jueves, 10 de septiembre de 2015

NIÑOS

He bajado al Maravillas. Nuevamente ofrece periódicos a los clientes. Hoy dos. La primera de Levante insiste en cuestiones escolares. Los padres de los niños del colegio 103 no quieren que sus chicos reciban enseñanza en 'barracones en altura', lo entiendo, con lo revoltosos que fuimos de niños, si a mi generación le hubieran brindado esa oportunidad, nos habríamos lanzado al vacío desde la altura.

Si añadimos a lo de 'barracones en altura', lo de las ratios de aula, en mi opinión, tenemos una buena noticia,  hay mas demanda de educación escolar que en mis tiempos infantiles, tanta, que los chavales no caben en las aulas.

Millás, en la 2, recurre a su memoria infantil para evocar que los niños de su generación daban vueltas por las plazas del barrio en busca de algún cartel que dijera 'se necesita empleado', mas interesados en un trabajo precoz que en la incorporación a la escuela.

Puedo confirmar lo acertado de esa mirada sobre la infancia, porque yo mismo la pasé jugando en las plazas, hasta que mi familia, preocupada por el resultado de aquellos juegos, que a veces era una fractura ósea, una lesión sangrante, una coz de la mula del lechero en un frágil pecho infantil o, en mi caso, una caída desde la ventana del horno, con el resultado de fractura de cráneo, éramos así de brutos, decidieron buscarme un empleo, y así fué como comencé a trabajar de meritorio en una consultoría fiscal, a los doce años, aunque entonces, no era legal hacerlo hasta los catorce, tomen nota los que piensen que la burla de la legalidad es cosa de ahora.

La memoria, como todo lo demás, si encima es la infantil, suele ser tramposa, la mía está habitada por libélulas púrpuras y doradas bebiendo alrededor de una fuente pública, junto a mi casa, pero igual ha olvidado las agresiones físicas que sufrían los detenidos en el retén municipal del cercano mercado, o la imágen autosatisfecha de algún flaco cura castrense de San Valero, paseando por la acera con la mano ofrecida para que le besen el anillo, o una conversación entre vecinos adultos, escuchada furtivamente desde la habitación enrejada del bajo húmedo, en cuyo corral habitaban las mas variadas especies aviares, que fué la vivienda que ocupé en mis primeras experiencias infantiles.

Suele asociarse la memoria con las imágenes que se recuerdan. No siempre es así, en mi caso, la memoria de trabajador precoz por cuenta ajena se inicia, sobre todo, con un intenso perfume de violetas.

La tarde que abrí la puerta de la consultoría a una mujer con unos pechos enormes, que iba envuelta en un aroma a violetas mareante, marcó el paso de mi vida infantil a la vida adulta. Cuando la acompañé al despacho del asesor laboral y quedó encerrada allí con él, el golpe del cerrojo marcó, para siempre, el final de mi pubertad.

Nunca asistí a colegios de curas. No tuve ninguna relación con ellos, salvo con alguno que se acercaba por la plaza del barrio para intentar redimirnos de nuestras brutalidades. En Carnaval, solíamos disfrazarnos con una sábana, a modo de capa y turbante, y con un corcho ahumado nos marcábamos el rostro con una barba y bigote que olían a humo, lo que ahora se tomaría por algo del Estado Islámico, entonces era un juego infantil, reforzado con las espadas de madera que construían los chicos más hábiles en carpintería.

Fue precisamente eso,las espadas de madera, lo que motivó la intervención de un sacerdote, para que las rompiéramos, todos mis colegas le hicieron caso, yo me negué. Ahora creo que eso fué una actitud incipiente de mi preferencia por lo laico, en lugar de lo religioso, no sé.

Alguno de mis amigos de aquella época, compañero de juegos de la plaza del barrio, tuvo una muerte natural, aunque temprana, a otros se los ha llevado el devenir del tiempo, pero siguen presentes en mi memoria.

Es lo que tiene la memoria, empiezas a jugar con ella al leer un artículo de Millás, y no sabes hasta donde te puede llevar. Realmente, esto de la memoria es algo misterioso, que se lo pregunten a los afectados por el mal de Alzhehimer.

 En fin. Niños.  

 LOHENGRIN (CIBERLOHENGRIN) 10 09 15.

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