sábado, 22 de diciembre de 2007

RICOS Y POBRES

Es lo peor que tienen los ricos, que tu no eres uno de ellos. Cuando piensas o escribes sobre las desigualdades, la rapiña, la codicia de los ricos, en lugar de aplicar un punto de vista material, objetivo, sin darte cuenta invocas un juicio moral, olvidando que la moral es un invento de los ricos para protegerse de los pobres.

Esta mañana he bajado al Maravillas y mientras escuchaba a los niños de San Ildefonso cantar los números y premios de la lotería de Navidad, he comprobado que ellos, los pobres, gastan verdaderas fortunas en loterías, quinielas, bono loto, cupones y demás. Mientras maldicen a los ricos, tratan desesperadamente de convertirse en uno de ellos. No defiendo a los ricos, solo trato de radiografiar a los pobres. La verdad, los trato poco, a los ricos.

Los pobres, en cambio, nos encontramos todos los días en el bar de Toni. Algunos beben por un tubo. Otros no cesan de invocar el azar en las máquinas tragaperras. Cuando bajo al indio, a comprar cebollas, aprovecho para hacer un poco de sociología de tienda de alimentación. Los que se llevan mas barras de pan, son los más misérrimos.

Hace dos días, antes de tomarme unas cortas vacaciones en Estenas, escribí un texto que trata, entre otras cosas, de ricos y pobres, pero en otro contexto cultural. No se puede decir que lo escribiera yo, fue el propio texto el que se me impuso como una necesidad exigente, con la lucidez de las siete de la mañana. Intenté cambiar una palabra y no se dejaba. Salió solo, todo entero y cuando quise cambiar un solo vocablo, uno, tuve que probar con seis antes de lograr encajarlo, de lo correoso que era el texto.

“Perfectos. Quieren ser perfectos, los tíos. No se conforman con menos. Para intentarlo, han creado un mundo de hombres y túnicas donde las mujeres están excluidas, cuando de todos es conocido que la sabiduría reside en ellas, las mujeres.

(Ayer fui a ver una del Tibet). Para lograr la perfección y acallar los fantasmas de la carne, los aspirantes a santos se van al destierro durante tres años, a meditar en solitario. Las uñas les crecen que no te quiero ni contar, pero cuando regresan la polla se les sigue poniendo dura y manchan la púrpura de su túnica como cualquier vil adolescente. Sueñan con la matriarca de la tribu, que parió al primero de esos cabroncetes colgada de un palo, mientras el minotauro le daba por el culo.

Menudos son los lamas. Muy bonita la peli, si, unas vistas cojonudas, pero no sale que, cuando los pobres se mueren, les dan sus despojos al carnicero, para que corte en trocitos su carne hedionda, pasto para los buitres. Ahorran cerillas, mientras ellos, los lamas, se montan unas exequias fastuosas. Tanto Nirvana y tanta leche, pero al final, las puertas del paraíso siempre guardadas por los mismos, no sea que se cuele un miserable, que por allí solo caben los que se han hecho un lifting en Suiza. El paraíso no es para los gordos y además, allí, se reproduce la misma sociedad misógina de castas, donde los chicos de la túnica se la pelan en solitario por toda la eternidad.

No me busquen en el Tibet. Prefiero la imperfección de lo promiscuo a la falsa serenidad virtuosa de esos tíos que quieren ser perfectos, a costa de los otros, como siempre.”

Joder, me salió un poco ácido, blasfemo, escatológico, ese texto. Debe ser algo de la serotonina, menos mal que me fui a Estenas. La escritura puede ser, a veces, una cosa peligrosa. Te aleja de la vida. Después de clavar una mampara en un hueco de ventana que da a poniente, sellar con espuma de poliuretano las juntas de la claraboya y reforzar el tejadillo de brezo, que estaba a punto de caer, he vuelto más optimista. La casa de Estenas, abierta a todos los vientos, te vivifica.

Además me ha llamado Llop, el pintor, con el que viajamos a Marruecos. Propone que vayamos, el próximo catorce de febrero, con nuestras mujeres, a Teruel, en el tren de los enamorados. Le he dicho que si, enseguida, sin pensarlo. Siempre quise ir al festival de Aviñón, pero por pereza o falta de oportunidad nunca lo hice. Este viaje ferroviario de un día al medioevo turolense, con mercado medieval, los amantes y todo eso, me excita. Le he pedido que coja la cámara digital. Quiero hacerme una foto con mi mujer en la escalinata, arrodillado como un pringao a los pies de mi dama. Todo por menos de cuarenta pavos. Puta madre.

El té se enfría. Por hoy, lo dejo. Espero que hayan sido afortunados con la lotería.

No tengo ni puta idea de a que sección asignar este texto. Es tan extraño, ¿no?

(Fragmento de “Marc el desmemoriado” 2003/2004. Versión revisada 2.007)

Lohengrin. 22-12-07.

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