viernes, 19 de febrero de 2010

PRESIDENTES

Los presidentes de lo que sea podrían verse, aplicando el punto de vista de un etólogo, como una subespecie, una variedad que tiene rasgos comunes con la categoría VIPS, que se organiza en grupos jerárquicos. Presidentes de corporaciones financieras, de gobiernos centrales, de comunidades autónomas, o de Estados federales y federados. Presidentes de organismos autónomos, de confederaciones empresariales, de partidos políticos, de un censo numeroso de asociaciones y organizaciones diversas, de cooperativas y otras entidades de la llamada economía social, de comunidades vecinales, de amigos (y enemigos) de esto y de lo otro.

En la sociedad contemporánea, el ratio presidentes/residentes crece a un ritmo exponencial, sin que los residentes observemos un crecimiento semejante en la calidad de esa sociedad que intentamos compartir.

Me pregunto a que obedece esta compulsión que hace aumentar el número de presidentes y dudo si una de las respuestas puede ser la necesidad de la personalización del poder, un resabio del medioevo construido sobre la sencillez de la relación entre amo y vasallo que todavía está presente en nuestras conciencias.

Una interpretación mas políticamente correcta es que el crecimiento de la democracia en las sociedades modernas hace mas complejas las relaciones de poder, y ese mayor número de presidentes obedece a que, cada vez mas, los intereses de los residentes están mas presentes y mejor representados en los lugares donde se toman decisiones de contenido democrático.

Curiosamente, uno de los escasos lugares donde la figura de presidente está ausente es en las organizaciones sindicales. ¿Porqué? ¿Será que los sindicatos, organizaciones de trabajadores, aprecian mas el concepto de residente ( de ciudadano) que el de presidente (resabio de una antigua cultura jerárquica)? Podría ser, pero cuando constatas que en realidad usan el nivel de secretario para hacer visible su jerarquía, te preguntas si eso no será el reconocimiento de su dependencia de un poder superior, o sea, un resabio, otra vez, del vasallaje.

Si los presidentes, sobre todo los de gobierno, como los VIPS, cuando se sienten importantes durante demasiado tiempo se convierten en imbéciles, esa es una pista para entender los comportamientos de algunos de ellos.

La tendencia de algunos presidentes en ciertos países, mas o menos lejanos y formalmente democráticos, a exceder los límites temporales señalados por mandato constitucional para el ejercicio de su poder, como es el caso de Chávez, y de algunos otros presidentes en Africa y Latinoamérica, expresa algo peor que la imbecilidad del poder demasiado prolongado, pero no la excluye.

Otros ejemplos mas cercanos, no relacionados con la prolongación forzada de su mandato, pero si con el grado de estulticia con que lo ejercen, cada uno en su ámbito, como es el caso -–es una opinión-- de Camps, presidente de la comunidad valenciana, Zapatero, presidente del gobierno de España y Rajoy, presidente del primer partido de la oposición, por poner tres ejemplos próximos, parecen indicar que el síndrome de la imbecilidad VIPS no deja indemne a casi nadie que alcanza esa jerarquía.

Para no personalizar demasiado, la última conferencia de presidentes autonómicos, y su ausencia de resultados tangibles, fue una demostración de que el síndrome VIPS no afecta a uno o dos de los presidentes citados, sino a todos lo demás.

Lo mismo sucedió en Copenhague, en la última conferencia sobre el clima, lo que parece indicar que la incapacidad de los presidentes de lo que sea, para aplicar el sentido común a las necesidades de los simples residentes, es universal.

¿Que hacer ante una situación como esta? Volver a sistemas autoritarios en los que los órganos de poder no eran presidenciales y múltiples, sino unipersonales y únicos no es muy apetecible, aunque una minoría de nostálgicos atribuye todos los males de este siglo al abandono de los sistemas aún mas autoritarios que añoran.

La respuesta, para algunos, está en la democracia directa, un sistema utópico que exige una enorme dedicación a los residentes para la toma de decisiones, sin dejar en manos de VIPS, presidentes y otras figuras, decisiones que les afectan directamente.

La democracia directa es un sistema utópico, no porque no sea posible, sino porque pocos estarían dispuestos a dedicar mas de la mitad de su tiempo y su energía a hacerla posible. ¿Entonces, que podemos hacer?

Ya que lo único que tenemos es la democracia representativa, que es mejor que nada, tal vez deberíamos aprovecharla para descabalgar del poder, cuando toque, a quienes percibamos como los mas afectados por el síndrome VIPS.

Como, por ahora, no parece viable reducir el censo de VIPS, procediendo a su relevo por simples residentes con probada capacidad de autogestión, que es lo deseable, hagamos lo posible, renovemos al menos su nómina, a ver si conseguimos aumentar la calidad de sus decisiones.

No estoy nada seguro de si es mejor el posibilismo o la abstención. Agradecería vuestros comentarios, seguro que me ayudan a resolver mis dudas.


LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 19-02-10.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios