viernes, 2 de enero de 2009

DESPUÉS DE PRAGA (8)

“(...) Pau, concluída la lectura del libreto del Oratorio, reflexionó sobre su contenido. Pensó que en esta época en que tantas personas se han liberado de las ataduras de las religiones, otros vínculos de la vida exclusivamente materialista los afligen. Le parecía saludable que hombres buenos y pacientes como los musicólogos hubieran expurgado ese texto de Pere Rabassa, un catalán que emigró a Heliópolis en 1.714. Destripando sus versos, incluso con una mirada agnóstica como la de Pau, se reconocía la importancia de vivir sobre un sustrato ético.

Su última reflexión fue para Rabassa. Pensó que ahora que las religiones están desapareciendo, sobre todo en Occidente, aunque en otros lugares son muy beligerantes, y con ellas desaparece su peor perfil, pero tambien lo mejor de sus contenidos, su entramado ético originario, no estaba de mas que Rabassa reapareciera entre nosotros, en plena comunidad de hábitos hedonistas, para recordarnos que somos mortales perezosos, que debemos sacudir ese descuido con el que, ociosos, dejamos transcurrir la triste vida.

Abandonadas sus reflexiones, Pau volvió a la rutina cotidiana. Se asomó por la ventana y vió que había dejado de llover. Se puso el pijama y tendió los pantalones mojados. Cenó un par de tostadas con aceite de oliva y jamón de Trévelez, un tomate partido y tres naranjas exprimidas. Puso la tele, conectó el canal de audio y después de escuchar una composición de Telenius Monk interpretada por Iturralde, se fue a la cama.

Durante su primer sueño permaneció inmóvil en el lecho. Después, una agitación creciente pareció indicar que soñaba. Tal vez la causa de su agitación eran los fantasmas del viejo caserón, los que habitaban en los rincones de la biblioteca polvorienta. Quizás fuera Voland, el personaje de Bulgakov, dispuesto a privarle de una noche tranquila.

“El hombre alto vestido de Prada, todo de negro, con un ojo dorado y otro verde –Está harto de las lentillas de colores. Se las pone por exigencias del personaje, pero no ve un pijo-- le preguntó al durmiente:

--¿Quien eres tu?

--Soy Pau, el tramoyista jubilado. Al parecer, he preñado a una mujer que ya no está en edad fértil, sobre una barcaza, en el Moldava. Creo que estaba un poco borracho.

--No, tu no eres Pau. Eso del Moldava lo has soñado. Tu, un agnóstico de toda la vida, ¿haces ahora apología de la moral cristiana y la ética calvinista? No te reconozco. ¿Que ha sido de tu ética libertaria?

--No se confunda. Soy Pau, esa condición libertaria que me atribuye existió, si, pero mi naturaleza vegetal hace que los vientos empujen sobre mi fragilidad. Carezco de fortaleza para resistir su empuje. De mis raices libertarias queda el poso de las narraciones escuchadas en las sobremesas familiares. Un poso sentimental. Por otra parte, lo que usted califica de apología de la ética cristiana solo es el reconocimiento tolerante, creo, de las ideas ajenas.

--La flexibilidad del bambú, Pau, --si es que eres realmente tu-- hace que se doble con el viento, impide que se rompa y facilita que recupere su posición original. Pero tu sufres una desorientación temporal, producto de las raras compañías de ese tren al que subiste, dejándome en la estacada,

--Nuestro contrato se rompió, ¿recuerda? Y ya no tengo ningún vínculo ético, jurídico ni económico con usted.

--Lo rompiste tu, unilateralmente, de un modo abrupto, por cierto. Te ibas a Praga ¿recuerdas? Y por lo que se, ahora te diriges a Nottingham.

--Puedo ir, o no, adonde quiera y cuando quiera. No tengo que dar explicaciones a nadie, y menos a usted, que vive de apropiarse historias ajenas, porque su existencia es tan anodina, que nunca le pasa nada.

--En eso te equivocas. Te dejas engañar por lo aparente. No me apropio de nada, porque soy dueño de todas las historias. Todas viven en mi. Si te he mostrado mi lado tranquilo ha sido para no asustarte, pero es mejor que no provoques mi cólera, porque si lo haces, puedo hacerte desaparecer del relato de un plumazo.

--Que miedo. A estas alturas no me impresionan sus bravatas. Soy plenamente libre de mis obligaciones contractuales y de sus exigencias mercantilistas. Mi ruptura del contrato me sitúa en un plano de libertad con el que siempre había soñado sin saberlo.Ni siquiera me preocupa cuando morir. Mi vida virtual en su relato me ha enseñado que la muerte es un hecho tan natural como la vida. Lo mismo da que te ayuden a morir los amigos o te acuchillen Bruto y sus secuaces. Estás muerto y basta.

Sus amenazas ya no pueden condicionarme. Es a usted a quien debería preocuparle mi desaparición. Sin mi, no podría ejercer ningún poder y sin poder usted no es nada. ¿Lo entiende ahora?

--Pau, Pau. Veo que te sientes libre, pero estás lejos de haber alcanzado la comprensión de tu propia existencia. ¿Es que acaso ignoras que la conciencia del dolor se puede prolongar mas allá de la vida?

--Yo no creo en eso. Son paparruchas. Soy agnóstico de toda la vida, ¿recuerda?

--No estoy seguro de tu sinceridad. Todo eso de la renuncia, la contemplación, la fusión con lo absoluto, el todo que nos excede, tiene un tufo budista, y en el budismo también hay demonios, ¿lo sabías?

--Los demonios, como usted Voland, son una creación humana. Los hombres los sienten, a veces, dentro de si, por eso han inventado a los dioses, para exorcizar sus propios miedos.

--¿Me estás diciendo, Pau, que soy una creación tuya?. ¿Que una criatura frágil y vulgar como tu tiene el poder de evocarme, construir mi imagen, conjurar mi presencia en sus sueños, dotarme de la capacidad de verlo y oírlo todo, el antes y el después, el aquí y el ahora, lo lejano y lo por venir?
Por favor, te tienes en demasiada estima.

--La mente de los hombres, Voland, incluso la de las personas mas anodinas y vulgares en apariencia, tiene una capacidad creativa y evocadora muy poderosa, aunque no siempre se sea consciente de esa facultad. (...)”

(Fragmento de “Después de Praga”, libro inacabado sobre fantasmas y un congreso en Nottingham. Texto revisado en 2.009)

LOHENGRIN. (CIBERLOHENGRIN.COM). 3-01-09.

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