miércoles, 6 de mayo de 2015

CRÓNICA DE BENICASSIM 2015 (3)

(Vilafamés, Peñíscola, Benicassim pueblo)

El día que visitamos Vilafamés estaban de obras, el bus aparcó junto a un huerto de almendros, aproveché para pillar la almendra mas grande que colgaba de los árboles y Encarna se la comió con mucha afición, porque a ella le gustan tiernas.

De camino, creo recordar que pasamos por el prat de Cabanes y por una extensión enorme llena de naranjos, yo creía que los cítricos estaban en crisis, después de ver cultivos abandonados en el marjal de Sagunto, pero por aquí, es enorme el número de hectáreas dedicadas a estos cultivos.

Nos recogió un trenecillo turístico para subirnos a la parte antigua de Vilafamés. Después de patear sus callejas y renunciar a visitar el museo de arte moderno --ya lo vimos en una visita anterior-- ya que este fué un pueblo de pintores, aunque en la actualidad me parece que queda poco de aquello, excepto el museo, mientras Encarna se sentaba en un banco de piedra cercano a la plaza, en espera de contemplar los actos programados para rememorar los usos y costumbres de la Vila hacia 1900, yo me senté junto a un velador en la cafetería del  hotel que está en la parte alta y me tomé una coca cola.

No debería haberlo hecho, porque en la clase de Medios a la que he asistido hoy, alguien ha dejado claro que el producto más peligroso en cuestión de aditivos es, precisamente, coca cola.

Luego visitamos algunas casas del lugar, en las que se ofrecía una muestra de sus antiguos procedimientos artesanos, referidos a la costura, a la elaboración de pan, esas cosas, y salimos de nuevo a la plaza para contemplar una cucaña con la que se divertían los chavales del pueblo, y los espectadores que les animaban con sus voces.
.....

El número fuerte de los actos programados fué una falsa corrida de toros, ya saben, un carrito con ruedas con una cabeza de toro encima, conducido por un personaje disfrazado y un par de supuestos matadores de toros, vestidos con trajes de la época. Al parecer,mientras se celebraba la falsa corrida, en otro lugar se celebraba una falsa boda, que no vimos. En fin, todo muy falso, excepto el concierto de órgano al que asistimos en la iglesia, con un órgano auténtico y un organista de verdad, del que además se ofrecía su actuación en una pantalla. Muy bien, lo del órgano y el organista. 

Terminados los actos, volvimos a callejear por la parte alta del pueblo y me pareció que la piedra de rodeno era el material constructivo mas común, cuando bajamos de nuevo, a la derecha de la calle por la que transitábamos pudimos apreciar la 'pedra grossa', una enorme formación de rodeno que parece caída de algún sitio y detenida, no se si por ahora, en el lugar que ocupa. Pero tengo una duda, no se si tal cosa está en Vilafamés, o por el contrario la ví en Peñíscola, a cuya visita me referiré a continuación. 

Terminada la visita a Vilafamés, regresamos al hotel, donde había en el bufet, además de otras cosas, ¿lo adivinan? arroz. En el hotel donde nos alojamos, todas las noches viene un hombre orquesta, instala su teclado y pone su voz a versiones muy mejorables de clásicos de la música hotelera, ya saben, pasodobles, tangos, mucha música para bailes coreográficos, que no son lo mío, yo prefiero el fox trot, el mambo, la rumba, esas cosas, ahora, lo que no aguanto, es que pongan esa pieza homenaje al jubilado español, que me revienta mis tímpanos, y mis valores estéticos. Entonces, subimos a la habitación, salgo a la terraza, me fumo un cigarrillo y, sin ningún remordimiento, arrojo la ceniza al tejado de la planta de abajo.

Peñíscola fue una de las mas gratas visitas que realizamos desde nuestra base hotelera de Benicassim. El viaje en autobús nos permitió disfrutar de la contemplación de esta hermosa comarca, mirando hacia el Oeste, desde la ventanilla del bus, lo primero que se ve son las cumbres de lo que llaman por aquí las agujas de Santa Águeda y yo, recordando un cuadro que creo haber visto en el Prado, llamo, mas propiamente, creo, las tetas de Santa Águeda, luego está la cumbre del Bartolo, habitada por unas instalaciones de comunicaciones, el Peñagolosa, la verdad, no alcancé a verlo, estaba demasiado lejos. 

Miras hacia el Este y ves las aberraciones urbanísticas de Marina D'Or, donde hay un hotel balneario de agua de mar en el que una jóven encontró no hace mucho la muerte, al quedar atrapada en una rejilla en el fondo de la piscina, el que avisa no es traidor.

En toda esta planicie que queda entre la carretera y el mar, salvando el conglomerado de Marina D'or, hay una extensa superficie cultivada que confirma la vocación de esta tierra, agraria, turística e industrial.

 Llegamos al puerto de Peñíscola y, lo primero, fuimos a saludar al Papa Luna, pasamos por el 'bufador' ese hueco en la fortaleza que recibe los embates del mar, hoy más discretos, seguimos por las empinadas calles que llevan al castillo, todas dedicadas a comercios, bares y restaurantes, mientras Encarna visitaba las tiendas, yo me acerqué a la estatua en bronce del Papa Luna, lo encontré preocupado con el cisma de Occidente, igual que ahora otros poderosos andan pensativos por el cisma entre Oriente y Occidente, el Estado Islámico, esas cosas.

Asomado a la baranda que da al mar, miro a la derecha y contemplo, asombrado, posiblemente el mayor desastre urbanístico de estas costas, una franja de edficios modernos construídos en mitad de la colina que da a esta playa por la que puedes andar casi quinientos metros sin que el nivel del mar rebase los tobillos. 

Ese atentado al paisaje, innecesario, inoportuno, debería ser dinamitado, para devolver el lugar a su relativo estado natural. Las gentes del tiempo del Papa Luna seguramente eran crueles e injustas, pero la herencia arquitectónica que nos han dejado es de una armonía paisajista perfecta, la herencia que dejamos nosotros parece bastante dudosa. 

Lo mejor de Peñíscola me pareció el Hogar del Jubilado, un establecimiento de hostelería pegado al edificio de ese nombre, junto al puerto, que tiene tal oferta de pescados y mariscos, a un precio razonable, que en temporada alta es casi imposible acceder a él. Una peculiaridad de este sitio es que tienen tanta demanda que han instalado un expendedor de números, como en algunos establecimientos de alimentación, para poder atender ordenadamente a su numerosa clientela. Las copas que nos tomamos y las delicias que probamos, confirmaron esta impresión.

Solo hicimos dos excursiones aprovechando las ofertas colectivas que hizo la guía, Vilafamés y Peñíscola, además fuimos un par de veces a Castellón por nuestra cuenta y a mitad de semana se nos ocurrió acercarnos a la Villa de Benicassim, distante varios kilómetros del hotel donde nos hemos alojado, aprovechando un sendero que nos permitió un paseo a pié, sin prisas, muy relajado. 

Como es natural, mi mujer no escogió al azar el día para ir, sino que esperó a que hubiera mercadillo, pero como de mercados ya he hablado, de este no voy a decir nada, prefiero cerrar esta crónica con un homenaje a un bar que está en la calle de la derecha mirando la fachada de la Iglesia en la calle principal de Benicassim (lamento no recordar el nombre) en el que, pidas lo que pidas, te añaden un sandwich por gentileza de la casa, porque son así de chulos.

En fin. Crónica de Benicassim 2015 (3) 

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 6 05 15.

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