martes, 8 de septiembre de 2015

NADA QUE DECIR, NADA QUE CONTAR...

Después de una breve visita al Maravillas para comprar tabaco y tomar un cortado, he vuelto enseguida a casa. Asomado a la ventana he visto la calle aún mojada por las lluvias nocturnas, frecuentada por personas que afrontaban la mañana vestidas de muy diversas maneras, algunas, empeñadas en prolongar el verano, otras asumiendo un otoño que todavía no ha llegado del todo.

Es lo que tienen las variaciones estacionales, que a cada uno le producen una sensación distinta. A mi, esta mañana pre otoñal me produce la sensación de que no tengo nada que decir, nada que contar, de modo que he bajado al quiosco para comprar la prensa local.

La primera de Levante lleva hoy unos titulares que indican que no tiene nada que decir, nada que contar. Destacar en letras grandes algo sobre 'los ratios de las aulas' confirma esa impresión aunque, claro, se trata de prensa local, y es comprensible que con la de cosas que están pasando en el mundo, el comité de redacción haya considerado que 'los ratios de las aulas' son una noticia bomba.

No sé si es mi estado de ánimo, afectado por la inminente variación estacional, pero el contenido del periódico me ha parecido hoy particularmente anodino, excepto la columna de Piera en las páginas de opinión, lo único que se salva hoy de la mediocridad.

Por si acaso es una percepción mía, propia de mi sensibilidad habitual a los cambios estacionales, he bajado a la farmacia a por una caja de ampollas de jalea real vitaminada, y ya he tomado la primera. La novedad, este otoño, es que he recomendado a mi mujer que las tome también, en su caso, porque padece un síndrome posvacacional luego del crucero por el Rhin, que la ha dejado en un estado anímico algo lamentable.

No tener nada que decir, nada que contar, es una tontería, si no te dedicas habitualmente a decir algo, a contar algo, cada día. En mi caso, después de ocho años de permanencia en el blog, es una sensación muy rara, que no recuerdo haber experimentado antes.

El relato, sea de la condición que sea, no depende tanto de lo que pasa fuera, sino de lo que se cuece dentro de esa misteriosa caja craneal que tenemos todos, que lo mismo se dedica a fabricar historias que a planear maldades.

En las páginas interiores de Levante, aparecen signos de los impulsos bondadosos que también habitan en nosotros, medidas de acogida de muy diversas instituciones y grupos, destinadas a paliar la crisis humanitaria, de dimensiones bíblicas, que asola Siria y otros lugares de Oriente Medio, provocada, también, por políticas occidentales.

Negro y blanco, colores de moda que aparecen en algún spot de televisión.

Pero yo no tengo nada que decir, nada que contar, sobre este o cualquier otro asunto, porque los contenidos del periódico me parecen, hoy, anodinos, salvo alguna mínima expresión, y cuando miro por la ventana, hacia la calle, veo pasar a decenas de personas que no parecen preocupadas por decir o contar algo, porque tienen cosas que HACER.

Cada año, cuando llega Septiembre, tengo la misma sensación de cambio en mi estado de ánimo, pero esa singularidad, hasta ahora, solo había cambiado los argumentos de mis historias, nunca me había dejado en un estado tal en el que siento que no tengo nada que decir, nada que contar.

Me lo tendré que mirar.

En fin. Nada que decir, nada que contar...

LOHENGRIN /CIBERLOHENGRIN) 8 09 15.

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