lunes, 1 de agosto de 2011

FÍSICA Y QUÍMICA

Ayer cayó una violenta tromba de agua y granizo, acompañada de mucha furia lumínica y sónica, sobre la casa de la sierra. He terminado de lavar las tejas viejas por si hubiera que reponer alguna del tejado, y se han acabado las pilas de la radio.

No tengo mejor cosa que hacer, así que me pongo a escribir en esta mañana soleada y ventosa, frente a un cielo despejado sin rastros de la perturbación que ayer parecía un anuncio de catástrofe, y un vecino me dice que ha causado siete millones de euros de daños en los olivares, almendros y viñedos del otro lado de la sierra.

La cosa va de 'Física y Química'.
(..)
El caso es que usé la expresión 'amor físico' en la página 'Tokyo Blues' y al releerla me pareció algo cursi y ridícula, me pregunté que era eso del amor físico y esa pregunta me llevó a lo del amor químico, de ahí a citar a Kerouac, de quien no sabía prácticamente nada --ahora me he documentado algo mas-- y a los pasatiempos alucinógenos de la llamada generación Beat y, por último, a evocar una experiencia personal de euforia química, vivida sin el uso de ninguna sustancia externa de efectos estimulantes o alucinógenos, pues fue mi propio cerebro el que me colocaba, sin necesidad de ayudas externas. Lo que se conoce como la fase eufórica del trastorno bipolar.

Kerouac fue, según Wikipedia, además de uno de los autores mas influyentes del siglo pasado, el apóstol de la psicodelia trashumante. Su obra mas leída, 'En el camino', inspiró de manera directa tanto a los movimientos de mayo del 68 como a la oposición a la guerra del Vietnam, o a los hippies de Berkeley y Woodstock, pero a los efectos que nos interesan aquí, --el amor químico-- la pasión carnal era para Kerouac la puerta del paraíso, y la marihuana y otros estimulantes, la llave que la abría.

Siento decepcionar a quienes esperan un relato de alguna experiencia directa relacionada con el uso de estimulantes o alucinógenos aplicados al amor carnal porque, como ya he dicho antes, nunca he necesitado recurrir a esos estímulos, dado que mi singular cerebro de bipolar los producía sin coste monetario alguno, antes de que negociara con mi psiquiatra un tratamiento preventivo para controlar y reducir tanto las crisis de euforia, como los ciclos de depresión que invariablemente las seguían.

Pero antes de esa negociación, hace unas cuatro décadas, me tiré un mes en plena efervescencia eufórica, siempre estaba a punto para el amor carnal con cualquier desconocida que se pusiera a tiro, mi potencia viril era semejante a la de cualquier
habitante del paraíso de Kerouac, como si desayunara todos los días una raya de cocaína, pero aseguro, sin sombra de duda, que en aquella prolongada noche que duró
un mes entero nunca probé ni la cocaína, ni las pastillas, ni la marihuana, ni ningún derivado, pero, evidentemente, mi cuerpo estaba tan animado, por los estímulos
endógenos de mi propio cerebro, que después de aquel largo mes en vela, había perdido quince kilos, y vivía en una nube tan ajena a la realidad, que hubo que bajarme de ella a toda prisa, para evitar males mayores.

Si algún rescoldo queda en mi memoria de lo que he llamado, sin definir del todo lo que es, el amor químico, no está habitado por ningún nombre de mujer, solo recuerdo remotas sensaciones en relación con la suavidad de la piel femenina, algunos ojos verdes con un brillo felino que han sobrevivido a la desmemoria, un libro de poemas subrayado y comentado por mi, regalado a una mujer con la que me quería escapar a otra ciudad, no se, una serie de sensaciones imposibles de precisar ahora, porque, el amor químico, a diferencia del físico, creo yo, suele transcurrir en un plano distinto y distante de la realidad cotidiana y, por tanto, su evocación, su recuerdo,
habita en otro nivel de la conciencia.

Aquella remota experiencia, nunca se repitió, aunque después de esa primera crisis, volvieron, con cierta recurrencia, las fases características de oscilación del ánimo
del trastorno bipolar, nunca lo hicieron con la virulencia de la primera vez y, poco a poco, con la debida atención médica, y la disciplina para su control, han terminado por desaparecer.

Mi experiencia me dice, ahora, después de haber pasado por los diversos estadios amorosos, que la forma mas humana del amor no es el amor físico, ni el amor químico, sino, simplemente, el amor.

Fue el amor de una persona que convivía conmigo en aquella época de crisis, y todavía convive, lo que me permitió salir de aquella trampa química, reintegrarme a mi trabajo, a los estudios, a la vida familiar y social, ser un tipo mas que relativamente feliz, como lo soy ahora, gracias a ella.

En fin. Física y Química.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 1-08-11

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