lunes, 10 de septiembre de 2012

ELOGIO DE LA PEREZA

Estoy en la casa de la sierra, mano sobre mano, sin dar golpe. Sucede que uno de mis hijos me ha prestado un librito de Bertrand Rusell, cuyos editores, con un exceso de pudor, creo yo, titularon 'Elogio de la Ociosidad', y ahora estoy aquí, intentando aplicar sus enseñanzas, pero, lamentablemente, he olvidado el libro en casa y no puedo citar con exactitud sus contenidos.

Me ha parecido entender que Rusell pensó mucho sobre el mundo y los hombres, la guerra y la paz, el trabajo y la ociosidad, la pereza y la cultura, y concluyó que, en general, la conducta humana es, casi siempre, estúpida.

En particular, a Rusell le pareció estúpido que, en situaciones bélicas, todo el mundo pero, sobre todo, las mujeres --los hombres se mataban en la guerra-- trabajara en las fábricas militares, y al terminar la contienda, una parte de la población siguiera trabajando con jornadas extenuantes mientras que otra parte, muy numerosa, quedaba en el desempleo.

Ya entonces, Rusell proponía la jornada de trabajo de cuatro horas para todos, con el argumento de que una cuota de ociosidad permitiría elevar la cultura del país. Sin contradecir a Rusell, hago observar que aquellos que tenían todo el tiempo libre, por estar desempleados, no parece que lo emplearan para ampliar su cultura, pues, de haber sido así, tal vez habrían sustituido a las élites dominantes en el gobierno del país, cosa que no sucedió.


Esto me lleva a considerar que el acceso a la cultura requiere, al menos, dos condiciones, disponer de tiempo libre y, claro, tener deseos de aprender, aunque, el hecho de leer libros no estoy seguro de que conlleve, necesariamente, aprender algo definitivo, tengo muchas dudas sobre eso por mi experiencia personal.
 (...)
Total, que estamos aquí sin hacer nada, bueno, Encarna se ha puesto a pintar el techo de la salita, yo a trinchar el pollo de Mercadona para dos días, luego, con los huesos, la piel, alguna cosa mas y un poco de tomillo en rama, me ha salido una sopa de farigola para la noche.

Después de esas mínimas tareas, nos hemos dado a la pereza y, luego hemos tomado el camino del pueblo. Encarna, no se si cabreada porque me he escaqueado de pintar, aludiendo a mi proverbial vértigo que me impide trepar por las escaleras, ha mirado el calzado que llevaba puesto y me ha espetado, 

--¿A quien se le ocurre andar por aquí con unas zapatillas blancas? ¿Es que no sabes el dicho, adonde fueres haz lo que vieres? Cualquier día te vienes al campo con corbata. 

Yo, provocador, le he contestado. --Pues mira sí, este invierno vendré con corbata y con chistera,como Phileas Fogg,el personaje de 'La vuelta al mundo en ochenta días' y a ti te pediré que te disfraces de Picaporte.

En eso que se ha cruzado con nosotros el dueño de la viña de al lado, con su espalda encorvada y su sombrero de paja. --Buenos días. --Buenos días. y ha cesado la controversia.

Después de comer, algo frugalmente, nos hemos dado, otra vez, a la galvana, la molicie,la ociosidad o la pereza, y mientras el sonido de la radio se escuchaba cada vez mas lejano, nos hemos gratificado con una siesta de dos horas.

 Esta mañana al despertar, a las ocho, en plena duermevela, le he contado a Encarna lo que recordaba del contenido del libro de Rusell, su sentido del tiempo, su preferencia por la ociosidad como fuente de cultura, esas cosas, y ella me ha desvelado lo que escuchó el otro día en un programa de radio 'Hablar por hablar', en una de esas noches en las que se despierta, insomne, a las cuatro de la mañana.

"Intervenía en el programa una mujer muy angustiada, porque no podía pagar la hipoteca, y exponía públicamente sus dudas sobre si debía aceptar, o no, un trabajo de señorita de compañía, que al parecer, podría sacarla de su zozobra económica.

Hubo muchas llamadas y opiniones sobre el conflicto de esta persona --parece mentira la cantidad de gente que hay despierta en la madrugada, dispuesta a hacer saber sus opiniones por Twitter, Facebook, o por medio de llamadas directas a la emisora-- pero mi mujer recordaba dos, que le parecieron las mas representativas.

 --No lo haga, por favor, clamó una mujer, no lo haga. Lo disfrazan de mil maneras pero, eso, al final es prostitución.

 --Y usted ¿como lo sabe?-- preguntó la locutora.

 --Porque hice ese trabajo durante quince años. No lo haga. Al final, odiará a los hombres, a cualquier hombre, a todos los hombres. Diríjase a la dirección de Madrid que luego daré, fuera de antena, son un señor y una señora muy serios, le darán trabajo en casa de unos señores de verdad, ganará dinero y se evitará una carga de humillaciones y sufrimientos. No lo haga, por favor. 

Luego intervino una mujer que declaró tener sesenta años. --Hija, no permitas que nadie te diga lo que debes hacer, o no, con tu cuerpo. Es un trabajo como otro cualquiera, siempre que tengas el cuidado de alejarte de las drogas y las mafias. Si te comportas como una emprendedora, y aplicas tu sentido de la elección, para librarte de explotadores y clientes desagradables, tu cuerpo disfrutará. 

Yo siempre he trabajado en mi casa, nunca para otros, y te puedo asegurar que este trabajo es menos asqueroso que trabajar en una fábrica por un salario de mierda. Ahora tengo sesenta años, una pequeña fortuna y ningún agobio económico. Si lo he dejado es porque los horarios que exige ya me parecen inadecuados para mi. Por nada mas." 

Las demás llamadas fueron parecidas, todas se alineaban con una de esas dos opiniones. Que tiene que ver esto con la cultura? Nada, pero si con el uso del tiempo libre.

Tal vez si le pudiéramos preguntar a Sir Bertrand Rusell sobre el conflicto de esta mujer angustiada habría dicho, --Haz lo que quieras, pero no dediques mas de cuatro horas a tu industria productiva, el trabajo hay que repartirlo, y ha de quedar tiempo libre para la cultura, y la pereza. 

¿Donde pongo esto? En Libros? No tiene suficiente contenido. No es un artículo, ni un ensayo. Es un Elogio de la pereza, pero no voy a abrir una sección para eso, lo pondré en Artículos y Ensayos, aunque queda dicho que no es una cosa ni la otra. 

En fin. Elogio de la Pereza.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 10-09-12.

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