viernes, 16 de enero de 2009

EL SILENCIO

Ahora que la atención de los medios mundiales está centrada en Gaza y las matanzas atroces que perpetra el gobierno israelí, utlizando armas prohibidas y sin ningún respeto a las convenciones internacionales ni a los derechos de las personas no involucradas directamente en el conflicto, mujeres y niños en su mayoría, conviene hacer una reflexión sobre el silencio de esos mismos medios sobre otras atrocidades cotidianas.

En mi vieja enciclopedia Espasa, el silencio se define de un modo negativo, como la ausencia de ruido, o la abstención de hablar o escribir de algo. Mi percepción del silencio, en cambio, es francamente positiva, un placer del espíritu, un estímulo para la reflexión, incluso un elemento creativo, cuando se trata de una pausa musical.

Los griegos antiguos debieron tener en mucho aprecio el silencio, `pues hasta le dedicaron una divinidad, Harpocrates, que luego los romanos transformaron en una forma femenina de su armario de deidades heredado de aquella cultura, pero en los últimos dos siglos, bastante trágicos para una buena parte de la humanidad, el silencio ha perdido sus connotaciones positivas, por su uso desmesurado para negar y olvidar las muchas atrocidades cometidas en la época mas gloriosa del progreso tecnológico y material, y menos proclive al uso de la reflexión.

Esto es así, porque demasiadas veces el silencio está relacionado con diversas formas de censura, prohibición y opresión, cuando se hace callar a alguien, o a muchos, contra su voluntad, y de sumisión al poder arbitrario, no protestar, no quejarse.

El silencio es objeto también de transacción mercantil, cuando determinados intereses que buscan el ocultamiento, compran ese silencio, y también suele ser un procedimiento para el olvido, cuando quienes deciden lo que se publica o no en los medios de comunicación influyentes, relegan a lo no noticiable conflictos o países que por su escasa dimensión, o el interés de sus dirigentes en ocultarse de los focos de atención informativa internacional, no aparecen nunca en los titulares, envueltos en un silencio cómplice de sus atrocidades, perpetradas con la mas cuidadosa discreción.

Es lo que pasa en Guinea Ecuatorial. Salvo un reciente libro de denuncia que circula ahora por Internet, un silencio espeso cubre la figura de Obiang en los medios de comunicación convencionales. Puedo entender que un país cuyas dos ciudades mas grandes están en el entorno de los 100.000 habitantes, no reciba la atención de los grandes titulares. Por otro lado, el sátrapa Obiang, merece la atención de nuestros grandes dramaturgos porque es el paradigma de la crueldad y la tiranía que inspiraron las tragedias clásicas, un clásico moderno, podríamos decir.

Las compañías mineras francesas y norteamericanas extraen 300.000 barriles diarios de petróleo de los yacimientos petrolíferos en Guinea Ecuatorial. La producción petrolífera por habitante es semejante a la de Kuwait(Wikipedia). Es debajo de ese paraguas que Obiang goza del privilegio de la impunidad en el ejercicio de su poder absoluto, adornado con formalismos democráticos no homologables en la comunidad internacional, pero así como el nivel de vida de los kuwaitíes refleja su abundancia de recursos naturales, en Guinea la esperanza de vida es de 49 años para los hombres, eso si Obiang no decide matarte antes, porque en alguna emisora de radio, --en Guinea no hay periódicos-- al parecer se ha llegado a decir que el carácter sagrado de la persona de Obiang le permite disponer de las vidas de sus súbditos, sin dar explicaciones.

Obiang no solo cuida de los intereses de las industrias petroleras instaladas en Guinea, a cambio de que cuiden de los suyos, además ingresa cada día en los bolsillos de su clan familiar ingentes cantidades de dinero, y controla el tráfico de drogas que circula por buena parte del continente africano, con lo que la fortuna de su clan Fang, está fuera del alcance y el control de cualquier tipo de institución.

He aquí un caso arquetípico de poder absoluto, ejercido con maneras anteriores a la revolución francesa, ante el silencio cómplice de las instituciones de la comunidad internacional --salvo las que se ocupan de vigilar el cumplimiento de los derechos humanos-- y de los medios de comunicación que consideran que, lo que sucede de modo cotidiano en un pequeño país del Africa Ecuatorial, no es noticia. Mientras tanto, el estado de los escasos hospitales es tan lamentable como en Gaza, los médicos se van, y los asesinatos políticos están a la orden del día.

Al menos, hay un periodista independiente que ha escrito un libro de denuncia sobre estos hechos, cuyo resúmen circula ahora por el ciberespacio. El resto, es silencio. Silencio cómplice.


LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 16-01-09.

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