Acabamos de regresar de una estancia de ocho días en Benicassim. Tres autobuses y dos horas de viaje me han dejado un poco hecho polvo, por eso decido relajarme en el blog contando nuestras experiencias, por si a alguien le sirven.
El mar es el hábitat de un sinfín de especies de peces, cefalópodos y demás familia, por eso, al estar alojados en un buen hotel a un tiro de piedra de la playa, algunos ejemplares de esas especies han venido a visitar nuestros platos en el bufet de cada día.
Bacalao, sardinas, cazón, merluza, pescaíto de Huelva, pastel de un pescado de orígen ignoto, muy sabroso, langostinos, mejillones, pulpo,
calamares, sepia, almejas, cocinados de diversas maneras, han mantenido nuestros vínculos con el mar en las comidas cotidianas, pero también,
en una visita a Peñíscola, pudimos tomar nota de la existencia de una cerveza elaborada con agua de mar, y no es El Boquerón, esta se llama la
Socarrada.
El primer día de nuestra estancia en Benicassim tuvimos que acudir a una de esas reuniones propias de los viajes colectivos, no hubo mas remedio pues se habían quedado con nuestros D.N.I. y la condición para recuperarlos era asistir. A la segunda, en cambio, no asistimos, pretendían que cumplimentáramos un cuestionario con nuestras opiniones sobre el viaje. Le dije a la guía, --yo soy objetor, nunca doy mi opinión a nadie, si no me paga. Igual la empresa que promueve el cuestionario aprovecha esas opiniones para cambiar su operativa, y todo completamente gratis. Ni hablar, si quieren conocer mi opinión, que paguen.
.......
Ese primer día, bajamos a la playa que está muy próxima al hotel, y pudimos observar la presencia de unos rastafaris que compartían con el resto de usuarios de la playa el magnífico clima que ha hecho estos días, ni frío, ni calor, puro éxtasis climatológico.
Lo pintoresco de este grupo de rastafaris es que no tiraban las botellas de ron vacías y los botes de coca cola y cerveza a la arena, sino que se molestaban en colocarlos, de una forma muy artística, en los huecos del tronco de una hermosa palmera de modo que, al menos cuando nosotros llegamos, la palmera parecía una muestra de arte pop y cuando el sol de la tarde se filtraba por el vidrio, los efectos de luz eran
magníficos.
Intenté hacer una foto con el móvil de lo que a mi me pareció una escultura rastafari, pero como es un modelo del año de la pera,
y a mi me sacas de teclear chorradas en el blog, y hasta ahí llega mi nivel tecnológico, pues no lo conseguí.
Volviendo a lo del comedor del hotel, y atendiendo a las notas que he tomado, he de decir que todos los días había disponible arroz, cada vez con un adorno distinto, pero los trajes que le añadían no conseguían disimular que el punto y el procedimiento de cocción, era siempre el mismo, con un sabor tan ligeramente diferente, que parecía siempre igual.
Cuando me cansé del arroz, que fue enseguida, fijé mi atención en los postres y no sé en que día batí todos mis records en esta materia: Piña, melón, melocotón, gelatina, tarta, queso de pasta, yogur, helado, todo amontonado en una sola vez.
Claro, no todo ha sido comer. La guía nos ofeció varias excursiones de las que solo aceptamos dos, una incluida en el paquete, Peñíscola, otra
de pago, Vilafamés, además de dos visitas que hicimos por nuestra cuenta, a Castellón y Benicassim.
En particular, Vilafamés resultó interesante porque la visita coincidió con la recreación en esa Vila de los usos y costumbres de 1.900, unos actos que aún requieren de mayor experiencia para consolidarse como atractivo turístico, pero estuvieron simpáticos.
Aún quedan cosas que contar, pero estoy algo cansado, así que lo dejo para mas adelante.
En fin. Crónica de Benicassim 2015.
LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 4 05 15.
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