miércoles, 14 de enero de 2009

EXPLICAR LA CRISIS

Explicar la crisis en el parlamento parece una trampa saducea tendida al presidente, al estilo de aquellas que hizo famosas Torcuato Maquiavelo Fernández Miranda en los tiempos de la transición política española. ¿Como vas a explicar la crisis si no la comprendes? Sin duda, en el debate, se notaría esa incapacidad de explicar algo de lo que no tienes una comprensión profunda y cabal. Por otro lado, si la comprendes, si puedes explicarla, es decir, conoces sus fundamentos, sus causas, porque estabas presente, como un actor más, aunque subordinado al poder político global cuando se gestó, te acusarán de no haber hecho nada para evitarla. ¿Con que cara sale usted, señor presidente, dirán, a explicar las causas de la crisis sin haber hecho lo que debía, cuando debió hacerlo?

Me atrevo a aventurar, con perdón, que, al final, las sesiones parlamentarias que se dediquen a este asunto, la explicación de la crisis, tendrán una composición de, aproximadamente, un 70% de marketing político, cuyo contenido se referirá a destacar las medidas que ya han sido tomadas, un 20% destinado a desmontar los argumentos de la oposición, y el diez por ciento restante incluirá alguna medida nueva que se guardaba para esta ocasión y distintas alusiones a los diferentes segmentos del electorado a los que se quiere tranquilizar con un mensaje de optimismo relativo, pero en ningún momento se entrará en el fondo del asunto.

Para conocer la verdadera naturaleza de la crisis del capitalismo, enmascarada por la crisis económica y financiera que lo protagoniza todo, hasta el punto de que nadie que escriba en un medio público o privado, con independencia de su conocimiento del tema, ha dejado de ocuparse de ella, hay que recurrir a fuentes extraparlamentarias.

Para sus aspectos técnicos y económicos, nada mejor que los artículos publicados en el suplemento de negocios de “El País” por los premios Nóbel, Paul Krugman y Joseph Stigler, en mi opinión, las fuentes mas fiables de todas las toneladas de papel que se han dedicado a este asunto. No de modo casual, ambos se han referido a la trampa de la liquidez, a la que he dedicado una página del Blog, como un elemento central presente en la grave situación financiera mundial, que se solapa con otros muchos aspectos de las variadas crisis que confluyen en una crisis global sistémica, y ambos han defendido las recetas Keynesianas basadas en el aumento del gasto público, financiado con déficit,como la política económica mas adecuada en esta situación excepcional.

Sin embargo, el meollo del problema, mas allá de sus aspectos técnicos y económicos de corto plazo, lo están explicando estos días diversas personalidades del movimiento altermundista, “otro mundo es posible”, ¿recuerdan?, en sus sucesivas apariciones en los telediarios nocturnos de la 4.

Los verdaderos problemas que la visión miope del corto plazo está ocultando son, por citar unos cuantos, el agotamiento de los recursos naturales, agravado por el rápido crecimiento económico de los mas grandes países emergentes, China, India, Brasil, y otros. El desequilibrio de poderes y niveles de consumo en el mundo. El hecho de que una parte exigua de la población mundial consuma la mayor parte de los recursos. Los problemas demográficos, las migraciones, las desigualdades sangrantes, que en los últimos quince años de prosperidad en el mundo rico se han agudizado

El dilema que supone, de un lado, acabar con esas desigualdades, y de otro, la limitación de los recursos. Como dijo uno de los intervinientes, si toda la población que ahora está por debajo, alcanzara el nivel de consumo medio por cabeza de los españoles, harían falta 2,5 planetas como el que tenemos para obtener los recursos necesarios para satisfacer ese consumo.

Es decir, tenemos un problema. Si queremos acabar con las desigualdades, la población mundial consumirá mas recursos, pero no hay recursos suficientes para todos. Por lo tanto, lo que está en crisis no es un mero modelo económico financiero, sino todo un sistema de vida. A nadie se le escapa que la solución al dilema pasa por que quienes consumen mas, moderen ese consumo, es decir, por una mejor distribución de los recursos disponibles, y eso implica ciertas renuncias, pero ningún parlamento del mundo, cuyos objetivos son electoralistas, y no miran mas allá del corto plazo, parece dispuesto a explicarlo a sus nacionales.

Hay otra solución aparente al dilema, desde un punto de vista no altruista, muchos podrían pensar, que se jodan los pobres, tanto los que malviven en la mayor parte de los países que están en una situación de pobreza extrema, o de subconsumo respecto a nuestros estándares de vida, como los que sobreviven en segmentos marginales en nuestras propias ciudades, mientras yo sigo disfrutando de un bienestar relativo.

Esa solución podría servir, prescindiendo de cuestiones éticas, si los pobres y los desheredados se avinieran a joderse, pero uno de los aspectos nuevos de la sociedad globalizada es el crecimiento brutal de las migraciones. Solo hay que tomar un autobús urbano en cualquiera de las ciudades de la Europa relativamente opulenta, para constatar los movimientos de población que esas desigualdades extremas están provocando en todas partes.

Por lo tanto, si insistimos en relaciones de intercambio desiguales que impiden a esas poblaciones consumir en sus países de origen, vendrán aquí, y esa presencia, sea en origen, o en los países ricos, significa igualmente un mayor consumo de recursos, cada vez mas escasos.

No es una típica situación Malthusiana, aquella en la que el economista inglés descubrió que la producción de alimentos crecía en progresión aritmética y la población lo hacía en progresión geométrica, y cuya proyección en el tiempo le hizo augurar hambrunas y catástrofes, luego desmentidas por los aumentos de la producción alimentaria con el uso de los fertilizantes.

Este es un problema, un conflicto de poder, basado en relaciones de intercambio desiguales, no solo una cuestión demográfica, sino básicamente, una forma perversa de organización social que no parece que las discusiones parlamentarias sobre la explicación de la crisis puedan contribuir a mejorar.

Si se me permite una metáfora vegetal para explicarlo, el proceso de generación que ha desencadenado la visibilidad de las crisis financieras, económicas y sociales solapadas, que han estallado a la vez en todo el mundo occidental, es semejante al del olmo seco de Aras de Alpuente, cuyos restos los vecinos de esa localidad del Rincón de Ademúz están decidiendo en referendum como rehabilitar.

El olmo, primero fue infectado, hace años, por un hongo que lo enfermó. Su aspecto externo era el de siempre, pero su interior caminaba de un modo lento pero inexorable hacia la putrefacción. Nadie pareció percibir ese deterioro interno, porque la robustez de su tronco centenario y la lozanía de sus ramas y hojas, en la fase incipiente de la enfermedad, no era visible.

Cuando comenzó a hacerse visible el deterioro, los vecinos se dividieron. Solo unos pocos eran conscientes de lo que estaba sucediendo, llamaron a los técnicos, y les confirmaron el diagnóstico.
Esas minorías, preocupadas por lo que pudiera sucederle al olmo con el tiempo, recuerdan a los manifestantes anti globalización que nos avisaron, repetidas veces, de la enfermedad que aquejaba al sistema. También ellos recurrieron a especialistas que les apoyaran con su diagnóstico, y los hubo. Pero las relaciones de poder son inmunes a las opiniones de los especialistas y lo suyo es el corto plazo, así que, en lugar de hacerles caso, les dieron en Seattle un buen puñado de mamporros.

Del mismo modo que el tronco del olmo se quedó seco y perdió sus ramas, el sistema capitalista alumbrado con la globalización ha llegado a una fase de agotamiento, sin que ningún mecanismo de poder político haya reconocido la necesidad de cambiarlo.

Hace unos días, el tronco seco del olmo, al que se añadieron unas ramas metálicas para hacer de el una escultura que conservara parte de lo viejo, integrando lo nuevo, ha sido pasto de las llamas, y ahora los vecinos de Aras se están planteando, por la via de un referendum vecinal, su rehabilitación.

Metáfora vegetal aparte, el planteamiento de la discusión parlamentaria sobre la explicación de la crisis, me temo que va a quedar limitado al intento de la oposición de responsabilizar a Zapatero de la crisis, y a la exhibición por parte de este de la panoplia habitual de marketing parlamentario.
Pero nadie va a mirar mas allá de los horizontes electoralistas de costumbre.

Mientras tanto, nuestro olmo, la casa global que habitamos, seguirá enferma, con el agotamiento de sus recursos, las migraciones masivas, los conflictos violentos, las desigualdades de rentas, de consumo, de intercambios, y hasta que no se haga un referéndum vecinal que alcance a todos sus habitantes, y nos pregunten como queremos rehabilitarla, las explicaciones parlamentarias sobre la crisis nos parecerán, a algunos, francamente insuficientes.

LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 14-01-09.

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