viernes, 29 de mayo de 2015

EL CÍRCULO

Estoy sintiendo vergüenza ajena al ver desfilar a nuestros representantes políticos electos, ante esa especie de tribunal empresarial constituído en Sitges para lograr que la soberanía nacional que, según la Constitución reside en el pueblo, se ponga al servicio de sus intereses y los pactos de gobierno se acomoden a sus preferencias.

A ver, no quisiera que la página de hoy se interpretara como una manifestación hostil hacia todos los empresarios. Soy el primero que admira y defiende a los buenos empresarios, aquellos que han sabido crecer gracias a la autofinanciación, con recursos propios que tienen su origen en un buen sentido organizativo de su trabajo y con un ritmo de crecimiento constante, pero controlado.

También a aquellos empresarios que han incorporado a su filosofía la responsabildad social, creyéndoselo, no simplemente poniéndolo junto a sus logotipos. He conocido, a lo largo de mi vida, distintos tipos de empresario, y creo saber de lo que hablo.
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Desafortunadamente, hay un ejército de imbéciles, representados por los figurones de Sitges, que están intentando influir a nuestros representantes electos para configurar una sociedad a su medida, sin que exhiban mérito alguno para ello. 

Muchos de ellos se han decantado en los últimos años por chupar de los presupuestos públicos, han invertido demasiado en el sector inmobiliario, descuidando las inversiones en sectores para los que estaban mas capacitados, otra buena parte de ellos son conformistas que nunca se han atrevido a crear empresas que excedieran de una dimensión personalista, con el resultado de que la dimensión media de las empresas, en particular en esta comunidad, está muy por debajo del tamaño óptimo de cualquier estructura empresarial competitiva. 

Unas organizaciones empresariales que tienen en su presidencia a tipos como Rosell, o al sinvergüenza Arturo Fernández, son un fiel reflejo de lo que no debe ser una patronal, si desea influir en el país, para bien suyo, y el de todos nosotros. 

Me ha parecido patético oir las declaraciones de Albert Rivera, Ciutadans, después de haber pasado por el confesionario de Sitges, cómo ha comenzado a matizar su discurso como si le hubieran dado un capón en todo el coco. 

No creo que sea fácil cambiar una economía basada en los contactos corruptos --acaban de detener a Serafín Castellano-- y en la dependencia financiera, por otra basada en la eficiencia y la competencia, capaz de orientar sus objetivos hacia la economía productiva, renunciando a la fácil especulación de la economía financiera, aunque esta última asegure retornos mas rápidos de la inversión, porque esa prioridad nos ha llevado a la crisis social, económica y financiera mas profunda desde la Transición, hasta el punto de llevarse por delante nuestro sistema financiero regional, nuestra televisión autonómica y las expectativas de empleo de toda una generación.

Quienes están reunidos en Sitges ahora, dando consejos a los políticos electos, son los protagonistas de ese fracaso y no están legitimados, no los hemo votado, para erigirse en mediadores de un cambio necesario, pero que no podrá ser posible comandado por las mismas personas responsables de las políticas anteriores. 

Es urgente la dimisión de las estructuras de representación de los empresarios. Hace falta savia nueva. Sobre todo, en las patronales.

 En fin. El Círculo.

LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 29 05 15.

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