viernes, 21 de diciembre de 2007

AMBROSS

"Mientras Ambross se afanaba en la universidad de Princeton, intentando obtener la graduación que le capacitara para asumir la continuidad de los negocios familiares, su tío Leslie, que se ocupaba de los intereses de la familia en la división de industrias cárnicas, se juntó con malas compañías.

Ambos, tío y sobrino, tenían mucho en común. Las vacilaciones de Ambross y sus escrúpulos hacia las premisas de su padre sobre el modo en que funcionaban, según el, las leyes del mercado, tenían su raíz en el ejemplo de bondadosa humanidad que siempre había recibido a través de la conducta de Leslie, un verdadero caballero del sur, con una educación y elegancia natural exquisitas, que nunca hizo daño a una mosca. Su sensibilidad de artista le incapacitaba para asimilar los hoscos principios mercantilistas que demandaba la administración de la fortuna familiar. Esa especial manera de ser suya, determinó su alejamiento del núcleo de los negocios de la tribu Villelongue, el N.O. Bank, relegándole a un renglón de actividades relativamente menores, aunque en modo alguno, irrelevantes para la salud de la fortuna familiar, tal como después sucedieron las cosas.

Mientras el tío Leslie administró de modo conservador el grupo de empresas que habían puesto en sus manos, todo sucedía como siempre. Anualmente le pasaba al N.O. Bank, titular de las acciones, los rendimientos vegetativos de aquel negocio, tradicionalmente seguro. Los períodos de actividad se sucedían sin sobresaltos, con una estabilidad recurrente.

El paso del tempo, hizo que los rendimientos decrecieran por falta de inversión. Hubo que adecuar el negocio al ritmo de los competidores, más agresivos y mejor preparados tecnológicamente. Leslie se asoció con un tipo de Chicago y le confió la vicepresidencia ejecutiva del grupo, dejando en sus manos la modernización del aparato productivo y la gestión del negocio.

El tipo de Chicago llegaba precedido de una justa fama en el sector. Había modernizado, el solito, toda la industria cárnica del Estado y en Indiana había construido una planta que era la referencia de todos aquellos matarifes con ínfulas de grandes industriales.

Es increíble el nivel de endeudamiento que puede alcanzar un grupo de empresas en manos de un maníaco de la inversión. Por otra parte, no es desdeñable la capacidad de vaciado de recursos que tienen esos tíos que cogen una empresa en crisis y empiezan a abrir cuentas en paraísos fiscales –y hasta en sitios donde hace frío-- mientras aplican unas pinceladas muy artísticas sobre los registros cifrados que informan de la salud financiera del objeto de su inspiración.

Cuando ambas habilidades coinciden en un mismo sujeto, el desastre para aquellos que tienen la desgracia de haberlo atraído, con su olor sutilmente putrefacto, está asegurado.

Es lo que tienen los negocios, los listos ponen un poco de dinero y el resto los acreedores. Repiten esa operación constantemente. Al final, por ricos que sean los listos, comparas la suma de ese poco que han puesto en cada negocio --que suele ser muchísimo—con lo que alcanzan a deber en uno solo de sus negocios cuando está mal administrado, y la cuenta no sale.

Todo empezó cuando un estudiante de química encontró, en un análisis rutinario del laboratorio de la universidad del condado, restos de tejido humano en una hamburguesa de las que fabricaba, por cuenta de los Villelongue, el tipo de Chicago.

Para cuando se hizo público que parte de las materias primas utilizadas para elaborar el producto estrella de la firma, procedían del cementerio católico de N. Orleáns, el tipo de Chicago ya estaba en un país caribeño que no tenía tratado de extradición con USA.

Cuando los Villelongue supieron, por boca de los auditores, que la deuda contraída por su grupo cárnico y el monto de las indemnizaciones que deberían satisfacer por el fraude alimentario que se les imputaba, alcanzaban el duplo de todo su patrimonio, incluidas las acciones del N.O. Bank, ya era demasiado tarde.

Después de tres meses sucesivos sin recibir el cheque del N.O. Bank, el deán de la universidad llamó a Ambross a su despacho y, muy amablemente, le dio una patada en el culo y lo expulsó de Princeton, no sin antes facilitarle una tarjeta de presentación para su hermano, propietario de una compañía de taxis en N.York.

El primer día de Ambross como taxista en N.York fue cualquier cosa menos aburrido. Un tipo que recogió en la décima, le puso una navaja de gran tamaño en el cuello y se llevó la recaudación de la mañana, aunque tuvo la delicadeza de dejarle unas monedas para comer. Tuvo suficiente para una ensalada y un vaso de cola --hamburguesas no comía, desde que leyó en la prensa la composición de las que fabricaba su familia, antes del desastre financiero que le había hecho dar con sus huesos en el negocio del taxi.

Por la tarde, intentó rehacerse de la pérdida de la recaudación de la mañana. Lo logró. Tuvo suerte. Hizo muchas carreras. Al finalizar una de ellas, como el tiempo era frío, dejó el coche estacionado un momento para tomarse un café. El café era bueno. Cuando salió, comprobó, estupefacto, que al taxi le faltaban las cuatro ruedas.

Al día siguiente, en su segunda jornada de trabajo, cuando Dually entró en su taxi, procedente de una de sus escapadas al Bronx y, después de comprobar su origen sureño, intuyó que aquel muchacho de aspecto indefenso, no sobreviviría sin ayuda perdido en la selva neoyorquina, le ofreció entrar a su servicio como chofer privado.

Ambross aceptó enseguida, asustado por la peligrosidad del oficio de taxista en N. York, para la que no estaba preparado. Nunca llegó a saber que Dually, su nuevo patrón, había sido croupier en un casino de su padre, cuando todavía se llamaba Sam, y que, al igual que el, había salido de N.Orleáns siendo un muchacho, con una maleta pequeña y un par de mudas, y por uno de esos raros azares del destino, que el había buscado con toda clase de trampas de fullero profesional, ahora presidía la mayor empresa de telecomunicaciones del país”.

(Fragmento de “Marc el desmemoriado” 2003/2004. Versión revisada 2007)

Lohengrin. 21-12-07.

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