domingo, 4 de enero de 2009

AEROPUERTOS

“Vivo en al Aeropuerto de Barajas, desde hace algún tiempo. Formé parte de la misión comercial que acompañó a Esperanza Aguirre en Bombay, y en la ensalada de tiros que se formó, y que ella contó con tanta gracia por la tele, con aquellos calcetines que han marcado la moda de invierno, a mi me dieron en un pie. Mi cojera me privó de la velocidad necesaria para seguir a Esperanza en la primera evacuación y tuve que quedarme unos días más. En la confusión perdí la cartera, las tarjetas de crédito y los billetes de avión. Menos mal que el cónsul de España en Bombay me arregló la vuelta pero, por mucho que insistí, solo me dio billete hasta Barajas.

Yo vivía en Heliópolis. Allí dirigía un negocio de cultivo y comercialización de flores frescas. El negocio iba muy bien, sobre todo desde que Rita, la alcaldesa, tuvo el capricho de adornar un puente entero con flores frescas, con tanto éxito, que ahora le llaman el puente de las flores. Las cambia cuatro veces al año, pero el secreto del éxito, y del alto nivel de facturación, está en la reposición de las flores que roban mis paisanos, lo que ha eliminado la estacionalidad del negocio.
Ahora facturamos todos los meses.

Animado por ese éxito, abrí una delegación en Madrid, para suministrar las flores con las que adornan los atriles y las salas donde celebran sus congresos los políticos madrileños. Después de esos eventos nos encargamos de recoger las flores usadas, y se las vendemos a un fabricante de jamones de Navacerrada, que las mezcla con el pienso que da a sus cerdos.

Después, al visionar una película de Bollywood , ver la cantidad de flores con las que se adornan los actores y actrices de esos musicales y constatar que el número de filmes que producen rebasa el de la industria norteamericana, tuve la idea de formar parte de la misión comercial de la comunidad de Madrid a Bombay. Tener una delegación abierta en Madrid y los contactos políticos adecuados facilitaron las cosas.

Lamentablemente, los sustanciosos contratos que conseguí firmar con los productores de Bollywood, para el suministro en exclusiva de las flores que necesitaban para el rodaje de sus películas, quedaron abandonados en el hotel Oberoi, con la precipitación de la huída.

Me ha quedado una ligera cojera. Sin tarjetas de crédito, sin dinero, sin identificación y sin saldo en el móvil, pensé que conseguiría alguna moneda para llamar desde un teléfono fijo a mi gente de Heliópolis, o a la delegación de Madrid, para que enviaran un coche a recogerme. Los días han pasado en la sala de espera de Barajas, y he conseguido algún que otro bocadillo para ir tirando, pero nada de pasta.

No se está mal aquí. Hay calefacción. Sillones mulllidos. Y te puedes asear en los servicios. El traje que llevo está un poco arrugado, y el cuello de la camisa, de vez en cuando, por las noches, lo froto con el jabón líquido del lavabo, lo enjuago y lo seco con el aire caliente del seca manos, así no tiene el aspecto repugnante que sería de esperar tras una estancia que se prolonga en el tiempo, sin que nada parezca cambiar.

Tengo algunos colegas que me hacen compañía, bien porque han perdido un dígito de su localizador, o porque han decidido no regresar a su lugar de origen.
Estos días, Barajas está un poco mas concurrido. Hay viajeros que están veinte horas esperando su vuelo, y la sala de espera en la que vivo está inusualmente animada. Escucho algunos comentarios.

“Los pilotos de Iberia, al parecer, reclaman que se cubran trescientos puestos mas.y hay un desfile de controladores que van al médico de empresa porque, súbitamente, sufren de dolor de muelas, dolor de espalda, fatiga psíquica y esas otras dolencias que son imposibles de verificar, y por eso mismo no se puede negar la baja médica a quienes la solicitan”.

“Otros colectivos de trabajadores, cuando reivindican algo, suelen hacer huelga, que tiene un coste para ellos por la pérdida de su salario. Estos trabajadores de las líneas aéreas y de los servicios aeroportuarios no pierden su salario, pero las consecuencias de su actitud nos afectan de manera dramática a los usuarios de esos servicios.”

“Lo menos que se les puede pedir a estos listos es que se declaren en huelga, como todo el mundo, que sufran su coste mediante la pérdida de su salario, y de ese modo, un conflicto abierto y declarado encontraria una pronta solución, en lugar de prolongar con tácticas sinuosas un conflicto encubierto. Seguramente, ante una huelga declarada, nosotros, los usuarios, podríamos hacer mejor las previsiones de viaje, buscar rutas y medios alternativos, no vernos sorprendidos por una actitud solapada y maliciosa, planificada con alevosía.”

Ese punto de vista, el de los viajeros, no es el mío. Yo vivo aquí. No viajo, por ahora, a ninguna parte, y me encanta ver este lugar tan animado, a la gente tan bulliciosa que reclama sin éxito sus maletas. Es la vida, en estado puro. Pocos lugares tan vitalistas se pueden encontrar como un aeropuerto lleno de viajeros pillados por un conflicto, declarado o no.

Hoy, Barajas, se parece mucho al aeropuerto de Bombay en los días de las evacuaciones precipitadas de las gentes que huían despavoridas del terror y las bombas. El único problema es la mayor competencia para acceder a los servicios y mantener la camisa limpia, encontrar un sofá mullido en medio de la superpoblación de las salas de espera, aunque espero poder obtener alguna ventaja de ese aumento de población itinerante. Algunas monedas que me permitan comunicarme con mi gente para que manden un coche a recogerme.

Mis expectativas se han visto superadas. He recaudado casi diez euros, en monedas. Las tengo en la palma de mi mano, las miro. Miro el teléfono fijo de la cabina. No se que hacer. Después de todo aquí hay calefacción, sillones mullidos, me cae un bocadillo de vez en cuando, puedo mantener aseado el cuello de la camisa. Seguramente, a estas alturas, me habrán sustituido. Alguien estará vendiendo las flores que yo he dejado de vender en estos días. Y, sobre todo, he hecho amigos aquí. Antes, con tanto viaje y tanto cerrar contratos, la verdad, no me quedaba tiempo para los amigos.
No sé. De momento, no llamo. Mañana veré lo que hago.”

LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 4-01-09.

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