domingo, 6 de septiembre de 2015

LLUEVE

Una lluvia suave y silenciosa moja ligeramente los rostros de los paseantes que emplean su ocio dominical en visitar, o revisitar, las calles y plazas del centro histórico de Heliópolis. Turistas residuales, con sus rostros castigados por el sol del estío, que la humedad otoñal contribuye a hidratar, circulan con sus vestimentas playeras, calzones cortos y camisetas, con paraguas indecisos que no acaban de decidir si se abren o se cierran, junto a una población autóctona mas numerosa, que se advierte que está ejerciendo una rutina muy repetida.

He bajado a La Fuente a por tabaco, he tomado un cortado, y al regresar me he encontrado con una vecina en el portal. A ver si mejora el tiempo, le he dicho, y nos vamos, mi mujer y yo, a dar una vuelta.

El tiempo no ha mejorado, pero tampoco parecía empeorar y nos hemos ido al centro a dar una vuelta, al llegar, llovía ligeramente, pero no en todos los sitios. Hemos entrado en la Plaza Redonda y debajo de la cubierta moderna que pusieron en la última restauración, no llovía.

A mi no me parece bien, ni mal, que los arquitectos pongan cosas modernas en lugares antiguos, al fin y al cabo, dentro de nuestras cabezas se alojan recuerdos, ideas, conceptos, antiguos y modernos, y no pasa nada, pero recuerdo que cuando ví la Plaza del Pilar, en Zaragoza, remozada en su estructura urbana, me pareció una chapuza, una barbaridad, no porque se hubieran añadido elementos modernos a una plaza antigua, sino porque se había hecho sin ningún sentido del equilibrio estético.

Otra cosa son las catedrales, en el viaje por el Rhin he visto algunas, sobre todo gótico renanas. Lo que me llama la atención de las catedrales, lo pienso mientras contemplo la puerta plateresca de la de Heliópolis, es que están construídas de tal modo que sus estructuras soportan, cada dos o trescientos años, un cambio en las modas y los estilos, que suele consistir en añadir cosas, con lo que al final quedan huellas de lo que fué románico, gótico, renacentista, barroco, y nadie se queja como algunos lo hacen cuando se añade algún elemento moderno al urbanismo antiguo.

Creo rercordar que al visitar la catedral de Colonia, cuya piel arquitectónica me pareció muy afectada por la polución de las industrias ubicadas en la ribera del Rhin, alguien nos contó que lo mas valioso que se conserva allí, es un Relicario, que, todavía está allí, porque en cada conflicto bélico europeo se retiraba de ese lugar y se llevaba a un sitio secreto, lejos del alcance de los invasores. Vaya usted a saber.

La lluvia dominical se sigue filtrando de entre las nubes, mientras nuestro paseo, que nos ha llevado por la plaza del Ayuntamiento, la calle San Vicente, el Mercado Central, la calle del Trench, Doctor Collado, Tapinería, la Plaza Redonda, la Plaza de la Reina, me ha dejado la extraña sensación de que en cada calle, en cada plaza, las gotas de lluvia tenían un aroma diferente, como si procedieran de orígenes distintos.

Algo que tiene que ver con la diversidad paisajística de un barrio que solemos denominar con una expresión común, centro histórico, pero que cuando lo pateas en un día de suave lluvia otoñal, te ofrece una diversidad de aromas, sabores, grupos humanos, arquitecturas, en fin, sensaciones, mas diversas y singulares, que puramente genéricas.

Que se lo pregunten al paseante que ha resbalado en el suelo mojado de la plaza Redonda, y ahora está esperando tirado en el suelo que venga una ambulancia, porque, al parecer, se ha roto la cadera.

Nota para el arquitecto que remodeló la plaza, podía haber puesto un pavimento antideslizante.

En fin. Llueve.  

 LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 6 09 15

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