He bajado al bar de los locos y he comprado en el quiosco anexo un ejemplar de 'Levante'. En la página 6 un artículo de Vicente Aupí fija su atención en el cielo del atardecer y en la conjunción astral que permite contemplar a simple vista Venus y Júpiter, siempre que tu punto de observación esté lejos de la contaminación luminosa y la falta de horizontes libres propios de las ciudades.
He contemplado Venus al atardecer muchas veces desde el cielo serrano de mi casa campesina, a la que hace meses que no voy, pero de Júpiter y sus lunas, Ganímedes, Io, Calisto y Europa, solo he tenido noticia por medio de la ciencia ficción, esas lecturas propias de la edad temprana que luego se suelen abandonar, y puedo afirmar que la experiencia contemplativa del cielo al declinar la tarde, cuando aparece ese planeta por el Oeste reflejando la luz del sol como una luna duplicada
es, cuanto menos, enigmática.
Hoy, sin embargo, después de leer lo de Aupí, y algo que, en apariencia, nada tiene que ver, la cruda reflexión de Amadeu Fabregat sobre las relaciones humanas y las leyes de mercado que las gobiernan, 'El mercado que llevamos dentro' (pág.5), no puedo evitar pensar que la mayoría de las historias de ciencia y de ficción, ni son ficción, ni tratan de la ciencia, sino que parecen, mas bien, un intento de comprender la crudeza de la naturaleza y la conducta de los humanos, al modo en que lo hace Fabregat, pero utilizando la técnica del distanciamiento, es decir, observándonos a nosotros mismos como si fuésemos otros, desde otro planeta.
(...)
Es curioso que de las tres últimas películas que he visto, dos, utilizan ese enfoque. Melancolía, de Lars Von Trier, dedica la mitad de su metraje a mostrar la crudeza de las relaciones personales de un grupo familiar y amistoso y la otra mitad presenta una situación, solo verosímil como metáfora, en la que un planeta gemelo al nuestro se aproxima a la Tierra, para concluir mostrando las diferentes actitudes de los humanos ante una situación de catástrofe inevitable.
La segunda película, 'Otra Tierra' ,vista el viernes en la Filmoteca, es un minucioso análisis del sentimiento de culpa, también con planeta duplicado, en el que una joven astrofísica que ha causado un accidente de carretera en el que mueren la esposa, un hijo, y el nascituru que la mujer
lleva dentro, de un hombre al que luego la joven se vincula para lavar su culpa, y al que termina cediendo su pasaje para un viaje espacial a ese planeta espejo donde se supone que va a encontrar
a los suyos muertos en el accidente.
En ambos filmes, se prescinde de la verosimilitud científica y la ficción se pone al servicio de un intento, imposible, de comprensión de la naturaleza y la conducta humanas, mucho mas misteriosas e incomprensibles que cualquier planeta ignoto, y en esto, siguen la pauta de las grandes obras de ciencia ficción, '1.984', que es un intento de comprensión y denuncia del sustrato tecnológico totalitario de ciertos Estados que ya se vislumbraba en 1.948, o 'Gran Hermano' que insiste en el uso de la tecnología como instrumento de control social. En ambos casos, se trata, sobre todo, del intento de análisis de la crudeza de las relaciones de poder, que trasciende el mero marco imaginativo del género de la 'Ciencia Ficción'.
Como en el artículo de Fabregat, cuya lectura recomiendo, --me parece una rotunda expresión del género de ciencia ficción, en el sentido de que, como cualquier ejemplo de ese género, prescinde de la ciencia, y hasta de la ficción, para hacer un viaje al centro de su planeta personal-- el viaje al interior de uno mismo, cuando se hace con intensidad, puede que te ayude a comprenderte algo mas, pero al final de ese viaje, es muy probable que te encuentres con tu propia sombra, esa especie de planeta duplicado al que no tienes acceso, una sombra tan enigmática como la que proyecta la luna sobre Júpiter, alrededor del cual gravita, mas misteriosa aún, Ganímedes.
En fin. Ganímedes.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 4-03-12.
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