el sano funcionamiento de los sistemas democráticos.

Algunos editoriales de los medios de comunicación comienzan a hacerse eco de una cierta degeneración de la política, pero es sobre todo en la barra de los bares donde se percibe este sentimiento generalizado con mayor intensidad.

Sea por el efecto de la crisis económica, y la consiguiente frustración que produce en las expectativas de muchas personas, sea por una cuidadosa lectura crítica de los mensajes poco convincentes que reciben de los políticos que tratan de establecer un puente con las corrientes de opinión popular, sin demasiada eficacia, lo cierto es que los ciudadanos de a pie tienen una cada vez peor opinión de la sinceridad, honradez y capacidad de los políticos para gobernar la situación actual. Y esto se percibe, sobre todo, en las conversaciones cotidianas, tan alejadas de los argumentarios de los debates políticos, que es inevitable pensar que el hilo de comunicación entre los gobernantes y los gobernados está, actualmente, interrumpido.

¿Podemos esperar que la generación actual de políticos esté, por si misma, en condiciones de alcanzar la necesaria regeneración de un sistema que puede estar en trance de perder toda su credibilidad, en su conjunto?

Francamente, no estoy seguro. No termino de creer en un cambio de actitud de los mismos que han conducido el ejercicio de la política a su miserable situación actual.

Tal vez haya que esperar algún tiempo, que no será seguramente un tiempo breve, para que una renovación generacional, ética, que incluya un cambio en las costumbres inveteradas –léase privilegios-- de los políticos, introduzca un cambio radical, no solo en los modos de hacer política, sino en el modo de comprometerse con el electorado, en la manera de comunicarse con los ciudadanos, mucho mas interactiva, una regeneración en definitiva que devuelva la percepción de la credibilidad por parte de los ciudadanos, en el noble arte de la política.

Mientras tanto, habrá que tener mucho cuidado para que ese desengaño popular, colectivo, no lo capitalicen las formaciones de extrema derecha.

A pesar de la extendida incredulidad en la capacidad de la política para mejorar la suerte individual de los ciudadanos, --en eso, somos nosotros los mas capaces-- una minoría de electores, dicen que en esta ocasión aún mas minoritaria, acudirá a las urnas el próximo domingo día 7. para depositar su voto. Me atrevo a suponer que la mayoría de esa minoría minoritaria votará atendiendo a la fidelidad de un sentimiento de afinidad con su partido y en contra del oponente, sin atender a hechos objetivos de sus logros parlamentarios.

Aun así, sean cuales fueren los resultados de los comicios europeos, si las fuerzas de la extrema derecha no se ven favorecidas por la falta de credibilidad de los partidos mayoritarios, deberíamos considerarlo un triunfo de la democracia, sin desconocer que precisa de una urgente regeneración.
Si sucediera lo contrario, ese será el signo de que ese proceso regenerador debe acometerse cuanto antes.

LOHENGRIN (CIBERLOHEGRIN.COM) 4-05-09.

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