lunes, 8 de febrero de 2010

BARBOZA (5)

(…) “El salón del Hotel British, cerca de la Valetta, es idéntico al de cualquiera de los viejos hoteles ingleses repartidos por las ciudades de tamaño medio de la península ibérica. Los ingleses son unos tipos curiosos para los que la conservación de su estilo de vida es algo innegociable, aún cuando en algunos aspectos eso implique, a los ojos de los otros, un cierto atraso.

La influencia inglesa en Lisboa es particularmente visible en los rótulos de los comercios, en los horarios, y en la vieja costumbre de exponer los alimentos sin refrigerar. Al igual que, cuando la crisis de las vacas locas, pudimos observar que en muchas carnicerías inglesas no disponían de cámaras de almacenamiento refrigeradas, en el barrio lisboeta de Alfama , al menos en la época en la que viví allí, exponían los bacalaos y los demás productos del mar, a pelo, sin hielo que los conserve.

A quienes cruzan la frontera hispano portuguesa desde Ayamonte, lo primero que les llama la atención es que en los mercados de pescado españoles el producto está conservado en hielo, mientras que en el primer mercado que encuentran al cruzar la raya, todo el pescado está tirado ,a pelo, en los puestos de venta. ¿Pero, que pasa con el hielo, se preguntan? ¿Es que no hay cámaras aquí? Pues no, no las hay, y la razón podría ser la influencia inglesa.

Me ha recordado esta preferencia isleña por la conservación de un estilo de vida propio y diferenciado, el aire decadente del salón del hotel, con sus butacas Chester --en una de las cuales espero la llegada de Gosálvez- sus pesados cortinajes de terciopelo, sus alfombras de lana de oveja de Lancashire, y la media docena de silenciosos ingleses que calientan un sillón aquí, en espera de destino, leyendo el London Daily, frente a un retrato de la familia real inglesa, y otro del actual equipo del Chelsea.

-Ah, Barboza, por fin ha venido.

-Usted sabía que vendría y porqué.

-Si le parece, vamos al bar pequeño. Allí podremos hablar.

-A esta hora estará cerrado, no?

-No importa. Nos serviremos nosotros y nadie nos interrumpirá.

-Como quiera, Gosálvez, usted es el anfitrión..

-¿Que quiere tomar?

-Un daiquiri...

-Puede preparárselo usted mismo. Detrás de la barra encontrará todo lo necesario.

-Vale, usted, ¿que tomará?

-Un Martini bianco.

-¿Donde está Manuela?

-Está arriba, en la habitación...

-Y, ¿cuando podré verla?

-Depende del resultado de nuestra conversación..

-Pues diga sin rodeos lo que quiere...

-No se apresure, Barboza, disfrute del daiquiri, tenemos todo el tiempo del mundo..”.

(…)
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 8-02-10.

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