viernes, 6 de abril de 2012

EXCELENCIA

He bajado al Maravillas bajo una lluvia blanda y suave, buena para las hortalizas, supongo, y, como hoy no hay periódicos, he releído el 'Levante' de ayer. Un titular daba cuenta del cabreo de algunos rectores de Universidad porque el gobierno de aquí les ha retirado los fondos que tenían asignados para sus campus de Excelencia.

Yo, la verdad, ignoro por completo lo que es la Excelencia porque mi historia personal, que no voy a contar ahora, siempre me ha inclinado mas a la supervivencia, pero supongo que los rectores se refieren a una calificación de la comunidad educativa, basada en parámetros elegidos por esa misma comunidad, que da cuenta de que las instituciones educativas que la merecen tienen unos estándares de calidad superiores a la media, reciben mas estudiantes y cobran mas caros sus servicios, algo así.
(...)

Los mercheros con los que tomo café en el Maravillas no parecen haber estudiado en un campus de excelencia sino, como decía un ingeniero con el que trabajé, provienen de la 'escola de la fam' y percibo con claridad su tono irónico cuando alguna vez elogian mi condición letrada, al verme leer la prensa, atribuyéndose, ellos, una condición de inferioridad, tan lejos de la realidad, porque ellos han recorrido un camino que en si mismo, sin conducirles a ningún título letrado, es ya una rotunda manifestación de la excelencia.

Porque es ahí, en el camino, en la ruta, en la distancia recorrida desde el punto de partida, donde se puede medir la excelencia de la condición humana. Alguien que nace en un entorno de abundancia material y cultural, no siempre merece la calificación de excelencia que se le atribuye,porque el esfuerzo personal que ha debido realizar es mínimo, comparado con quien alcanza su misma calificación desde una situación de penuria material e intelectual.

Abundan los ejemplos de personas que han nacido en un entorno de abundancia burguesa y han acabado en la mediocridad, y aunque sean escasas las trayectorias contrarias, cuando se dan, esas merecen la calificación de excelencia, una excelencia que no es exactamente la que los rectores revindican ahora de los poderes públicos.

Dicho esto, hay que tomar el recorte de fondos públicos por el partido en el gobierno como lo que es, un ataque en toda regla a los sistemas educativos públicos, de todos los niveles, bien recortando los fondos para educación pública, bien envileciendo las condiciones de trabajo de los profesores, abandonando la educación infantil a su suerte,
recortando los medios para la enseñanza que requiere un apoyo especial, y otras medidas cuyo primer resultado es poner en pie de guerra a toda la comunidad educativa.

Ante este panorama de ofensiva indiscriminada contra toda la educación pública, yo no se
si el ataque a la excelencia es el mayor de los problemas, a mi me parece uno mas. Nunca
me he considerado, por el hecho de mi extracción social de familia trabajadora, de la que nunca he pretendido salir, aunque luego accedí por mis propios medios --y el apoyo de la sociedad, a través de una beca-- a la educación universitaria, una persona excelente, pero, eso sí, siempre he reivindicado que, tanto mi familia, como yo, pertenecemos a la aristocracia del trabajo, aunque solo sea porque mi abuelo, tipógrafo, anarquista, compañero del Noi del Sucre, sabía leer en una época en que los trabajadores eran una masa iletrada, de la que los poderosos trataban de abusar impunemente.

Esto ya no es así, el grado de alfabetización de la actual fuerza de trabajo impide que se abuse de ella como entonces, en teoría, aunque tal vez, de la mano de la alfabetización, por la vía de la sociedad consumista, se ha producido un proceso de domesticación, No sé.
Lo que si parece claro es que el ataque indiscriminado contra todos los sistemas educativos públicos pretende un retroceso social que no se mide en décadas, sino en siglos.

Es en ese marco donde se instala el ataque a la excelencia, pero no hay que perder de vista
los efectos en todos los niveles educativos que podría producir la sumisión a ese intento de golpe contra la educación pública tras el que están agazapados los intereses privados.

La excelencia, en mi opinión, se demuestra en el camino que uno elije, no tanto en el estatus que alcanza. Elegir el camino de la sumisión o de la disidencia, será un indicador de esa excelencia, tan válido como los estándares de calidad que los rectores reclaman.

En fin. Excelencia.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN)6-04-12.

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