martes, 29 de octubre de 2013

EL TRANCAZO

Llevo un trancazo encima, desde hace siete días, con todas sus molestias características, mucosidad demasiado abundante, vías respiratorias irritadas, excesiva sudoración, en fin, esas cosas. Me lo dijo un colega de la tertulia de los viernes, que es médico. Te durará siete días, si tomas un antigripal, y si no lo tomas, te durará siete días, pero hoy es el séptimo dia --¿eso no es una iglesia?-- y la cosa no va mejor. Eso me hace pensar.

¿Han notado, los que tienen edad suficiente, el progreso material de las sociedades humanas en los últimos sesenta años?. Sobre todo en infraestructuras, medios de transporte, arquitecturas espectaculares, todo eso, y cómo ese cambio radical ha dejado en el camino saberes ancestrales, domésticos, para el cuidado de nuestra salud, que han desaparecido engullidos en la espiral del progreso.

El mismo síndrome que padezco ahora, en mi niñez se trataba con tres días sin salir de la cama, inhalando vahos de un misterioso puchero en cuyo interior hervía una rara combinación de hierbas cuya existencia y efectos era conocida por la gente corriente, sin que las empresas farmacéuticas hubieran descubierto todavía el benéfico efecto para sus bolsillos de esos remedios populares.

Ahora, en cambio, con el progreso, quien coge un trancazo sigue con su vida normal. En mi caso, voy a conciertos, asisto con regularidad a mis clases, doy paseos, no renuncio a mis partidas de cartas en casa ajena, esas cosas, y pruebo fortuna con algún producto farmacéutico que, en este caso, no me hace ningún efecto.

Recuerdo vívidamente que, en mi infancia, cuando sufría alguna alteración gástrica, se llamaba a la portera de al lado que me daba unas friegas en el vientre, mientras recitaba un conjuro muy repetitivo, convencida, al parecer, de que la repetición curaba el mal.
(...)  
Ya ven, en eso no hemos progresado nada. Nuestro gobierno en pleno, o casi, sobre todo los ministros económicos, los presidentes de comunidades autónomas, pero no solo ellos, también Cospedal y los demás turiferarios, llevan un mes repitiendo un mantra, escrito por los mismos redactores, con la idea de que este país se curará de sus males con la simple repetición de un conjuro, o la negación de una realidad, y es dudoso el efecto de esa ofensiva, voceada por los grandes medios de comunicación, cuando los pacientes, nosotros, comprobamos cada día que los síntomas de nuestra dolencia siguen ahí, inamovibles, porque los males sociales y económicos no se curan con discursos, sino con medidas. 

Alguien tendría que convencer a esas clases dirigentes, que no nos dirigen a ningún sitio, aunque si nos han dirigido al abismo, de que vuelvan a los remedios ancestrales de las grandes crisis del primer tercio del siglo pasado, cuando el gasto y la inversión pública, en gobiernos no menos endeudados que los nuestros, mediante la fórmula de emitir dinero público , sacaron a sus países de la tendencia a la miseria, al desempleo y la despoblación.

Si seguimos con la técnica del mantra, del conjuro, del discurso vacío y repetitivo, ningún efecto se producirá en la dramática situación de los desempleados y sus familias, lo que me lleva a pensar, escéptico como soy, que en realidad no se desea reducir el desempleo aún, hasta que su dimensión haga bajar los salarios hasta los límites que se desea alcanzar por parte de quienes los pagan.

Si esto es así, y podría serlo, la tomadura de pelo de estos señores elegidos con los votos populares no sería inferior a la de las técnicas de la portera, cuando acompañaba sus friegas en el vientre de un conjuro repetitivo, que recuerdo que sonaba igual que las declaraciones optimistas de los ministros de ahora. 

En fin. El Trancazo.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 29-10-13.

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