miércoles, 2 de enero de 2019

MADRID (2)

"Ayer acompañé a mi mujer a la estación del AVE, para despedirla, antes de su viaje a Madrid, pero las cosas no salieron exactamente como las conté, anticipadamente, en la página Madrid. Esta impaciencia mía por contar las cosas antes de que sucedan parece algo absurda, pero, que le voy a hacer.

Para que no me pongan en la lista de los adictos a las Fake News, a continuación precisaré las cosas que han resultado ciertas de ese relato anticipado, y las que no.

Para empezar, es cierto que Mónica ha venido con sus hijos, en su coche, a recogernos para llevarnos a la estación, pero, como es un poquito rácana, en lugar de llevarnos hasta allí y dejar el coche en el parking de la estación, para ahorrarse las estadías de dos días, lo ha dejado en la calle, a 500 metros.

Esa decisión, razonable, creo yo, nos ha obligado a subir las complicadas rampas que comunican, por encima de las vías, nuestro barrio con la estación. No quieran saber la pendiente de esas rampas, y la de escalones de bajada que hay, eso, unido a la velocidad de crucero con la que anda nuestra hija, nos ha obligado a un esfuerzo físico para el que yo, en particular, no estoy acostumbrado.

Me gusta la lentitud, lo he dicho en alguna página del blog. Cuando hemos alcanzado el vestíbulo de la estación, allí estaba Carlos, mi sobrino, con su familia, no sabíamos que también va a Madrid, y con el mismo tren, aunque ellos se quedan allí hasta el viernes. Después de los saludos protocolarios, me he despedido de mi familia, y he salido a por el autobús, para devolver una película en la bibloteca pública del antiguo mercado de Abastos, donde mi padre trabajó de estibador durante décadas.

No he sabido encontrar la parada del bus 90 más cercana, he andado otros quinientos metros y al llegar a la siguiente parada, un elemento anatómico que discurre por mi nalga izquierda, un tendón?, un músculo?, ha comenzado a quejarse del cruel esfuerzo a que me ha conducido Mónica por ahorrarse las pelas del parking.

He devuelto la película y he tomado el 89 de vuelta, he bajado junto a mi calle, he comprado un paquete de tabaco y un encendedor clipper verde en el estanco --soy un poco viejo verde, sí-- y aunque tenía pensado ir a la biblioteca del barrio a por un par de películas, como me dolía tanto el culo, primero he subido a casa, me he tendido en la cama, y cuando ha remitido el dolor del glúteo, me he dirigido a la peluquería del sirio, algo que no figuró en el relato de ayer, pero el sirio no estaba, se habrá ido de vacaciones, a Siria?, a París?, no sé.

He ido a la biblioteca, he sacado dos películas de Buster Keaton, he vuelto a casa, pero como hay tres mandos de la tele y no sé cual es el de las pelis, lo dejo hasta que vuelva mi mujer, que ella si que sabe.

Luego he ido a la cafetería La Fuente, donde pensaba comer hoy, pero no ha salido así. He tomado, de aperitivo, dos cervezas Alhambra y una porción de tortilla de patatas, tan horrorosa, casi sin huevo, que al cortarla, los trocitos de patata se deshacían, al intentar pillarlos con el tenedor, me han caído encima del único pantalón que me queda limpio, después de haber llevado el meado a la tintorería.

Cuando estaba peleándome con la jodida tortilla, ha venido un vecino, se ha sentado en mi mesa, ha tomado dos coñacs pero solo ha pagado uno, el otro lo he pagado yo, junto con lo mío, 8 euros, bien, no?

Después de una hora al solete en la terraza de La Fuente, he decidido comer en casa, pero antes, he pasado por la peluquería unisex del chaflán y me han dado hora para esta tarde, porque llevo unos pelos que parezco un poeta del XIX, antes de que Aleixandre, Lorca, Machado y los demás modernizaran esa especialidad literaria, o uno de esos mosqueteros de Dumas, quien, al parecer, tuvo un taller literario, una factoría llena de negros que escribían para el por cuatro céntimos de franco, un adelantado a su tiempo, se le conoce como autor, pero lo que mucha gente no sabe es que fué un precursor de la explotación capitalista salvaje de la mano de obra subordinada a sus deseos.

He visto un poco la tele, mientras la mitad del contenido de la fabada asturiana de bote se calentaba en el fuego, he llamado por teléfono a una vecina para invitarla a comer conmigo la mitad de la media fabada, pero se ha excusado, tiene la nevera llena de sobras que dejaron ayer sus hijos.

Me ha gustado la fabada, le he añadido un poco de caldo más suave, y solo me ha sobrado el chorizo. He visto en la tele Saber y Ganar, pero me he quedado dormido. Antes, después de cuatro intentos fallidos, --no es aquí, se ha equivocado, he llamado al móvil de mi mujer, no lo ha cogido. Luego al de Mónica, --dile a mamá que se ponga.

He comprobado que, de momento, solo una cosa de las que anticipé en la página de ayer se ha cumplido, han tomado un bocadillo de calamares en Brillante, están a la espera de que una señorita les conduzca al apartamento reservado en la calle Huertas. "

Y esto es todo, he de terminar, se acerca la hora que me han dado en la peluquería. --Cómo lo quiere, dirán. --Tú, déjame guapo, para cuando mi mujer vuelva de Madrid mañana por la noche, si no viene muy cansada, a ver si podemos tener sexo, o lo que sea.

En fin. Madrid (2)

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 3 01 19.

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