Viento es el aire en movimiento. Esta frase tan pueril, que suena a música de colegial, nos recuerda estos días tan ventosos que no debemos confundir una cosa con la otra.
Aire es la masa gaseosa en la que respiramos normalmente. Si lo hacemos un sábado por la tarde cerca de El Corte Inglés, nuestros pulmones se llenan, además de aire, de una cantidad indeterminada de partículas sólidas, mas o menos venenosas, cuya proporción no podemos establecer porque la vacaburra que ostenta
la autoridad municipal se ha cuidado de poner los puntos de medición de contaminación urbana en otra parte, parques y jardines, sobre todo, no vaya a ser que los grandes
contribuyentes de las arcas municipales se vayan a molestar por los controles públicos
sobre la salubridad de sus alrededores.
El viento es, sobre todo estos días, una fuerza 'ferroviaria' --tren de borrascas ha llamado algún meteorólogo al tiempo desapacible-- que empuja el aire estancado hacia otras latitudes, renovando su composición con el aire serrano, no solo apto para secar jamones, sino para mejorar sensiblemente los niveles de contaminación urbana, y también nuestra percepción de la belleza del entorno.
(...)
Cuando el último vagón del tren de borrascas se aleje, nos dejará, sobre todo si el viento es de poniente, una atmósfera mas traslúcida, podremos contemplar la luna entera, en su plenitud --no me gusta lo de luna llena, ¿es que acaso alguna vez está vacía?-- y si nos acercamos al mar, mientras tomamos un gin tónic
--homenaje a Millás-- desde un bar elevado en un espigón del puerto, veremos un claro panorama, hasta la costa norte, hasta Castellón, donde hubo un aeropuerto sin aviones y ahora hay una pista de prueba de vehículos muy veloces, --passsa tíos..-- y hasta con suerte, si desviamos la mirada un poco hacia el sur, podremos intuir las formas lejanas de la costa ibicenca, un lugar que a finales de los sesenta estuvo habitado por santones vestidos con túnica que predicaban la libertad lisérgica de aquellos años. Yo estuve por allí entonces, vi bajar por una escalera a uno de aquellos benditos iluminados, y juro que me pareció el mismísimo mesías, que había vuelto para liberarnos de las miserias cotidianas.
Es decir, que el viento se habrá llevado todos los malos humos que nos ahogan un poco mas cada día.
Lo de la diferencia entre el viento y el aire fue cosa de Mario que, ayer, al salir de clase de Medios, cuando una compañera dijo, que aire hace, hizo esta precisión, --una cosa es el aire, otra el viento. Mario, por su carácter, y su formación técnica, suele intervenir en los debates de clase con un criterio objetivo y preciso, y sin añadir adjetivos innecesarios, al contrario de lo que a mi me sucede, que aprovecho cualquier intervención para dar un mitin crítico contra los políticos, generalmente de derechas, trufado de expresiones barrocas y vaguedades innecesarias, todo ello adornado con profusión de adjetivos y alguna expresión
escatológica.
Digo yo que será porque, en el fondo, tengo una vocación frustrada de político de derechas, seguro que mi impulso hipercrítico nace del deseo no alcanzado de ser como ellos, en la parte mas secreta de mi inconsciente late ese deseo de ser político, no para servir a los ciudadanos, como muchos repiten ahora, sino para que me regalen un Ferrari, para salir en primera página en los medios y, claro, tener cuentas en un
par de paraísos fiscales, no sé, me gustaría Bermudas y Jersey, que suena mas elegante.
Una vocación como la del murciano aquel --que mal hablan los tíos, el panocho, una de las jergas mas confusas del universo de los dialectos locales-- que presidió nuestra desdichada comunidad y que reconoció verbalmente que su vocación política consistía en hacerse rico, lo que, si no ha logrado aún, estará en vías de conseguirlo desde su sillón en Telefónica.
Una sinceridad que se echa de menos ahora en nuestra clase política autonómica de la derecha, que nos abruma con sus buenas intenciones y la corrección política, vacía, de sus discursos. Véase Fabra bis.
Aunque, hasta Fabra bis se ha salido del tiesto. Mira que llamar a la deslocalización
de las empresas catalanas y ofrecerles este paraíso de la Fórmula 1, Los eventos y demás chapuzas del duque em..Palma..do, y asegurarles un clima de estabilidad empresarial para que huyan del conflicto independentista catalán. Esas declaraciones evocan, seguramente sin querer, el discurso de los políticos de Madrid en favor del gangster de Eurovegas (¿se llama así?).
Hombre, a mi me parece que la ebullición en Catalunya es signo de vida, mientras que la estabilidad
ofrecida por Fabra, huele a paz de cementerio, no?.
Miro por la ventana una atmósfera limpia, brillante, un sol espléndido, las hojas de los árboles lozanas, tras el chaparrón de ayer, y doy gracias a los meteorólogos, por lo del tren de borrascas.
Es cierto que el viento ha causado algunos destrozos, alguna cubierta en un polideportivo, daños en el arbolado y el mobiliario urbano, dificultades en las carreteras, pero también se ha llevado la contaminación, los malos rollos que flotan en el ambiente, y ha mejorado, pese a los restos de mala leche que siempre quedan, nuestra percepción de la belleza. Gracias Eolo.
En fin. El Viento.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 25-01-13.
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