martes, 13 de enero de 2009

DESPUÉS DE PRAGA (9)

(...) “--Pau, las gentes que piensan demasiado y creen tener esa capacidad evocadora, creativa, para inventarse otra realidad, a veces tienen un déficit emocional. Piensan mucho, pero sienten poco. ¿No te has preguntado nunca si es tu caso?

--La capacidad de expresar emociones se endurece con el uso. Ahora soy mas cerebral. Pero, eso, creo yo, le sucede a todo el mundo. También yo experimenté emociones contradictorias cuando era mas joven . Son etapas que todos transitamos. Ahora tengo otros intereses vitales. Ir a Nottingham es uno de ellos.

--¿A Nottingham?, ¿para qué?. Eres –mi afecto por ti me autoriza a decirlo-- una contradicción permanente. Siempre estás representando el papel de escritor anónimo, con el argumento de que la libertad creativa solo se puede ejercer desde el anonimato, dices que tu aversión a la vida pública te impediría hacer el payaso en la imprescindible tarea de la promoción editorial. Ese es tu discurso, ¿no?, y ahora, ¿quieres ir a Nottingham?

Ese congreso al que quieres asistir es un lugar de relumbrón, repleto de pedantería y vanidad. Quienes van allí lo hacen movidos por la pulsión egoísta del reconocimiento personal, no van a aportar nada, solo a recibir. El altruísmo y el desinterés por las recompensas afectivas y materiales no está en la agenda, ¿no lo comprendes?.

--No me parece contradictorio asistir. Me mueve el egoísmo, si, como a todo el mundo, incluso un poco mas, por mi condición de escritor, aunque sea anónimo. Es natural que, sintiéndome escritor, busque la oportunidad de estar con mis iguales. Es una forma mas de aprendizaje y de tener una visión mas amplia de mi propio trabajo que, desde mi ocultamiento deliberado, resulta demasiado subjetiva.

--Pero tu asumes una doble condición metaliteraria, la de narrador y personaje y con tu excesiva atención a la primera no haces mas que crear confusión y exceder tu papel de ser solo un transmisor de historias, buscando un protagonismo que no te corresponde. Reflexiona, Pau. Me parece que siempre estás intentando ser lo que no eres y eso te lleva a la insatisfacción. Debes intentar un pacto de aceptación de la realidad.

--¿Y usted, Voland, me habla de realidad? Se presenta aquí, en la nocturnidad de mis sueños, con esas ridículas lentillas de colores, vestido como un existencialista de aquellos que distraían con su pintoresco aire bohemio a los burgueses aburridos del París de los años cuarenta, como una personificación demoníaca, y con esa misma dualidad que me atribuye, de personaje robado del libro de Bulgákov y de autor intelectual de mis modestas andanzas. Puede que en el pasado haya influido en mi trayectoria, pero ya no. Me he liberado de esa dependencia. Ahora pienso por mi cuenta y si, voy a ir a Nottingham, y me importa un bledo su opinión.

--¿Dualidad? Me insultas, Pau. Esa categoría binaria no encaja con las múltiples dimensiones en las que me desenvuelvo, de las que tu solo percibes las que yo te dejo ver.

--¿Omnipresente? ¿Es omnipresente? Venga ya. Ahórrese ese cuento. No me lo creo.

--No necesito recurrir a esa condición para demostrar tu error al reducirme a una vulgar dualidad.
Mi existencia es múltiple y muy variada. Es cierto que fui un personaje de Bulgákov, pero ya esa condición era múltiple y compleja, porque integraba todo el saber literario y las experiencias de la vida de aquel escritor que permaneció inédito por la prohibición de su obra mientras vivió, por no hablar de mi existencia en la materialidad de las páginas del libro donde residí antes de constituírme en habitante de tus sueños, o de la carnalidad de las personas que inspiraron la recreación del aspecto físico con el que me percibían los lectores. Por cierto, ¿has visto ese grabado de Toulouse Lautrec en el que aparece Arístide Bruant con su característico sombrero negro de ala ancha y su foulard rojo? Una parte de mi está inspirada en Bruant. Ya ves que corto se queda, pues, tu mezquino concepto de dualidad.

Además, quien quiera que sea el que está escribiendo esto, seas tu, yo, o un tercero que se enmascara detrás nuestro, se está dejando arrastrar hacia un ejercicio metaliterario. A mi condición originaria de personaje de Bulgákov se añade la de supuesto autor de tus andanzas, la de un Voland que ya no es el demonio de El Maestro y Margarita y, sin yo desearlo en absoluto, --es mas, me molesta-- me está convirtiendo en la conciencia del autor, a mi, que no tengo la menor vocación de ser la conciencia de nadie. Dualidad, que tontería.

--Si quiere, le llamaré confusión. No pienso seguir discutiendo con usted. Es una decisión mía. Está tomada. Voy a Nottingham y nada de lo que usted diga o haga me afecta lo más mínimo. Me resbala, ¿entiende?. Ahora, por favor, váyase, tengo otras cosas en que soñar.”

EL SUEÑO

“Soñé que soñaba un sueño dentro de otro sueño. No es un retruécano al modo de Cabrera Infante, es una experiencia verdadera. Soñada, pero verdadera. En el sueño, buscaba un bolso de mano hasta que, soñando, percibi que ese objeto era solo soñado y dejé de buscarlo.

Al despertar, sobre la butaca rojinegra, frente a la chimenea apagada, sentí frío. Los músculos del cuello me dolían. No es habitual en mi soñar que sueño. Ha sido una experiencia nueva, distinta.

En la vigilia de la tarde fría, sobrevenida de pronto, al despertar del sueño, evoqué un viaje aún no realizado, y el bolso de mano, todavía no usado. A veces, se sueña el futuro, en lugar del pasado. ¿Dejan llevar ahora en los vuelos comerciales equipaje de mano? ¿De que tamaño? ¿Lo escrutarán con los ojos del láser? ¿Es sospechoso un bolso de mano?

No sé. Seguramente el sueño del bolso tiene que ver con esas preguntas perdidas en el desván de la memoria sin haber sido respondidas. Tal vez se trate de la intuición de un suceso corriente. Iberia pierde tantos equipajes.

El sueño que soñé será en Febrero, cuando embarque en un pájaro metálico, en otra tarde fría.”

Cuando despertó, Pau extendió la mano y encendió la luz. No estaba sobre una butaca rojinegra. No había rastro de rescoldos en la chimenea. Ni siquiera había chimenea. El familiar olor a paredes viejas depositado en el caserón durante cinco siglos le confirmó que estaba en su casa del barrio de Velluters. No recordó haber perdido un bolso de mano en sueños. Solo le quedaba la vaga y desagradable sensación de haber sido visitado por Voland, el personaje del libro que estaba abierto, con la cinta roja marcando el punto de lectura, sobre su mesa de luz.”


(Fragmento de "Después de Praga", libro inédito sobre fantasmas y un congreso en Nottingham. Texto revisado en 2.009)

LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM) 13-01-09.

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