martes, 11 de diciembre de 2007

MARC EL DESMEMORIADO

Soy miope desde que tengo recuerdos. Se me jodió el cristalino cuando estaba en el vientre de mi madre de tanto mirar, a través del líquido amniótico, a las tías que pasaban por allí cerca. Años después, una tarde estaba bailando con Rosa, una chica de mi barrio, en el guateque de un piso pijo de la calle de Salamanca. Tuve que ausentarme un momento en el baño, para aliviarme el sofocón, y cuando salí sonaban en el tocadiscos las notas de Spring, summer timer and fall. Volví a abrazar a Rosa, pero cuando le metí mano en la entrepierna resultó ser una inglesa que recorría Europa con una beca Erasmus y un kilométrico en el bolsillo trasero de la falda vaquera, alimentándose exclusivamente de yogur y galletas.

La hostia que me dio la inglesa dejó marcados sus cinco británicos dedos en mi mejilla derecha. Cuando intenté corregir el error y me dirigí a la Rosa verdadera, me recibió con un bofetón en la otra mejilla, y eso que yo no se la ofrecí. Ese fue solo uno de los muchos errores cometidos en mi larga vida en relación con las mujeres.

Otro fue intentar emparejarme con Maribel. Era un culo inquieto delicioso, con una cara graciosa y unos ojos grandes que brillaban con una intensidad deslumbrante. Yo me empeñaba en que saliera conmigo, pero ella era feliz mariposeando aquí y allá, sin comprometerse con nadie. Cuando pareció acceder a mis requerimientos, al cabo de unos días me dijo que no quería salir con chicos. Teníamos trece años. Después se montó en le moto de un amigo y desapareció. Fue la primera vez que comencé a fumar de modo compulsivo. Luego mi amigo me contó que se agarraba muy bien en la moto. Cuando la vi, después de veinte años, estaba con un gabacho que bebía sin control. Nunca se debe intentar fijar en un lugar a las mariposas. Prefieren ir de rama en rama.

Ser miope es un inconveniente, pero también tiene ventajas. No hay mas que ver el éxito que tenía Omar Sharif en Doctor Zhivago, con esa mirada suya, cargada de dramática seducción. Era miope. Después corrigió su miopía con una intervención de láser y la cámara acabó rechazándolo, perdida la fuerza irresistible de su mirada miope.

Lo mismo le pasó a Marlon Brando, con esa combinación suya nunca superada de miopía y camiseta de tirantes, que exhibió en Un tranvía llamado deseo. Brando no se operó, pero los miles de hamburguesas con mayonesa que se tiró al coleto acabaron por impedirle entrar en aquella camiseta. Terminados sus días de galán, tuvo que conformarse con hacer de padrino siciliano.

Otra ventaja de la miopía es que ahorra mucho diálogo. Fijas tu mirada en una chorba durante dos largos minutos, sin permitirte un parpadeo y, sin que digas una sola palabra, ella ya sabe lo que quieres. Una vez, una joven latina, cuando yo estaba en el esplendor de los cuarenta, me dijo,-- por favor, señor, no me mire de esa manera.

Entonces supe que había alcanzado un buen nivel de mirada miope, el de los Sharif y Brando. Con las mujeres, además de saber mirarlas, a veces debes tener la habilidad del fingimiento. Si una mujer te coloca un largo discurso sobre asuntos o personas por los que tu no tienes el mas mínimo interés, y lo hace con esa minuciosidad y detalle de orfebre que las caracteriza, es entonces cuando mas atención debes prestar al fingimiento, tu mente alerta no puede dejar ni un segundo de prestar esa atención fingida, nada debe distraer tu oído, tu vista, tu atención pues, de lo contrario, bajaras muchos puntos en el mercado donde pretendes cotizar.

Cuando ya no seas capaz de mantener esa tensión y cambies, sin apercibirte, la atención por la indiferencia, quedarás fuera de circulación y ya nunca podrás volver a disfrutar del dulce néctar que ofrecen las mujeres, a quien sabe merecerlo.

No soy capaz de recordar cuanto hace que estoy fuera de la circulación, pero en la celdilla de mi memoria que guarda los errores cometidos en relación con las mujeres, tengo guardados algunos retratos que hice del natural. Como no tengo condiciones de pintor, tuve que resignarme a escribirlos. En ese desván polvoriento hay unas docenas de imágenes desordenadas. Algunas, tras sacudirles el polvo, aun presentan unos colores vivos. (1)

(Fragmento de “Marc el desmemoriado” 2003/2004)

(1) Tres de esos retratos se pueden contemplar en las páginas Retratos 1, 2, 3.

Lohengrin. 11-12-07.

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