jueves, 14 de mayo de 2015

EL MISTERIO DE LAS COMISIONES

Hoy no he bajado al Maravillas, o sea, no he leído el periódico, ni sus clientes más informados me han servido de fuente para la entrada de hoy, de modo que las 'comisiones' del título no aluden a los estipendios de algunos políticos derivados de la contratación pública, sino que vienen del par de visitas que he realizado a entidades financieras, concretamente de una de ellas, y tratan de ser el reflejo de alguna peculiaridad de la operativa bancaria.

La primera visita ha sido a La Caixa, presidida por Isidre Fainé, ya saben faener, trabajador. Con este apellido, tan catalán y tan descriptivo del carácter de este hombre, uno de los mas poderosos del sistema financiero español, no es de extrañar que, cada vez que visito la Caixa de mi barrio, falte un empleado. Isidre lleva años reduciendo la plantilla para premiar a los accionistas con mayores dividendos, hasta el punto de que en esta oficina solo quedan dos empleados.

Esta mañana, a una hora tan temprana que los cajeros automáticos aún no habian desayunado, esas máquinas se tragaban vorazmente las tarjetas de los usuarios, de modo que el vestíbulo de la sucursal estaba lleno de gente que contaba por señas lo que le pasaba a los dos únicos empleados de dentro, impotentes para atender tal avalancha de reclamaciones.
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No soy cliente de la Caixa, pero la visito una vez al mes para ingresar la cuota que me corresponde en la comunidad de vecinos, desde hace un año un poco hinchada, porque estamos atesorando para una obra de mantenimiento de la estructura del edificio donde vivo. 

Desde hace algún tiempo me llaman la atención dos grandes letras añadidas al nombre de la entidad, BV, que se me antojan, mas bien, un símbolo funerario del extinto Banco de Valencia, de cuando teniamos un sistema financiero propio, que Fainé parece haber comprado, por cero euros, al organismo que liquidó ese sistema, con la única intención de dar un aspecto más local, un maquillaje, a las sucursales de aquí de la entidad que preside, por aquello de disimular un poco los orígenes de su banco, pues ya se sabe que la gente de aquí ha sido reeducada desde la política local en la aversión a todo lo catalán, incluso al Barça, si atiendo al monólogo de un conductor de la EMT que escuché ayer. 

Concluída la gestión en La Caixa, nos hemos dirigido al BBVA, donde tenemos nuestras cuentas desde hace más de treinta años, por la simple razón de que las abrimos allí para favorecer a un primo hermano mío que trabajó allí y, desde entonces, no hemos tenido motivos para cambiarlas, a pesar de las pequeñas cosas que nos suelen molestar cada año. Me explico.

Cada año, cuando llega el mes de mayo, mientras otras familias acuden a su finca de la Toscana para reunirse alrededor de la polenta y los tagliatelli, rodeados del paraíso de vides y frutales que les cuida un jardinero cuando están fuera, nosotros vamos a la sucursal del BBVA donde tenemos las cuentas, para repetir el ritual de pedirle a Mar que nos anule las comisiones que nos cobran indebidamente, y cada año nos las devuelven, pero, solo, si vamos a pedirlo.

BBVA y yo tenemos un pacto desde hace años, yo les dí mis seguros, y cada semana uso la terjeta de débito. A cambio, BBVA, no debe cobrarme comisiones. Yo cumplo mi parte del pacto, ellos no, a menos que les visite cada mayo para recordarles esa obligación. Siempre sucede algo que justifica su actitud. 

En este caso, mi tarjeta falló, y me dieron otras nuevas, que no he llegado a usar, porque la vieja ha vuelto a funcionar, se ve que fue un fallo del cajero automático. Claro, al darme las tarjetas nuevas, me cobran de la vieja, de la que no me habían cobrado. Resuelto el malentendido, he devuelto las tarjetas,me ha quedado con la antigua, Mar ha cursado una solicitud para que me devuelvan mis veinte pavos, que se habian quedado por el morro. Tarminada la gestión, Mar me ha preguntado, ¿tienes correo electrónico?, --Sí, pero no te lo voy a dar, ni de coña. 

En el fondo, esto de las comisiones bancarias no es ningún misterio. Las entidades bancarias, que tienen millones de clientes, lanzan masivamente una operación de cargo de comisiones en las cuentas de sus clientes, un montón de millones de euros para sus cuentas de resultados y solo las devuelven a quienes reclaman.

Una operación redonda, que se suma a los intereses próximos a cero que aplican a los depósitos, como si los depositantes fueran clientes directos del BCE. 

Hace un día tan caluroso, que solo se puede estar en los parques en un banco, a la sombra. Así comenzaron los banqueros, haciendo sus negocios en un banco del parque, por eso se les llama así. En el fondo no han cambiado mucho, aunque la tecnología juega a su favor, le dan a una tecla del ordenador y lanzan sus comisiones a millones de usuarios, Yo le doy a la mía, y solo llego a algo más de sesenta mil. Estoy claramente en desventaja, sí, pero hago lo que puedo.

 En fin. El misterio de las Comisiones. 

 LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 14 05 15.

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