Los hitos temporales vuelven inexorables cada año, pero no se repiten, porque todos cabalgamos sobre líneas espirales en dirección a nuestro núcleo originario y el plano que separa cada par de líneas contiene acontecimientos nimios o brutales que niegan la sensación aparente de repetición. Es cierto que ese recorrido espiral contiene elementos conocidos que alimentan el mito de la repetición. Alardes luminosos, adornos florales, gestos y rituales contribuyen a ese efecto.
Uno de esos rituales es la cena de Nochebuena. En casa seremos seis comensales y este año, con ligeras variaciones, repetiremos el menú de siempre. Ensalada de salmón ahumado y arenque marinado, sobre un fondo de ralladura de huevo cocido y carlota, Mus de crema de castañas, guarnecida con naranja troceada, nueces y teja de queso frito. Media docena de bocas de tamaño super, cocidas cinco minutos en agua y sal. Docena y media de cigalas a la plancha, de tamaño magnum. Para el marisco pondremos Blanco Pescador. Nos refrescaremos con un sorbete de cava antes de pasar al plato siguiente, cordero de Guillot, nuestro carnicero de toda la vida, hecho al horno, acompañado de espinacas salteadas con piñones y tomates cherry confitados. Para no pasarnos del presupuesto pondremos un Estola de seis años, que tiene un precio muy razonable, y para facilitar el tracto intestinal terminaremos con zumo de naranja natural. Unos pocos dulces y un moscatel de Teulada serán la inevitable contribución al tópico navideño. Total, 40 euros por cubierto, sin contar la mano de obra, que la ponemos gratis, un precio similar al que suelen pagar los entrevistadores de El País que publican sus trabajos periodísticos en la última, por las comidas que comparten con sus entrevistados, y bastante inferior a la media de gasto personal que se realizará estos días, según las estimaciones realizadas, y a los mil trescientos euros, cifra a la que se cotiza en los mercados gastronómicos el kilo de angulas frescas.
Tendré dificultades para hincarle el diente al cordero de Guillot, porque hace solo unas horas que he visitado al dentista. Mi dentista es una mujer y a pesar de la sensibilidad compasiva que se atribuye a la condición femenina, tiene un punto de sadismo, común a todos sus compañeros de profesión. En la visita anterior, cometí la imprudencia de dormirme en el sillón, mientras ella manipulaba en mi boca con su instrumental y se lo tomó como un acto de agravio a su poder de hacer daño, una prerrogativa que coloca a los de su gremio en un plano de superioridad sobre los indefensos pacientes.
Por entonces, yo trabajaba en un empresa mediana, era responsable de su precaria economía y aunque le expliqué a la doctora que su sillón era para mi un espacio relajado que me permitía evadirme de los terrores financieros relacionados con proveedores y bancos, ella no entendió mi actitud y la recibió como una provocación a su posición privilegiada, acostumbrada como estaba a las reacciones de terror y sumisión de la mayoría de los pacientes. Entonces no fui consciente de ello, pero un ánimo de venganza se había instalado en su dignidad herida y lo ha satisfecho ahora, después de una larga espera.
Después de reconocer el estado de mi dentadura, una vez identificada la muela que me debía extraer, me ha infligido un dolor insoportable en una muela sana, por el puro placer de la transgresión impune. Materializada su venganza rumiada durante años, ha procedido a la extracción indolora de la muela enferma. Al ver caer a la papelera la muela ensangrentada, he recordado los puestos del mercado de la plaza de Yemma elf na, en Marraquech, donde los mercaderes se dedican a la venta de piezas dentales usadas. Esos tipos lo reciclan todo.
Lo cierto es que tengo una muela menos, pero el hueco que ha dejado no es visible cuando sonrío, además de que sonrío pocas veces, pues heredé de mi padre una máscara de seriedad que me acompaña a todas partes, pero creo que con las muelas que me quedan podré salvar el compromiso de la cena navideña sin mayores dificultades.
Deseo lo mismo, que sobrevivan a la navidad sin mayores dificultades, a todos aquellos que tienen la deferencia y la paciencia de acercarse a este blog, en especial a Kurok y a Felipón, también a quienes, desde dos ciudades españolas, Madrid y Heliópolis, me visitan con habitualidad, y, porqué no, a los despistados que pasan sin parar por el blog desde otras dieciocho ciudades de tres continentes.
A todos ellos les deseo, desde aquí, FELIZ NAVIDAD.
Lohengrin. 19-12-07.
MI DESEO DE FELICIDAD PARA TI Y TU FAMILIA EN ESTAS FIESTAS,GRACIAS POR TU FELICITACIÓN.Y ESPERO QUE A PESAR DE LA FALTA DE LA MUELA ¡¡¡SONRIAS!!! UN ABRAZO/ KUROK
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