He bajado a comprar 'El País' sin ninguna convicción, por dos motivos, creo, uno, que la entrada de septiembre ha rebajado mis entusiasmos por la vida pública, incluso por la privada. He de bajar a la farmacia a por una caja de ampollas de jalea real vitaminada, por si acaso.
El otro es que ese diario, a pesar de sus muy estimables colaboraciones, es un portavoz de la realidad muy inferior a otras fuentes, como los vídeos de Internet donde puedes escuchar, de nuevo, el vocerío de los discursos de la derecha en tiempos de Zapatero, en los que le recriminaban unas políticas nefastas para el país, que ahora han superado con la fe del converso, o la voz del periodista de Carne Cruda, un espacio de la radio pública, Radio 3, ahora ametrallado por los paracaidistas del nepotismo que han desembarcado en los medios públicos.
Por otro lado, la posición política de 'El País', cada día me interesa menos, un medio que antes se proclamaba independiente, y que tuvo su etapa heroica cuando se posicionó, junto con El Mundo, otro que tal, en favor de la democracia y contra el golpismo, ahora se hace llamar 'El periódico global en español', un lema que refleja sus ambiciones de vender en todo el mundo hispano hablante, pero que alude a la globalización de los negocios sin explicar que se trata, en realidad, del predominio de un capitalismo sin la competencia de otros sistemas. Es decir, monopolio. Quebranto de las libertades, de la libre competencia que tanto aprecia este diario 'liberal'
(...)
A pesar de mi desgana, he encontrado dos perlas entre la mierda que también contiene el ejemplar de hoy. La columna de Julio Máñez,(8)que solo tenemos el privilegio de disfrutar quienes compramos la edición de la comunidad valenciana, que hoy se titula 'En la basura', y es un lamento desgarrado, dickensiano, un sentido alegato que describe el creciente número de personas que pulula alrededor de la basura para ganarse el sustento cotidiano, mientras otros teorizan, teorizamos, sobre cuestiones abstractas ayunas de la carnalidad doliente que Máñez reconoce con su mirada.
Máñez, al parecer, tuvo dificultades para expresarse verbalmente, por esa disfunción oral que padecía también aquel monarca británico, que tan bien retrató la película 'El discurso del rey', eso me dijo un compañero que estudió con el. No termino de creerlo, pues la fluidez de su lenguaje escrito tiene, además, el fulgor, la condición de la clarividencia para enfocar una realidad que otros solo abordan desde el plano teórico.
Sea como fuere, en mi opinión, el aparato fonador está sobre valorado. Esa singularidad fisiológica que nos diferencia, junto a otras, de las demás especies, el lenguaje oral, se usa ahora en la vida pública, mas que nada, para inundar de mendacidad y confusión el planeta informativo. Cuánto mejor el silencio reflexivo y, de tanto en tanto, la expresión escrita de esa reflexión, tal como la hace Máñez.
Como en otro plano, el literario, la expresa Marcos Ordóñez (37),'El hombre que fue jueves', al hacer la semblanza de un escritor contemporáneo, Raúl Ruiz, muerto hace veinticinco años, a quien no tuve el gusto, pero que después de leer a Ordóñez ardo en deseos de conocer.
En contraste con estos breves placeres septembrinos, está la incitación al vómito
que supone que los editores de 'El País' le hayan cedido media página (no voy a decir en que lugar del periódico) a Rosell, el actual jefe de la patronal, un tipo que sorprende que no haya sido abducido por una máquina del tiempo, y depositado
en la época anterior a la revolución francesa, con su peluca y su casaca, que es donde le corresponde estar por la naturaleza de sus ideas retrógradas.
He dejado para el final, aposta (que fea palabra, no?) la carta que el economista Ontiveros publica hoy (toda la página 29) dirigida a la señora Merkel, a quien suelo mandar a tomar por el culo en el blog de vez en cuando, y que me ha dado pié al titulo de la entrada de hoy.
He leído con todo detenimiento los argumentos de Ontiveros en favor de un trato adecuado de los problemas de la economía y la financiación de este país en situación, digamos crítica, y solo veo una debilidad en el armazón de su carta.
Ontiveros es economista, como yo, pero no es psicólogo, yo tampoco. Tal vez por eso,
no ha acertado en el tono adecuado.
El cúmulo de argumentos racionales de Ontiveros, de carácter económico y financiero,
adolece de una insuficiencia de partida. No considera que la destinataria de su carta evidencia un pensamiento irracional en lo que se refiere a las economías de los países del sur y su encaje con Europa.
En cambio, el resto de su pensamiento político, el que aplica a los votos, a sus electores de los Lander, a su coalición de gobierno y a su propia supervivencia política, es de una racionalidad robusta y germánica, como aquella que asombró a Europa a través de los logros de sus grandes intelectuales en otro tiempo, y que ahora se emplea para otras cosas.
Esto, en cuanto al contenido. En cuanto a la forma de la carta, 'Buenos días, señora Merkel', es tan delicadamente educada (como una misiva entre escritores del siglo XIX que no se odiaran) que --esto es solo una opinión-- a veces roza la humillación y el servilismo, algo tan alejado del orgullo nacional y la afición a los toros,
valores máximos de la derecha, que no entiendo como 'El País', un diario cada vez mas de derechas, la ha publicado.
Ya está. Me siento mucho mejor. No se si bajar a la farmacia a por las ampollas de
jalea real vitaminada, o dejarlo para otro día. Esperaré, a ver que pasa.
En fin. Buenos días, Ontiveros.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 6-09-12.
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