viernes, 1 de marzo de 2013

PAYASOS

En mi memoria de espectador aún está vivo aquel lamento interminable del payaso Charlie Rivel que constituía su seña de identidad artística. Maestro del lenguaje no verbal, Charlie era capaz de transmitir emociones sin decir una sola palabra, solo acompañado de su larga camisola, de su narizota roja, sin necesidad de utilizar el recurso fácil de las cancioncillas cursis que luego popularizaron los 'payasos de la tele'.

Apenas recuerdo que me llevaran al circo de pequeño, si acaso a algún espectáculo cómico del estilo de 'El bombero torero', o 'La banda del empastre', aunque tal vez asistí a alguna sesión de circo protagonizada por los Hermanos Díaz, una familia dedicada al negocio del circo en los años grises y oscuros, así que esa memoria de Rivel debe venir de alguna imagen televisiva.

He buscado alguna información sobre payasos mas modernos y he encontrado a Nicholson maquillado como el Jocker, al payaso de 'Balada triste de trompeta', de Alex de la Iglesia, con su violencia psicópata, al lado de It, de Stephen King, quien incorpora a su cine al payaso como elemento de terror, así como en 'Pesadilla antes de Navidad', producida por Tim Burton, un falso Santa Claus es la encarnación del mal, o Krasty, el payaso de los Simpson, es adicto al juego, a los cigarrillos, al alcohol, y a la fama que le proporciona su lado público, sin la que se siente mal.

Sin embargo, por mas que he buscado, no he encontrado nada relativo a nuestro payaso mas histrión, Montoro, el ministro de Hacienda.
(...)
Nunca supe bien si el Augusto era el tonto o el listo, pero recuerdo la cara maquillada de blanco y el gorro cónico del listo, y el aspecto mas colorista y mas vulgar de quien se fingía el objeto de burla del maestro, ese payaso que solía tocar el saxofón y hacer gala de una posición de superioridad respecto del ingenuo.

Me gustaría que algún experto me explicara como la figura del payaso ha transitado desde aquella ingenuidad primigenia de las pistas de circo al tremendismo de la violencia, el terror y la maldad con que la ha recogido el cine contemporáneo, pero, sobre todo, quisiera saber en que momento la mayoría de los ministros de un gobierno, el nuestro, han decidido comportarse como payasos, en el supuesto de que no lo fueran antes.

Montoro, su imagen hablando por la tele, es una rara mezcla de Jocker y Donald cuando profiere sus amenazas veladas, producto del uso de una información que, en principio, no puede desvelar por imperativo legal, pero su lado cómico es evidente cuando afirma que muchos no pagan impuestos, siendo el ministro de Hacienda, es decir, el responsable de que tal cosa no suceda, por lo que tal afirmación hace mas patente su incompetencia.

Montoro es responsable de la Agencia Tributaria, pero su partido se niega a que sus inspectores realicen una auditoria de sus cuentas, lo que hace sospechar que esas cuentas, como las de los defraudadores a quien Montoro amenaza sin nombrarlos, no están claras, ni nunca lo han estado.

Las payasadas de Montoro no se limitan a estas cuestiones fiscales. Todos recordarán lo que dijo en sede parlamentaria a una diputada canaria, 'que se hunda España, que ya la levantaremos nosotros', lo dijo antes de que España alcanzara el grado de postración actual, que hace muy difícil que se levante sin un esfuerzo que no sabemos cuanto se prolongará.

Algunos de nuestros payasos ministros o secretarios no han recogido la tradición de Rivel, la del lenguaje no verbal, así como Montoro no para de decir una tontería tras otra, Cospedal recoge el estilo del humor mexicano, basado en la jerga ininteligible, aquel que hizo famoso Mario Moreno, Cantinflas, y deja boquiabiertos con sus declaraciones sobre pagos 'en diferido' y simulaciones a los corresponsales extranjeros, incapaces de traducir para sus medios esa espectacular demostración de humor mexicano, basado en una jerga que los destinatarios del mensaje no entienden.

En cambio, su presidente, el señor Rajoy, imita como nadie la figura de Don Tancredo, ese personaje silencioso subido encima de una tarima, que no dice absolutamente nada al público que llena la plaza de toros, y se limita a comunicar mediante un lenguaje no verbal su papel en el espectáculo, viendo pasar al toro alrededor suyo desde un hieratismo absolutamente profesional.

Que el circo haya sobrevivido durante miles de años, desde los espectáculos bárbaros del Coliseo en el imperio romano, adaptándose después a sus formas itinerantes durante siglos, y ahora esté instalado en los parlamentos, en particular en el nuestro, parece un indicador de la capacidad de adaptación del ser humano a la evolución de los tiempos.

La sensación que queda en el espectador al escuchar los discursos, o los silencios, de los nuevos payasos, indica que los que quedan en la escena pública, son los listos, aunque sin el maquillaje pálido en sus caras, y nosotros, su público, somos los tontos, los Augustos.

En fin. Payasos.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 1/03/13.

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