Este fin de semana no hemos ido a la casa de la sierra, hemos permanecido en Heliópolis. Nos ha cundido, este fin de semana urbano. Hemos visitado dos exposiciones y media de pintura en El Carmen, asistido a un concierto en la Bene, hemos acudido a recibir al brigadista que ha recorrido 1800 kilómetros en favor de una mejor atención de las enfermedades raras, hemos jugado tres partidas al Continental, de las que hemos ganado dos, hemos visitado el estanque
del Jardín del Turia, que ahora se dedica, con la vista gorda de la policía local, lo que a mi me parece bien, a la diversión de los canes.
Nos hemos adentrado en el mundo raro de los mercados de antiguedades de Tapinería, hemos comprobado, esta tarde, que en las heladerías y terrazas del centro histórico aún es verano, pero, que no cunda el pánico, no voy a contar todo eso, me centraré en las exposiciones de pintura visitadas, la de Martí Quinto (Hooper?), la del estudiante que viajó a Noruega, de la que no tengo folleto, que pena, y la otra cosa que se anuncia como una exposición, pero solo es media, ¡Pisa Morena!, pues solo muestra dos cuadros, uno de Benedito, otro de Sorolla (lo de Sara Montiel no me pareció que fuera un cuadro), y tal vez haga un comentario sobre el concierto de Capella de Ministrers,
en la Bene, que no me gustó.
(...)
Así pues, comenzaré la crónica con la pintura de Martí Quinto, que me dejó impresionado. Su técnica no es como la del pintor americano Hooper, pero el modo en que trata los temas lo recuerda, aunque no siempre, con una total coincidencia. Las figuras humanas, únicas, en entornos cerrados, dan la misma sensación de soledad espartana que la mayoría de los lienzos de Hooper.
Ni la textura, ni el pincel son los mismos, pero la imagen transmite el mismo patetismo, aunque una parte de su obra se distancia considerablemente de ese universo.
En la obra expuesta hay tambien unos dibujos a pluma, de tema erótico, situados en un supuesto Hotel García, de los que lo mas interesante es la relación personal que se intuye entre las figuras masculinas y femeninas que protagonizan la escena.
En conjunto, la sensación que te queda después de haber visitado la exposición de Martí Quinto, es que hay algo
Hooperiano en su temática, pero tratado de una manera tan personal, que consigue un resultado único. Muy recomendable
visitarla.
Concluida la visita a la obra de Quinto, visitamos la sala Goerlich, un enorme volúmen arquitectónico, de estilo neoclásico, con columnas que flanquean toda la sala y con una altura de sus bóvedas, que hacen del recinto un sitio ideal para las pinturas de gran formato.
El artista que presenta aquí su obra, cuyo nombre no cito por falta de información, viajó a Noruega, fué acogido en una casa estudio para artistas, y viajó desde allí a distintos lugares del país, incluido el Círculo Polar Artico.
La serie de cuadros que llenan la sala, casi todos realizados en blanco y negro, con algún toque para hacer visible las mínimas casas de madera junto a la inmensidad del paisaje, quieren ser, creo yo, y lo consiguen, el testimonio de una naturaleza grandiosa, que empequeñece lo humano.
Si esa era la intención del artísta, resaltar la inanidad de lo humano frente a la grandeza de su entorno, lo consigue, aunque es probable que solo haya pretendido mostrar lo que ha visto, desde una visión puramente naturalista.
La secuencia de sus imágenes pictóricas no es estática y el artista ofrece de una manera evolutiva
como los paisajes van cambiando, desde las moles de hielo y roca inhabitables, hasta las que resultan después del deshielo, cuando la vida vegetal reaparece después del crudo invierno.
Una exposición temática, solo paisajes, pero de una grandiosidad tal que propician la reflexión sobre la condición humana. Merece la pena verla.
Decía en la introducción que 'Pisa Morena' era media exposición, creo que he exagerado, no llega ni a eso. Editar folletos y hacer promoción para que se visite una cosa que tiene un cuadro de Benedito, un retrato de Concha Piquer,
y un retrato de Raquel Meller pintado por Sorolla, a mi, la verdad, me parece una tomadura de pelo.
Menos mal que hay fotos e imagenes que son curiosas, por la sensación que da Raquel Meller de mujer moderna, adelantada a su época,
de lo contrario no merecería la pena detenerse en la pequeña estancia que les han dedicado.
En fin. Ya sabemos lo que está pasando en nuestros Museos, que no tienen un duro, y se inventan cosas que, en otro tiempo, no se atreverían a mostrar.
Del concierto de Capella de Ministrers solo diré que me pareció reiterativo y fúnebre. Quince composiciones de música antigua, sobre todo misas, réquiems, en un marco de celebración apocalíptica, consiguieron que sintiera la angustia de no poder salir antes del final de la capilla bizantina donde se celebró.
La profesionalidad musical de
Capella no tiene nada que ver con esto. Se ve que me pillaron con el cuerpo mal.
Los de Capella expresaron su deseo de seguir representando ese concierto, que estrenaban, al menos durante un año.
Espero que no sea así. En la situación realmente apocalíptica en la que nos encontramos la mayoría de los ciudadanos, lo que necesitamos es música que nos de marcha, aunque sea antigua.
En fin. Hooper?.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 20-10-13.
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