martes, 11 de diciembre de 2007

DUALLY BROWN

...”El tal Salomón era un gordo seboso, blanco, medio calvo y con ojillos menudos y astutos. Además de dedicarse al fierro, llevaba un trasiego permanente en su trastienda, hasta altas horas de la noche, negociando con el whisquey de patata que destilaban sus amigos del pantano, además del no despreciable renglón de los caliqueños cultivados en los huertos clandestinos de N. Orleáns, las pastillas de tabaco para mascar y las apuestas de las peleas de gallos que comenzaban a preocupar a los propietarios de los casinos fluviales, por el gran número de clientes que les restaba.

Aquel lugar abigarrado y siempre activo sería, durante los años siguientes, la escuela en la que aprendería Sam Brown, al que luego apodarían Dually, casi todas las reglas sucias que conducirían su vida adulta, y que solo dejó para marcharse a otra ciudad, al mismo tiempo que Ambros III dejaba St. James para incorporarse a la universidad de Princeton.

El primer día de trabajo de Dually en Salomon Store transcurría con relativa normalidad hasta que llegó Caín, a cuya tutela confió el gordo al muchacho, para que le instruyera sobre los detalles de su tarea.

--Oyeme chavá, toma este masso de caliqueño y se lo lleva al barbero de St. Peter y te tie que dar un pavo sincuenta. Tu vuerve aquí con er pavo sincuenta y yo te recomiendo a Salomon pa que te de otro trabaho de ma enhundia, m´as entendio?

Dually salió disparado del almacén y apenas había cruzado dos cuadras en dirección a St. Peter cuando un grupo de chavales, compinchados con Caín, le salió al paso, lo echaron al suelo y salieron corriendo con los caliqueños, dejando al niño chapoteando de rabia sobre un charco de lodo. Cuando volvió al almacén completamente manchado de barro y sin el paquete de cigarros ni el dólar cincuenta, Dually recibió una paliza de Caín, quien además le aclaró que el ataque de los muchachos había sido cosa de el, para comprobar si sabía defenderse y que esa era la primera de las muchas lecciones que debería aprender si quería trabajar en Salomon Store.

Dually volvió al día siguiente al almacén algo tullido, pero con la firme determinación de no dejarse avasallar nunca mas por un grupo de mocosos. Aquellos imberbes que le habían atacado ya no volverían a sorprenderle, no estaba dispuesto a consentir que una pandilla de críos estropearan su oportunidad de formar parte de la plantilla de Salomon Store. Caín le recibió con una propuesta muy semejante a la del día anterior.

--Oye, Sam, te va al barbero de St. Peter y le da ehte masso de caliqueño y te tie que da un pavo sincuenta. Tu me trae er pavo sincuenta y yo no le cuento al amo Salomon lo de aye. Toma. Aquí tiene una navaha. La ussa si te asse farta.

Dually guardó la navaja en un bolsillo de sus raídos pantalones, cogió el paquete y salió del almacén en dirección a St. Peter, pero tomó otra ruta, rodeando por Burgundi y la fábrica de Levy Pants. Cerca de St. Peter, le salieron al paso los mismos mozalbetes del día anterior, pero el esgrimió con determinación su navaja y consiguió alejarlos. Cuando por fin llegó a la barbería, entregó el paquete y recibió el dólar cincuenta, un suspiro de alivio relajó la tensión que le había dominado en el camino de ida. Volvió por otra ruta, silbando de contento y corriendo de lado a lado de las calles. La vieja que tenía su puesto de sandías junto a St. Charles, le regaló un trozo que Dually devoró con glotonería.

Ya de vuelta en el almacén, se presentó a Caín con una ancha sonrisa y le hizo entrega de las monedas que había recibido del barbero. Cahín hincó en la moneda de dólar el único incisivo que le quedaba en su podrida dentadura y, con mucha sorna, se dirigió a Dually,

--Oye, mussaasso, ehte pavo no e bueno, ¿no ve como se dobla al mordé?

A continuación propinó al muchacho un correctivo mas severo que el del día anterior, mientras le aclaraba que lo del dólar falso era cosa suya, que se había compinchado con el barbero para que el, Sam, aprendiera su segunda lección en Salomon Store.

Dually regresaba al atardecer a su barraca por un camino polvoriento y un llanto de rabia y resentimiento se deslizaba por sus mejillas, cuando oyó una voz limpia y cristalina que se dirigía a el,

--Que te ha pasao, Sam, porqué lloras?

--No e na Hulieta, eh que iba atrá enganchao en el tranvia y me isse daño.

--Quiere dar un paseo conmigo?

--Bueno..

Julieta era un chiquilla rara. Crecida en aquel arrabal de N. Orléans dominado por la miseria y las maldades humanas, tenía un carácter afable y bondadoso, incontaminado, delicado y sensible. Protectora de gatos y perros callejeros, cuidaba con delicadeza las flores de su porche destartalado, a las que hablaba cariñosamente como si la entendieran. Sus flores tenían los mas brillantes colores y los pétalos mas sanos de todo el arrabal, y era incapaz de ver una persona triste o afligida, sin hacer suyo su dolor.

Su voz suave y pausada, con un acento criollo algo musical, fue calmando poco a poco el feroz resentimiento de Dually hasta devolverle la sonrisa. Dejaron el camino, se despojaron de sus ropas y juntos corrieron, desnudos, por los campos de algodón iluminados por la luz fluvial de la tarde de aquel martes del verano de 1.953.

Aquella luz y la voz de textura sedosa de Julieta quedarían para siempre en lo mas profundo de los recuerdos de Dually, y serían su único nexo de unión con las raíces de su infancia, cuando sus conflictos en la edad adulta le llevaran al borde de la desesperación.

A la mañana siguiente, Caín le comunicó a Dually que, después de sus primeras experiencias en trabajos de campo, era ya hora de que hiciera sus prácticas como responsable de la oficina de relaciones públicas de Salomon Store y le condujo a un cuchitril sin ventanas, con un teléfono fijo de la Bell Company instalado en la pared, una mesa desvencijada con un ingenio para liar cigarrillos con tabaco de picadura elaborado en los secaderos clandestinos del pantano, y un taburete de tres patas con un anuncio de Bourbons en su asiento, pulido por los culos de varias generaciones de aprendices que habían pasado por allí.

Dually se aplicaba con un fervor de novato a la tarea de convertir el montón de picadura que alimentaba la tolva de la máquina, en pilas de cigarrillos que se ordenaban en un hueco destinado al efecto, pero por mas que se afanaba en la tarea que le habían encomendado no conseguía que la pila creciera, ya que todo el personal de apuestas que pasaba por allí se tomaba la licencia de quitarle un puñado, de modo que después de varias horas su producción acumulada era la misma que al inicio de la jornada.

Sobre su mesa había una campanilla que sonaba al ser pulsado el timbre desde la calle y su misión era tirar de un alambre que descubría una mirilla y dejar franco el paso a todo aquel que no llevara puesto un uniforme policial. Esa mañana, lo primero que apareció tras la mirilla fue un rostro de mujer.

Al abrir la puerta, entró una vaharada de perfume de violetas envolviendo un cuerpo de mujer espectacular, que se movía con una cadencia desconocida para Dually, quien estuvo a punto de desmayarse de la impresión.

--Dile a Caín que está aquí Scarlet. Vengo a hacerme las fotos para el calendario.

Después de una inspiración profunda, envuelto en aquella nube violeta que amenazaba su integridad adolescente, Dually dio el recado a Caín, que se encontraba en un despacho interior.

--Ehtá aquí Ehcarlata...disse que viene.....por lo de la afoto del armario..

--Pero que disse de armario....anda....dile que passe

La nube violeta pasó por delante del azorado Dually, quien la condujo hasta el despacho de Caín, que quedó cerrado a cal y canto, con un ruido de cerrojos que percutió en el cerebro del muchacho como si el encerrado fuera el y se le vedara un mundo desconocido al que su cuerpo trataba de iniciarle por medio de confusas sensaciones nunca antes experimentadas, mientras su nariz captaba sin cesar señales de la presencia en el aire de aquella mujer apenas vislumbrada, saturándolo de su aroma a violetas hasta la extenuación.

Unos días mas tarde, cargaron a Dually con una alforja a la espalda conteniendo varios cientos de calendarios de Salomon Store, impresos con la foto de Scarlet en actitud procaz y una alegoría del cuatro de julio, y lo lanzaron a las calles de N.O. para repartirlos a los apostantes mas fieles a la casa, que figuraban en una larga nómina que le pusieron colgada del cuello.

Al cruzar por Burgundi, Dually no pudo evitar cruzarse con Julieta quien, sorprendida al verlo cargado como un mulo, le dijo,

--Pero Sam, no t´abian essho hefe de relassione publica?

---Ehto e américa, Hulieta, ya sabe.... p´a se pressidente, ante hay que se repartió

La muchacha hizo un gesto de incredulidad. Dually lo percibió y redobló su energía para desaparecer cuanto antes de su vista y ese día batió todos las marcas de reparto de calendarios que figuraban en los anales de Salomon Store.

Terminada su tarea de reparto, al día siguiente Dually se incorporó de nuevo a la oficina. El viejo teléfono de pared sonó con un timbrazo insistente hasta que fue descolgado.

--Salomon Store,...¿di--ga--me?

contestó Dually, con la fórmula aprendida de Caín, no sin cierta aprensión, pues era la primera vez que acercaba su oído a un teléfono. Una voz lejana preguntaba al otro lado por el viejo Salomon. Venciendo su timidez, volvió a repetir la fórmula aprendida,

--De par--te de qui--en?

Recibida la respuesta, fue a avisar a su patrón, que se encontraba en la trastienda, con su mujer, --al parecer, por los gritos que se oían, inmerso en una fuerte discusión. Dually esperó un momento y, cuando amainaron los gritos, asomó con precaución y dio el recado.

--Señó Salomon...

--Siiiiii....

--Le yaman por el te--le-fo-no

--Quien?

--Su novia....

--Pero que dices, imbécil...ya voy.--Si...quien es?.. -Aaah...Segovia...dime

Cuando terminó su conversación y colgó, Salomon dirigió una mirada furibunda a Dually y, sin decir nada, salió dando un portazo.

Ese día, cuando terminó su trabajo, Dually volvía cabizbajo a su barraca, pensando que su futuro, cualquiera que fuese, no estaría ligado al teléfono como fuente de éxitos. Ignoraba que, años mas tarde, el azar le reservaba la presidencia de una de las compañías de telecomunicaciones mas importantes del país. (...)

(Fragmento de “Marc el desmemoriado” 2003/2004.)

Lohengrin. 11-12-07.

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