jueves, 11 de febrero de 2010

CALIFICADORES

Hay dos expresiones que han circulado profusamente estos días por la prensa financiera y no financiera que me irritan particularmente. Los mercados. Las agencias de calificación. Los mercados, en contra de lo que se afirma habitualmente, no son agregados de compradores y vendedores que se comportan siguiendo leyes de oferta y demanda. Son máscaras de piedra tras las que se ocultan, como en las tragedias griegas, sujetos individuales poderosos capaces de llevar el infortunio a millones de personas.

En cuanto a las agencias de calificación se ocupan, como su nombre indica, de adjetivar, pero no llegan a apuntar a la sustancia de las cosas, ni personalizan en sujeto alguno sus adjetivos. ¿Donde estaban las agencias de calificación cuando los sujetos ocultos tras el mercado gestaban la mayor catástrofe financiera desde los tiempos de la gran depresión? Estaban, como siempre, adjetivando, ajenas a la sustancia de las cosas y ninguna advirtió ni impidió el gran crash, ni señaló con crudeza a los sujetos que estaban a punto de provocarlo, hasta que estalló la burbuja.

Después si, un par de Bancos de inversión se revelaron como sujetos protagonistas del desastre, y un intermediario financiero, uno solo, Madoff, ha sido acusado de fraude. Como los escenarios teatrales de las tragedias no están hechos para albergar masas, ha bastado con un par de personas jurídicas y una física para representar a todos los demás, que seguramente constituyen una minoría numerosa y que siguen ocultos tras el mercado, especulando, inasequibles al desaliento.

Los calificadores se organizan en agencias. Son agentes, ¿al servicio de quién? De los mercados, naturalmente. ¿Quien les paga? No lo sé, supongo que cada país tendrá sus propias normas, pero si están al servicio de los mercados, de una u otra forma, serán los mercados quienes les paguen. ¿Son independientes? Parece que sí. También algunas auditoras presumían de independientes, hasta que desaparecieron, porque de día parecían independientes, y de noche se acostaban con los mercados.

Esta crudeza que se esconde tras las apariencias de normalidad financiera, hace que uno se irrite al ver correr, cargados con gruesos expedientes, en dirección a las plazas financieras mas importantes donde tienen su sede los calificadores, a los ministros de los gobiernos en dificultades para mostrar por medio de sus planes de ajuste, que afectan a millones de sujetos reales, su deseo de que se les dedique un adjetivo que les permita eludir el ataque de los especuladores.

En mi ya larga experiencia he tenido ocasión de vivir o de conocer distintos sistemas de representación democrática, lo que me ha hecho desconfiar de aquellos que abusan de los adjetivos. Empezando por la democracia orgánica del franquismo, siguiendo con las democracias 'populares' que son el maquillaje de los sistemas autoritarios, por no hablar de la democracia cristiana que, según Gómez Dávila, es una contradicción en los términos, pues si es cristiana, no puede ser demócrata, tiene que ser jerárquica.

El papel de las agencias de calificación y de los mercados en las democracias occidentales, tan aireado en la prensa financiera y no financiera en los últimos días, revela que no vivimos en una democracia a secas, como creíamos, sino en una democracia adjetivada, la democracia financiera.

Parece una obviedad, pues todo el mundo reconoce que vivimos en un entorno capitalista, el único que funciona a nivel planetario, llámese como se llame, pero la calificación del capitalismo como democracia financiera tiene una ventaja operativa, nos permite entender mejor lo que sucede a nuestro alrededor, por la mayor claridad de los dos términos de la definición,

'Demos', los sujetos que sufren las consecuencias de las decisiones que se toman por procedimientos formalmente democráticos, y financiera, que es una palabra genérica que incluye a los sujetos que idean, inspiran e imponen las decisiones que ante sus presiones toman los parlamentos.

Se puede argumentar que el 'Demos' incluye a todos, también a quienes tienen y ejercen el poder financiero, pero en mi opinión es un error incluir ambas categorías en el concepto de democracia. El poder financiero vive al margen de esa categoría, porque, como los dioses del Olimpo, que cuentan que vivían en el monte del mismo nombre, la cabra tira al monte.

Así pues, si como parece vivimos en una democracia financiera, cobran su auténtico sentido las expresiones, 'los mercados' y 'las agencias de calificación' que tanto se han citado estos días en la prensa financiera y no financiera.

Ahora solo falta que las agencias de calificación añadan a su pasión por los adjetivos, la indispensable referencia a los sustantivos, algo que tenga 'Existencia real, independiente, individual'. Ya que al parecer estamos obligados a sufrir las consecuencias individuales y colectivas de las (dudosas) acciones de los sujetos que detentan poder financiero, queremos los nombres, que se dejen de historias de 'los mercados' y nos digan quienes se ocultan detrás de esa máscara.

Y que no nos remitan a la revista Forbes, ni son todos los que están, ni están todos los que son. No quisiera ser mal interpretado, no estoy pidiendo una caza de brujas, solo se trata de que si estamos en el mundo a merced de los poderosos, podamos, al menos, conocerlos.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN.COM) 11-02-10.

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