domingo, 2 de septiembre de 2012

BAJO EL VOLCÁN

Ni en mis peores pesadillas, pasado de peyote y metzcal, como Malcolm Lowry, autor del libro cuyo título he robado para este artículo, que leí hace mucho tiempo, habría soñado que nuestros expertos en energía y territorio hubieran elegido para ubicar la central nuclear de Cofrentes,  'el único paisaje volcánico en la provincia de Valencia' ('Levante', 29).

No es mi intención alarmar, no deseo criar fama de apocalíptico, ese volcán sobre el que se asienta la central nuclear, hace millones de años que está extinto, pero, digo yo, habiendo otros territorios que nunca, ni siquiera hace millones de años, registraron actividad volcánica, ¿tenían que poner la central precisamente allí?. Que huevos tienen, los tíos.
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La cosa no tendría mayor importancia, si no fuera porque estos sujetos, los del Consejo de Seguridad Nuclear, tienden a ocultarnos información, bien sea sobre los incidentes recurrentes de esta central antigua, similar a la de Fukushima que reventó un tsunami, bien sobre las consecuencias de la radiación nuclear, que un miembro de ese consejo, Kindelan, un apellido de resonancias guerreras, estimó que se prolongaban durante bastantes miles de millones de años, en una entrevista que pude leer en Internet. 

 Al parecer, según informa el artículo de 'Levante', que presenta la visita a la zona volcánica como un atractivo turístico, ese volcán extinguido forma parte de un sistema de volcanes sumergidos con cráteres entre las Islas Baleares y las costas de Valencia. Mas inquietante resulta conocer que, a pesar de estar extinguido, el volcán todavía funciona.

 'En su cámara magmática, a unos 15 kilómetros de profundidad, la lava sigue estando sometida a procesos de cambio'. Esto nos lleva al asunto de la evaluación de riesgos, asunto visto de muy diversas maneras según que los que asumen esos riesgos perciban una pasta por soportarlos, o no.

 Es el caso del almacenamiento de residuos nucleares,  muchos alcaldes se han partido la cara por asumir esos riesgos, a cambio de dinero para sus municipios. Y digo, yo, ¿no es mas sensato, y mas gratificante, pelear por la instalación de un museo de arte contemporáneo (véase Cuenca), que por un cementerio nuclear?

Cuando te enteras de las ventajas sociales que reciben los residentes en Cofrentes por soportar los riesgos de la cercanía de la central, empiezas a entenderlo, pero eso no justifica que se haya puesto una central nuclear en un terreno volcánico, es como instalar un polvorín en España en una zona boscosa en un verano como el que hemos tenido en 2012. ¿Pa qué?, si hay otros sitios. 

Con esto llegas a la conclusión de que la instalación de actividades de riesgo en uno u otro territorio, se hace considerando factores de coste, logística de distribución, intereses específicos de las grandes empresas eléctricas, y otras consideraciones poco altruistas, que la seguridad de la población importa una mierda, aunque se asuman unas prestaciones para tapar la boca de las gentes.

Malcolm Lowry tuvo un final trágico por atreverse a vivir bajo el volcán del peyote y el metzcal, hasta su destrucción final. Fue una elección personal. ¿Hasta que punto las gentes que viven junto a una central nuclear construida sobre un volcán, o junto a un cementerio que entierra radiación nuclear, han hecho esa elección de manera consciente y responsable?. No sé.

En fin. Bajo el volcán.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 2-09-12.

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