lunes, 4 de marzo de 2013

SOROLLA

Ha salido un día gris. Me encantan los grises. Desde mi ventana veo las grúas del puerto cuyas aristas aparecen difuminadas por una luz residual, esa luz tan sutil de los días nublados que produce un efecto parecido a las veladuras en la pintura.

Felipe Garín, que dirigió en su día el Museo del Prado, con el que coincidí durante un mes, hace mucho tiempo, claro, al compartir el periodo de instrucción militar en el antiguo acuartelamiento de Xirivella, junto a otros enchufados voluntarios en el Ejército del Aire, ha anunciado por la radio un acontecimiento artístico, la enésima exposición de Sorolla, para conmemorar alguna efemérides.

Sorolla pasa por ser el pintor de la luz, una luz que se dice mediterránea, como si el pintor se la hubiera apropiado directamente del natural. En mi opinión, eso no es exacto, Sorolla se inventó la luz en sus cuadros, como otros se inventan el gris y las veladuras.
(...)
Sorolla fue un pintor genial, universal, pero volverlo a poner ahora responde mas, creo yo, a la indigencia presupuestaria en que han quedado los museos de aquí, tras los recortes en cultura. Un refrito, podríamos decir, como la redifusión de la que abusan las cadenas de televisión por las mismas razones.

Estamos viviendo una época demasiado abundante en refritos en muchos ámbitos, y se echa en falta la innovación, el nuevo arte emergente, la creatividad crítica y en ese clima, la muestra de Sorolla encaja como un guante en la política anti innovadora.

Dejando de lado estas consideraciones sobre la coyuntura artística presupuestaria, queda el gusto personal por la pintura. Entre mis familiares y amigos hubo algunos conocedores relacionados con el arte, y todos coincidieron en que es absurdo buscar explicaciones al hecho artístico. Te gusta, o no te gusta.

Desde esta visión subjetiva del arte declaro que me encantan los grises, las veladuras sutiles que ocultan y muestran a la vez la luz, por oposición a la luz sin límites de la costa mediterránea. Recuerdo ahora como se quejaba de esa luz agresiva un vasco que nos visitaba por primera vez, y al bajar del avión recibió en los ojos el golpe de esa luz tan distinta a la que el estaba acostumbrado en las costas del norte. Tal vez esa preferencia mía por la moderación de la luz a través del filtro sutil de los grises, se deba a que, sin saberlo, padezco alguna forma de fotofobia. No se.

He disfrutado el arte de Sorolla numerosas veces, en la Casa Sorolla de Madrid, en El Prado, en el San Pío V, en el Cármen, en la grandiosa exposición que presentó la extinta Bancaja, cuando se mostró por primera vez aquí la colección de los lienzos espectaculares de la Hispanic Society. Tengo en el escritorio una reproducción de 'La pesca de los atunes', procedente de aquella muestra, y me maravilla la riqueza y variedad de los efectos de la luz tratados en ese cuadro, pero eso no me impide reconocer el hecho de que nuestros comisarios de exposiciones, ahora llamados curator, insisten una y otra vez en presentarnos lo ya conocido como si fuera nuevo, mientras cierran la puerta a las nuevas tendencias y expresiones artísticas, hasta el punto de poner pintura religiosa ¡en el IVAM!, eso sí, salpicada de algunos motivos contemporáneos, para disimular.

Sospecho que esa política expositiva está marcada, básicamente, por la penuria presupuestaria, que niega al aficionado al acceso a lo nuevo, que ahora solo se puede ver en los museos berlineses, en los holandeses, o en los neoyorquinos.

Esta insistencia en los mismos nombres artísticos, en detrimento de los nuevos, evoca en mi memoria una anécdota cuyo origen no recuerdo muy bien. Un rey es recriminado por su arzobispo, por sus veleidades adúlteras. El rey, para justificar su conducta, invita al arzobispo a su mesa y cada día le da de comer lo mismo, hasta que el clérigo protesta, majestad, ¿todos los días perdiz?. Un alegato que invita a la variedad, en la gastronomía, en el amor, o en el arte.

Felipe, dime si estoy equivocado, o tengo algo de razón, si tu pasión sorollesca es el reverso del estado de indigencia en el que está la cultura en esta comunidad decadente.

En todo caso, sea cual sea la razón que inclina la actividad artística ahora hacia los refritos, declaro mi preferencia subjetiva en favor de la delicadeza sutil de los grises, por oposición a la luz luz brutal y salvaje, aunque solo sea por llevar la contraria.

En fin. Sorolla.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 4/03/13.

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