domingo, 7 de agosto de 2011

VICENT

He bajado al bar de los locos, algo resacoso, por el poco dormir y el mucho reír, con un billete de cincuenta que me sobró anoche después de pagar la cuenta de las berenjenas fritas, los champiñones, las anguilas, los pescaditos, la sepia --uno, dos, tres, cuatro, cinco, falta algo, si-- las puntillas, y luego, los mojitos en Veles i Vents. Acomodados sobre unas sillas altas de mimbre, contemplamos, junto
al parapeto del canal del puerto, un irreal paisaje nocturno compuesto con un falso bergantín varado que acoge un restaurante, una luna creciente? puesta cerca del palo mayor, como si fuera de atrezzo y un mar salpicado por inmóviles reflejos lunares.

Luego he pasado al quiosco, --¿tienes cambio de cincuenta para el periódico? --si, pero date prisa en cogerlo, porque todos mis colegas han cerrado y se está acabando a una velocidad de vértigo. Nunca me ha quitado el sueño quedarme sin el periódico del domingo, pero hoy habría sido, verdaderamente, algo parecido a una pérdida luctuosa, si me hubiera quedado sin conocer el contenido de la última de 'El País'.
(...)
La página entera está dedicada a la cuarta entrega de una serie de Manolo Vicent, se titula Verano de 1977, contiene una gran foto con dos personajes, Pasionaria y Alberti, que hoy parecen tan irreales como el paisaje lunar de Veles i Vents, pero enmarcados en el grandioso fresco, entre velazqueño y barroco que Vicent pinta con una maestría literaria y cromática tan singular que es imposible de imitar, solo son un testimonio histórico de la transición.

Lees esa página y compruebas que el resultado del lenguaje cromático de Vicent no desmerecería nada en las bóvedas de la Sixtina, o en el centro de un marco enorme, vacío, colgado en el muro de la sala mas grande del IVAM. No conozco otro escritor que publique en los periódicos, cuyo lenguaje literario esté tan asociado a la alquimia de la plástica.

Vicent describe las variadas tribus que pululaban por el país en aquel verano mágico de la transición, con la misma plástica expresionista que Goya, cronista de su época, aplicó a 'Los fusilamientos de la Moncloa' y cuando terminas de leer la página te queda la sensación de haber transitado por las salas de un museo donde un comisario genial hubiera expuesto las mejores imágenes de aquel tiempo histórico fugaz.

Cuando sea mayor, no estoy seguro de que me guste ser, exactamente, como Vicent,pero, sin sombra de duda, se que me gustará seguir leyéndolo, eso si, eternamente. Me gustaría que ese conserje del cielo, o del infierno, que sale en un anuncio de café con George Clooney, me dijera, señor, ha llegado el artículo de Vicent, y dejar morir así el aburrimiento de la eterna gloria o la condena eterna.

Los hombres en general, incluidos los artistas del lenguaje, encuentran menos dificultad para construir un fresco del pasado, con resultados brillantes, aplicando una síntesis de las mejores técnicas pictóricas y de albañilería, que para hacer una foto fija del presente. Las claves del presente se escurren entre los dedos como un fluido imposible de retener.

Una prueba material de lo que digo es el insustancial titular de la primera de 'El País' de hoy que, mas o menos, dice, vuelve la recesión ante la impotencia de los políticos.

Para estar a la altura de la última página, los editores de ese diario deberían haber llenado la primera con la foto de un templete, digamos neo clásico, cuya bóveda se apoya en dos columnas. En páginas interiores podrían explicar que ese edificio está hecho sin clave que sustente la bóveda, y que las dos columnas, el poder político, y el poder económico y financiero, están desequilibradas, provocando unas grietas en la bóveda cuyo material está comenzando a desprenderse sobre las cabezas de quienes lo habitan.

Llamar la vuelta de la recesión a una avería estructural de esa naturaleza, y nombrar como impotencia un ataque de aluminosis que corroe todo el esqueleto del poder político, no solo sus partes blandas, es, en mi opinión, una falta de precisión censurable.

El poder es, básicamente, un conglomerado compartido entre políticos y líderes económicos y financieros, sujeto a tensiones y fuerzas variables, que cambian, en términos históricos. Quien piense que el poder político es una cosa blanda, dependiente, que no pinta nada en los negocios del mundo, debería recordar lo que le pasó a Ruíz Mateos.

Otra cosa es que, en este momento preciso del presente, las fuerzas de la economía global hayan erosionado el peso del poder político en la estructura del edificio.Hay que hacer gala de una inocencia infantil para mirar el presente en términos económicos, mas que políticos.

La actividad económica es, antes que otra cosa, el resultado de las actitudes y conductas de las personas. Llamarle recesión a esa foto fija en la que la población cobijada debajo de la cúpula neo clásica ve caer sobre ella los cascotes de esa demolición, pensar que los agentes económicos, los empleadores, los trabajadores y desempleados, todos ellos, inversores, consumidores, van a modificar sus actitudes y regresar a sus hábitos anteriores, sin que antes, una cuadrilla de modestos albañiles entre en el edifico del poder, y devuelva su equilibrio, cubriendo con una camisa metálica las viguetas averiadas y aplicando resina sintética para conseguir un efecto duradero, es desconocer las claves mas primarias de la naturaleza humana, sobre las que se sustenta, precisamente, la actividad económica.

Ni recesión, ni impotencia. Todo es una cuestión de equilibrios, de resistencia, de terminar con la aluminosis del poder político, y luego, todo lo demás, podrá funcionar, seguramente, no como antes. Quizás faltan, aún, siete años. No sé.

En fin. Vicent. (y, como siempre, la jodida política)

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 7-08-11.

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