Al parecer, hay un millón de personas volanderas que se posan en esta o aquella ciudad, como si fueran la bandada de estorninos de 'El Intermedio', siguiendo las pautas del calendario festivo fallero o el reclamo de las grandes exposiciones de arte en Madrid. Lo sé porque anoche salí, las conté, y eran eso, un millón. Además, lo dice la primera de 'Levante' hoy, 'Un millón de turistas toma Valencia'.
Igualito que cuando estuvimos en Madrid viendo lo de Antonio López en el Thyssen, que el museo parecía la calle de Sueca iluminada en el barrio de Russafa en una noche fallera, no podías dar un paso sin tropezar con alguien, y ni hablar de contemplar el cuadro o la falla con el detenimiento y la mirada sosegada que el arte requiere, con la diferencia de que aquí
en el tenderete del ruso te ofrecen el fantástico y absurdo pastel chimenea, un rollo de pasta envuelto por uno de cuyos extremos sale el humo, como si fuera una falla eslava, si.
(...)
Lo cierto es que anoche vinieron a cenar Antonio y Lola, pero no trajeron vino. En su lugar, depositaron en la mesa una cajita de cartón conteniendo supuestos pasteles que, al abrir la caja, se revelaron como un amasijo informe de formas dulces estropeadas por el traqueteo de todo un día de actividad fallera, ofrenda, visita a monumentos, esas cosas, que había precedido a su llegada a casa para cenar, bastante exhaustos, hay que decirlo.
En venganza por lo de los pasteles deteriorados, obligamos a Antonio y Lola a que nos acompañaran a las calles iluminadas y festivas del barrio de Russafa, y allí terminamos de reventarlos sin ningún remordimiento. Conté a los estorninos que se apretujaban en las calles, entre flashes, cámaras digitales, música en directo y enlatada, tenderetes de peligrosos mojitos y pasteles rusos, y eran , en efecto, un millón.
Solo dejamos marchar a Antonio y Lola cuando comprobamos que cojeaban y habían llegado a su límite de resistencia. Un punto mas y tendríamos que haberlos dejado en Urgencias. Al despedirnos, Lola dijo, me ha gustado tu carrillada, sabía como si la hubiera hecho yo.
Pues nada, a partir de ahora, mi carrillada se llama Carrillada Lola.
Así como de nuestra estancia en Madrid volví con la idea de que era una ciudad llena de pijos fundidos en bronce que se dejan cagar por las palomas encima de un pedestal, tras la experiencia callejera de anoche creo que el millón de estorninos que están aquí dándole a la digital con la patita, son, poco mas o menos, los mismos que llenaban Madrid cuando fuimos a la Thyssen.
Al parecer hay un millón de turistas volanderos que, hoy están aquí, mañana allí, y nunca terminan de anidar en un sitio fijo, pero anoche me pareció que estaban todos en la calle de Sueca, con pinta de llevar allí una semana, como si hubieran decidido quedarse para siempre. No sé.
En fin. El millón.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN)18-03-12.
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