miércoles, 11 de junio de 2008

EL TRANSPORTE

El sector del transporte y sus extensiones, estibadores y demás, tiene una historia en todas partes jalonada de acciones desestabilizadoras y relaciones mafiosas, como la huelga del transporte en Chile que inició la estrategia del golpe contra Allende, la quema de camiones en el puerto de Valencia, o la recreación cinematográfica de esos conflictos en USA que consagró La Ley del silencio, por no hablar de uno de los mayores mafiosos del sector en Heliópolis, Virosque, que usó de trampolín para su acceso a los entresijos de la política, la portavocía de los intereses profesionales que supuestamente representaba.


Lo que tenemos ahora en las carreteras, en los mercados, en los puertos y en las fronteras es, me parece a mi, un conflicto intrasectorial, marcado por la composición desigual y las relaciones desequilibradas entre la patronal de los propietarios de flotas, que las gestionan con criterios empresariales, los intermediarios que ni siquiera tienen flota, pero controlan la contratación con un teléfono, una mesa y una silla, y los mal llamados autónomos, en realidad obreros multidependientes del transporte que van al tajo con su herramienta motorizada, como iban los antiguos obreros de la construcción, aquí llamados obrers de vila, con su atillo de herramientas, la paleta, la catalana o el nivel, porque si no, no les daban trabajo.


Simplificando, pero sin la menor intención demagógica, lo que tenemos delante de nuestras narices es un conflicto entre explotadores y explotados, que subyace al desencadenante del incremento de los precios energéticos, porque quienes están organizados y controlan el mercado son las empresas y los intermediarios, que son quienes tienen el poder de contratar, y luego utilizan a los autónomos como mano de obra barata, pagando precios muy inferiores a los que ellos reciben, y que pueden imponer por la atomización de los autónomos, con un grado de organización y control sobre su propio trabajo prácticamente inexistente.


Una situación así, parece que debería ser regulada, pero los europolíticos, algunos de los cuales están contratando a sus propias esposas como secretarias para obtener un sobresueldo, pobrecitos, no quieren ni oír hablar de regular el mercado, porque eso es una herejía. Tal parece que el mercado es una deidad intocable que gobierna nuestras vidas con su mano invisible, pero si miras con atención la imagen antropomórfica de ese ídolo omnipresente, verás que lleva puesta una máscara, tras la que se ocultan las relaciones ancestrales entre explotados y explotadores.


Como en los antiguos altares de los sacrificios mayas, cada vez que hay un conflicto, alguien invoca la inviolabilidad del mercado y siempre hay algún muerto inocente ofrecido a ese Moloch del comercio. Si alguien levantara la máscara de esa representación, nos sorprendería ver detrás de esa ocultación tantos rostros familiares. Esos demiurgos están allí tan a gusto, disfrutando del anonimato, de sus relaciones de poder y privilegio, de la manipulación impune, y claro no quieren oir hablar de correcciones de mercado.


Cuando el mercado no funciona, cuando su funcionamiento incorrecto es causa de hambrunas, muertes y conflictos tan salvajes como el que ahora ha aflorado, los políticos nacionales, supranacionales y los que están presentes en organizaciones mundiales financieras y de comercio, están obligados a promover las correcciones que eliminen esas disfunciones trágicas.


Si no saben, no pueden, o no quieren hacerlo, nosotros tendremos que empezar a pensar en rebajar su salario a una décima parte de lo que ahora perciben, por medio de la objeción fiscal. No merecen mas. No se ganan lo que les pagamos.


Si no arreglan este desmadre, ya lo saben, en la próxima declaración fiscal, paguen solo la décima parte, el resto a una cuenta vigilada que sirva para corregir, directamente, los fallos del mercado.
Es una propuesta opinable. O sea, una opinión.

Lohengrin. 11-06-08.

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